La copla, como nueva

El 2 de junio de 2006, EL PAÍS dedicó un amplio espacio en su portada a la muerte de Rocío Jurado, a quien describió como “la voz de fuego de la canción española”. Las exequias, primero en Madrid y después en Chipiona (Cádiz), ciudad natal de la cantante, fueron multitudinarias. Dado que Rocío Jurado era la copla —también tocó la balada pop, pero enarboló como nadie la bandera de las pioneras Concha Piquer y Juanita Reina—, la magnitud de la despedida reconocía en cierto modo el apego generalizado a un estilo que lleva décadas pacientemente acodado en nuestro subconsciente.

Por la misma asociación, el fallecimiento de Rocío Jurado podría haberse entendido como el certificado de defunción de una música añeja cuestionada por la implacable modernidad del nuevo siglo. Nada más lejos de la realidad.

El género se ha rejuvenecido en las últimas décadas con nuevos intérpretes

La colección EL PAÍS de Música dedica su próxima entrega, que se publica mañana domingo con este diario por 5,95 euros, a la versión más viva de la copla, en constante evolución. Las tres canciones más antiguas de este libro-CD (las de Carlos Cano, Martirio y María del Monte) datan de finales de los ochenta. Las de Rocío Jurado (Viva el pasodoble) y su mayor rival, Isabel Pantoja, (Caballo de rejoneo) se publicaron en 1991 y 1993, respectivamente.

Desde entonces, en los últimos veinte años, nuevos intérpretes (Pasión Vega, Diana Navarro, Buika, Antonio Cortés, Falete o Clara Montes) han rejuvenecido la copla, despojándola de discutibles matices rancios y connotaciones erróneas y reforzando su poso ilustrado. Otros, como Miguel Poveda y Diego el Cigala, han llegado a ella por el camino más largo, el del flamenco. O desde el pop, como Malú, que lleva el folclore hispano en la sangre lo mismo que Juan Valderrama. Algunos de esos nombres han consagrado su carrera a la copla; otros se han acercado a ella esporádicamente. Con ortodoxia o sin ella, siempre desde el respeto.

El oyente reconocerá aquí coplas clásicas que, como los estándares anglosajones, no tienen fecha de caducidad. Tonadas de maestros como Quintero, León y Quiroga, o Ramón Perelló, o Juan Solano, siguen tocándonos la fibra sensible por su dramatismo y capacidad narrativa. El actor Fernando Tejero, en un precioso prólogo, explica que le apasiona la copla “quizá porque me sienta identificado con sus personajes o porque me gustaría ser uno de ellos en esas historias que para mí son pequeños cortos cinematográficos”.

La copla es nuestro secreto mejor guardado. Los turistas más inquietos arramplan con discos de flamenco (o flamenquito), pero la copla… La copla sigue siendo cosa nuestra. Y, pese a ello, es una música de la que aún quedan cosas por descubrir, la mayoría de las cuales aparecen reveladas en este imprescindible volumen.