Óscar Tusquets resume 40 años de obra pictórica
El polifacético creador aborda en la exposición ‘Amor y muerte’ la vida, el amor, el sexo, la religión y la muerte
Primero, la visión más amable de la vida: una preciosa vista de Barcelona, el mar, los paisajes que le rodean; luego, el lado triste: la enfermedad y su peculiar punto de vista sobre el martirio, la muerte. “Me interesa mucho la relación entre religión y sexo”, explica Óscar Tusquets, en un paseo comentado, sobre la exposición Amor y Muerte, en la galería Ignacio de Lassaletta, de Barcelona. Una muestra del Tusquets (Barcelona, 1941) más pintor que nunca, menos diseñador y apenas arquitecto. “Se podría decir que durante años fui arquitecto y diseñador y que a la pintura me dedicaba los fines de semana porque no tenía tiempo. Ahora es al revés, me dedico más a la pintura”, resume el polifacético artista y escritor.
Una evolución que, en parte, ha sido buscada pero también impuesta por la crisis. El autor de proyectos como la ampliación del Palau de la Música y la transformación del Convent dels Ángels, en Barcelona, y el auditorio Alfredo Kraus, de Las Palmas, no se ha librado del parón de encargos: “La arquitectura me ha abandonado”. Luego añade que no le interesa la arquitectura “de vedettes” que se ha impuesto en los últimos años. Y remata: “Nuestra profesión ha cambiado, ahora mandan los abogados, los project managers... los arquitectos cada vez mandan menos”. Lo dice con un punto de amargura: “Además, no me interesa una profesión en la que muchas veces se tiene que mentir. A mí se me da muy mal, me cuesta disimular”. No lo hace cuando reconoce que la controversia por la ampliación del Palau —un proyecto escudriñado cuando se descubrió el desfalco de esa institución en manos de Félix Millet— le dio muchos disgustos.
En la exposición hay un vídeo sobre el Tusquets arquitecto. También, 50 lienzos realizados desde 1976. No es pintor de un tema o estilo determinado. “Soy disperso, me cuesta especializarme porque pinto cuando veo cosas y me digo ‘este es un tema”. Así surgió Tres Barcelonas, que pintó hace dos años. “Fue intuitivo, estaba en casa de un amigo en Can Caralleu —una zona elevada en la sierra de Collserola— con una luz de atardecer preciosa y pensé que lo que estaba viendo era un cuadro”. En esa sala hay otras obras más antiguas, detalles de su casa, Villa Andrea, de Barcelona, o Pilotí a Platja d’Aro (1978), uno de los escenarios de los que habla en el libro Tiempos que fueron (Bruguera) que escribió a cuatro manos con su hermana, Esther Tusquets. En el óleo Amor y Muerte un toro empitona a una mujer con el pecho al descubierto. “Son los dos temas eternos”.
En la muestra hay 50 lienzos realizados por el artista desde 1976
El de la muerte tiene un espacio peculiar en la galería. Ambientada como una pequeña capilla, con las paredes cubiertas de negro y una luz dirigida a las pinturas. Impresiona Essanime Napoletano, reinterpretación del Cristo Velato, de Giuseppe Sanmartino, de la capilla de Sansevero en Nápoles. “Si aquel Cristo reposa con los instrumentos de tortura al lado, yo los he sustituido por los de un quirófano, sería la versión contemporánea”. Otro especial es Relato de una operación, cinco grafitos de 1977, cuando su primera mujer fue operada de un tumor cerebral. Falleció. “La muerte es algo que siempre he tenido muy presente, especialmente desde entonces”.
En ese mismo espacio hay una pintura que da cuenta de su talante: Mártir Gaulina es una mujer desnuda sentada en una silla Gaulino —uno de los modelos que él diseñó— con la aureola de santa y unas sandalias de castigadora de tacón alto.
El diseño también ha pasado a un segundo plano. “Es muy difícil porque las empresas con las que trabajaba han cerrado”. Una de las pocas que sigue es BD Barcelona Design. En la exposición, que se podrá ver hasta el 31 de enero, el artista ha reservado un espacio para esa faceta con seis sillas de su colección y 12 esculturas de escaleras, cuya desaparición le obsesiona como ya reflejó en la muestra Réquiem por las escaleras, en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en 2001.
Por la política y el panorama cultural no se le ve muy interesado: “La política me aburre soberanamente y creo que tengo una falta total de espíritu soberanista. No me interesa”. ¿Y la cultura? “Creo que ese ministerio no debería existir”. Además de pintar, imparte conferencias y sigue escribiendo: “Después de acabar Amables personajes” (Acantilado) —un ensayo sobre personas que ha conocido, desde su hermana, pasando por Salvador Dalí o Javier Mariscal— “pensé que faltaban más, como Beatriz de Moura o Lluís Clotet, y estoy dándole vueltas a cómo continuar”.
Babelia
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