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“Una ciudad sin museo no tiene verdadero prestigio”

De Montebello, quien dirigió el Metropolitan 31 años, defiende los centros artísticos

Ferran Bono
Philippe de Montebello, en la sede de Caixaforum, en Madrid, la pasada semana.
Philippe de Montebello, en la sede de Caixaforum, en Madrid, la pasada semana.ÁLVARO GARCÍA

Durante años paseaba por las salas del Metropolitan Museum of Art fijándose ahora en “una pieza antigua”, como un león egipcio de granito, ahora en “algo moderno”, como un cuadro impresionista. El objeto de su atención iba cambiando con los días. “Cuando llevas 31 años en el cargo y a diario pasas de un periodo de la historia a otro, y de unas obras de arte a otras, te conviertes en un generalista”, explica Philippe de Montebello, el director más longevo del citado museo de Nueva York. Pero si se le interpela con naturalidad y gracia, como hizo una mujer entre el público que asistió la pasada semana a su conferencia en Madrid, el responsable hasta 2008 de una de las pinacotecas más importantes de mundo desciende al detalle. Y responde que bueno, en fin, que si se quemara el museo y sólo pudiera llevarse una obra, pues salvaría La crucifixion, de Van Eyck, adquirido en 1933 al Hermitage de la ciudad entonces llamada Leningrado y hoy San Petersburgo.

Esta magnífica pintura del artista flamenco del siglo XV, que anticipa la llegada del Renacimiento, forma parte de las dos millones de piezas de la colección del centro, cuya mayor virtud es “albergar bajo un mismo techo una representación con cierto equilibrio de 5.000 años de historia del arte”, según afirma el también patrón de honor del Museo del Prado, que nació en París en 1936, pero marchó a EE UU en 1951 con su familia.

En un fluido castellano, que aprendió “de aquí y de allá”, De Montebello asegura sentirse “encantado” de verse rodeado por los tàpies colgados en una sala de Caixaforum, minutos antes de su intervención en el acto organizado por la Fundación Arte y Mecenazgo. Allí explicó, al igual que había hecho un día antes en Barcelona, la fundación del Metropolitan en 1870 a partir de la nada, de unas donaciones privadas, sin la base de la mayoría de los museos europeos, con obras de las colecciones reales o las expropiaciones eclesiásticas.

Y allí aludió a las diferencias entre el modelo museístico estadounidense y el europeo. El primero se sostiene gracias a las grandes donaciones, que comportan notables beneficios fiscales, sin los cuales esa proverbial generosidad no sería tal, como se demostró cuando el último Gobierno republicano dio un tajo a las deducciones, relató De Montebello no sin ironía. En pinacotecas como el Prado, por el contrario, cuando se necesita dinero, su director llama al ministro de Cultura y ya está, añadió, a modo de provocación que parecía dirigida a Miguel Zugaza, responsable del museo español, que encajó el comentario con complicidad y como una broma.

“Para el grupo de personas que fundaron el Met se trataba de una cuestión de prestigio y también de un proyecto redentor, para elevar la moral de la ciudad, entonces sometida a mucha corrupción. Un país o una ciudad sin museo no tienen verdadero prestigio, no son una verdadera ciudad o un verdadero país”, sostuvo el exdirector del Metropolitan, cuyo presupuesto anual se eleva a unos 276 millones de euros, de los que 23 millones los aporta el Ayuntamiento de Nueva York. El del Prado asciende a 42 millones de euros, unos 12 de ellos procedentes del Estado.

De Montebello atribuye la supuesta rivalidad entre el Metropolitan y el MoMa de Nueva York a la necesidad de “llenar columnas de periódicos”. Y concluye que si un personaje de Antes de la revolución, el filme de Bertolucci, gritaba aquello de que “no se puede vivir sin Rossellini”, él no puede vivir “sin la posibilidad de descubrir cosas nuevas y de viajar”.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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