Vicky Peña: “Hay que pasar página, pero antes hay que leerla”
La actriz interpreta ‘El largo viaje del día hacia la noche’, sobre la felicidad y el fracaso
Este país esperó la felicidad y su presente suena a fracaso. ¿Qué contienen esas palabras? Durante siglos vivimos en una sociedad en la que uno manda y otro obedece y no hemos sabido adaptarnos al paso democrático de otros países. Nos hemos estancado; nos parece suficiente con poder votar.
Se ha conformado el ciudadano. Elegimos y esperamos que ellos trabajen y solucionen, desde los políticos hasta el presidente de la comunidad de vecinos. “Ya te encargas tú”. Y hay que estar en la brecha, dar la vara.
Ahora se da mucha vara. Desde que está este monstruoso Gobierno la gente está en la calle porque es ominoso cómo están desmantelando el tejido social. Ahora sí, pero excepto en algunas huelgas, la ciudadanía no se ha movido, sólo hemos votado.
Dice que la Transición la halló feliz, que aquello era pletórico. Ahora hay quienes consideran que era el régimen del 78. Ese latido que yo sentí creo que ahora lo siente esta otra generación (las voces que hay desde el 15-M, movimientos como Podemos o Guanyem). Esa generación me parece que denuesta el espíritu del 78. ¡Lo leí y me sentí vetusta! Y recordé una sensación que tuve cuando tenía 18 años...
¿Qué sensación? Cuando me dije ¡pero, por favor, que dejen de hablarme de la guerra y de la posguerra! ¡La historia empieza conmigo, la tengo que construir yo a partir de ahora! Era mentira, claro.
Me cabrea la prepotencia
de la banca y el peso que tiene lo mercantil en mi vida”
¿Por qué era mentira? Porque me faltaba mucho por saber. Hay que pasar página, pero antes hay que leerla. Esa página la había pasado sin leerla. Ahora la quiero leer. Hay que respetar que nos llamen carrozas, porque lo somos; hay que saber destilar los valores que nosotros sentíamos. Y quizá ni siquiera decirles a nuestros hijos que son los mismos valores, porque se van a rebotar. Quieren ser los primeros, quieren inaugurar la Historia.
Usted será carroza, ¡pero carroza enamorada! ¡Sí, ja ja ja! ¡Como el polvo de Quevedo! Soy una enamorada de la Historia, de la vida y de la cadena de generaciones. Me di cuenta ya bastante mayor, ensayando El jardín de los cerezos, de Chéjov; me sentí enormemente cercana a lo que decía el personaje y a lo que estaba pasando. También al año siguiente, haciendo otro Chéjov, Las tres hermanas, leí lo que dice Olga: “Dentro de cien años, ¿qué pensarán de nosotros?”.
¿Lo piensa usted? Me emocionó lo que decía el personaje, estar implicado en la sociedad aunque a veces te puedas sentir inútil. Mira lo que dice mi personaje en El largo viaje del día hacia la noche: “Las cosas suceden sin que te des cuenta, y luego te interpones entre lo que eres y lo que querías ser y acabas por no ser tú mismo”.
¿Que le ha dado el trabajo para mantener el espíritu de carroza enamorada? La sensación de que sirvo para algo, de que a través de esta entelequia que es el teatro o una película estoy devolviendo imágenes de espejo del ser humano en otro tiempo, en otra circunstancia. Saber que puedo abrir una ventana a través de esta profesión tan bonita y absurda, porque todo es ilusorio. Sentirme útil, parte de un fluido histórico.
¿Cómo le ha hecho esta experiencia? Quizá la edad también ha intervenido: la profesión me ha hecho muy sensible.
¿Y qué le ha hecho cabrearse o llorar últimamente? Estoy en un continuo cabreo desde el otoño de 2011. Y antes, cuando cambiaron el artículo 135 de la Constitución me cabreé mucho. Cabreada con la prepotencia de la banca, con el peso que tiene lo mercantil sobre mi vida. Me siento ninguneada, toreada, muy mal.
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