Despacio, pequeña diva
Con menos de 20 años, la cantante de jazz Andrea Motis ya ha llenado el Palau
Hacer lo que se quiere debería ser norma de vida para todos. La mayoría no tiene la oportunidad, muchos lo intentan y no tantos lo consiguen. Andrea Motis está en el último grupo. Hasta el próximo 9 de mayo no cumplirá los 20 años: ya ha sido capaz de llenar el Palau de la Música de Barcelona sin que le tiemble la voz y ha conseguido el respeto y el aplauso de nombres con muchas más entradas de Google que ella como Slide Hampton, Randy Brecker o Stevie Wonder. Ahora, este viernes 20 de marzo y este sábado 21, vuelve a Madrid —dónde ya estuvo el pasado año— para participar junto a Joan Chamorro en el Festival Ellas Crean de Conde Duque.
Paso lento. Largas conversaciones. Decisiones firmes. Junto a sus padres y junto a Chamorro, ese mentor que no se quiere definir como tal. Una década cumple Motis este año braceando dentro del turbulento mar que hoy en día supone la música. Más si cabe el jazz, un terreno plagado de pequeños y enormes tesoros donde pasar percibido suele ser lo más común.
Ella sigue ajustando el sendero para poder seguir haciendo lo que quiere: música, sin más, música lejos de todo lo que se presupone que debe rodearla. “He ido al instituto, me siento cómoda con mis amigos de siempre, mi novio también es músico. Aprendía ballet, clases de música, inglés y alemán. Me siento normal”, dice relajada mientras balancea un pie.
Pero, ajustada la palabra normal a su más estricta definición, Andrea Motis no lo es. Tiene una fuerza vocal que logró exprimir más de una lágrima el primer día que la mostró, hace ya diez años, una madurez inusitada para su edad, una determinación serena y una mirada certera que transforma en ritmo y alma cada vez que coge el micrófono, la trompeta o el saxo.
“Todo esto ha sido muy progresivo. Muy natural. Yo soy feliz porque ella es muy feliz. Todo lo que ha ocurrido durante la última década podría haber hecho que su ego creciese desorbitadamente, pero no ha ocurrido”, explica Chamorro, sentado al lado de Motis con una mueca de orgullo paternal que no puede ocultar. El músico la conoció –y la reconoció- cuando ella entró a la Escuela Municipal de Música de Sant Andreu, en Barcelona. “Ella empezó como trompetista, al siguiente año se formó la Sant Andreu Jazz Band y también formó parte”.
Toca este viernes 20 de marzo, y sábado 21 en el Festival Ellas Crean
En esa banda formada en su mayoría por jóvenes de entre siete y 20 años, llevan nueve trabajando. “De una forma diferente”, precisa Chamorro. “Intentamos que los instrumentos sean una extensión de la voz”. Y con ese matiz en el aprendizaje, cuando tenía 13 años, Andrea Motis cantó por primera vez. “No me sorprendió, pero me emocionó. Ese fue el punto de inflexión. En ese momento pensé que me gustaría darle la posibilidad de crecer aun más”. Poco después, Chamorro se reunió con ella y con sus padres, que escuchan sentados detrás, y les propuso grabar un disco en el que ella participara con la trompeta, el saxo y la voz.
“Cantó tan bonito que decidimos que ella se convirtiera en la protagonista”, cuenta Chamorro. Así fue. Ahora es la voz de Motis la que emerge entre las notas dulces o desgarradas del metal de los instrumentos. “Es un aprendizaje continuo y recíproco”, asegura el músico. En ese aprendizaje entran todos: Chamorro, Motis y también su familia. Cada decisión, cada oferta aceptada o rechazada, se ha hecho sentándose a hablar una vez a la semana. Una especie de consejo de sabios que familiar que ha provocado que el ascenso de la pequeña diva sea lento pero seguro. Sin perder la infancia, ni la juventud; pero sin perder el objetivo.
Si se le pregunta por un recuerdo concreto, Motis cuenta: “Cuando empecé con el saxo, Joan me puso a estudiar un tema muy complicado con tres coros. A mí me gustaba la melodía y me saqué el primer coro. Pero lo veía muy difícil. Se lo comenté a Joan y me dijo: ‘Empieza. Para la semana que viene tráeme el segundo. Y para final de mes lo quiero entero. Pero empieza ya’. Tardé como un par de meses, pero lo conseguí”. Ese recuerdo se ha convertido en una forma de trabajar y de vivir. Y como cualquiera de las tres cosas, es perfecto. Si quieres hacer algo, hazlo ya.
Babelia
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