El aire se serena
Ute Lemper ofrece un inolvidable concierto en el Auditorio Nacional de Madrid. Con su cuarteo recreó la Alemania de Bertolt Brecht y Kurt Weill y la canción francesa
Con una cantante como Ute Lemper los criterios habituales de valoración pasan de inmediato a un segundo plano. Lo que verdaderamente importa es el sentido de la comunicación en escena, la recreación de una tradición, el estilo en la manera de afrontar el expresionismo alemán o la canción francesa, el lenguaje y, si me apuran, hasta la manera de hacer música con el silencio entre las palabras dichas o cantadas. Lo de menos es si la voz ha perdido consistencia en el registro grave, si se ha metalizado y otras cuestiones inevitables con el paso del tiempo. Ute Lemper, y su magnífico cuarteto de acompañamiento, recrearon con precisión esa Alemania de Bertolt Brecht y Kurt Weill que tanto amamos, la de la Canción de Alabama o la evocadora Bilbao Song, nos pusieron los pelos de punta con Lilli Marleen o nos llevaron con Lola, de Friedrich Hollaender, al universo de las evocaciones marcadas por el recuerdo afectivo. La sombra de Marlene Dietrich se hacía presente a cada pasaje. Lemper dialogaba con la historia y envolvía al público con sus comentarios seductores.
Ute Lemper
Con Vana Gierig al piano, Victor Villena al bandoneón, Cyril Garac al violín y Steve Milhous al contrabajo. Obras de Weill, Hollaender, Brel y Prevert, entre otros. Ciclo Fronteras. CNDM. Auditorio Nacional, 19 de noviembre
Los ecos de Marlene Dietrich, sí, pero también los de Edith Piaf y la canción francesa del cabaré intelectualizado, de la mano de aquellas melodías inolvidables de Prévert o Brel. El pasado se hacía presente y se proyectaba hacia el futuro. Todo era como un invitación a la melancolía. Los valores teatrales de Lemper son asombrosos y complementan a la perfección sus registros musicales. Su actuación en Madrid fue una lección magistral de comunicación. Emociona con sus palabras, cautiva con su sentido melódico, envuelve con la pronunciación de las erres, asombra con la pervivencia de una manera de cantar fiel a las esencias. Rezumó su recital una sensación de verdad.
Por ello las limitaciones puramente físicas tienen una importancia muy relativa. Se impone la manera que trae a nuestros días las hojas muertas de un tiempo y sus circunstancias musicales.
El público, que llenaba la Sala de Cámara del Auditorio, se quedó fascinado volcándose al final con la cantante en un clima de apoteosis. Ella correspondió con Ne me quitte pas o Je ne regrette rien, clásicos de la canción que están en nuestra memoria inconsciente y que salieron de inmediato a la superficie de nuestra cotidianeidad para recordarnos que el tiempo pasa pero a veces se detiene y nos brinda, gracias a actuaciones como la de Ute Lemper, momentos inolvidables de sosiego y paz interior. Ya lo decía Fray Luis de Leon: “El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada...”. Pues eso.
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