El delicioso juego del teatro
Lluís Homar dirige y protagoniza en el Teatre Nacional de Catalunya ‘L’art de la comèdia’, de De Filippo
Lluís Homar está en racha. Tras estrenar una insólita versión de Terra baixa, de Guimerà, que ha sido uno de los éxitos de las Navidades en Barcelona, vuelve ahora —desde esta noche y hasta el 12 de abril— en una gran producción del Teatre Nacional de Catalunya (TNC) que él mismo dirige y protagoniza, al frente de un estupendo elenco. Se trata de L’art de la comèdia, de Eduardo de Filippo, obra en la que el célebre actor y dramaturgo italiano volcó en un envoltorio de disparatada comedia mucho de su profundo conocimiento del teatro y de la reflexión y el amor que el oficio le inspiraban.
La pieza, que montó en 2010 el Teatro de la Abadía con dirección de Carles Alfaro para celebrar su 15º aniversario, se estrena ahora en una versión catalana que firma el propio director del TNC, Xavier Albertí, y lo hace con todos los honores, en la Sala Gran del teatro y con un reparto de 12 actores, que en los tiempos que corren ya es exuberancia.
L’art de la comèdia arranca con la visita del director de una troupe ambulante de teatro, Oreste Campese (Homar), al prefecto de una ciudad de provincias italiana, De Caro, para solicitarle ayuda por haberse incendiado el teatro en que actuaban.
Campese pide al político que asista al espectáculo para mostrar a la ciudadanía la importancia social del arte del teatro. El prefecto responde que tiene cosas más importantes que hacer y, tras discutir, el director se marcha, llevándose la lista de visitas que ha de recibir el político y maquinando un plan para demostrarle que se equivoca, y que consistirá en hacer que sus actores acudan caracterizados de esas visitas, con todos los enredos que ello supondrá.
"La obra es una verdadera fiesta de la palabra y la vida”, indica el actor
Albertí, que cumple sus 25 años en la profesión, recalca que L’art de la comèdia no es solo un gran homenaje al teatro y una comedia desopilante, sino una obra “de altísimo vuelo político” que “invita a reflexionar para qué sirve el teatro”.
El capo comico Lluís Homar, pletórico antes del estreno, no tiene sino elogios mayestáticos para De Filippo y su obra, “una partitura genial, una verdadera fiesta de la palabra y la vida”.
Homar considera que tiene muchos puntos de contacto con Campese, su personaje: como él, Homar subió al escenario ya de niño, ha dirigido un teatro (el Lliure), es actor y director... y sabe lo que son los problemas con los poderes públicos. “Esta obra muestra la confrontación, el pulso, entre la Administración y el arte, el teatro; ese pulso de tan difícil solución”, señala. Y recuerda la lucha de Campese por demostrar la trascendencia del teatro, aunque no se considere la profesión de actor, como dice en la comedia, “indispensable para la honorabilidad del país”.
De ahí su idea de demostrar subrepticiamente al prefecto la utilidad de la escena. “Hay una gran reflexión sobre el juego del teatro”, recalca Homar, que subraya al respecto algunas frases de Campese: cuando explica que puede hacer todo Shakespeare y Molière entero en cuatro metros de tablas, o cuando revela que al hacer Macbeth se coloca el bigote (porque lo hace con bigote) un poquito torcido ya que “en el teatro la verdad suprema ha sido siempre y siempre será la suprema ficción”. Eso, constata el actor, está bien recordarlo en esta época de crisis cuando, dice, tras años de grandes infraestructuras los tiempos nos recuerdan que “la esencia del teatro es una cuestión más de actitud que de medios”.
El espectáculo incide en eso, en lo efímero del teatro y sus entrañas, al montar los propios actores la escenografía ante los ojos del público e irse vistiendo de personajes a lo largo de la función. La reflexión no impide, incide Homar, que la comedia sea para partirse de risa. “Esto es, sobre todo, una fiesta del teatro donde es imposible no pasárselo bien”. En el reparto figuran, entre otros, Joan Carreras, Lluís Villanueva, el gran Andreu Benito y Mar Ulldemolins, que además toca el acordeón.
La mayor parte de la profesión, incluidos Homar y Albertí, coincide en que la Sala Gran del TNC, diseñada con instrucciones de Josep Maria Flotats, es una herramienta difícil —Homar la califica de “traidora”—, en la que han optado por el uso de micrófonos.
Babelia
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