Una personalidad arrolladora
Evgeny Kissin transmite ilusión en su perfeccionismo, asombro en sus actitudes
Ha pasado un año y la historia se repite. En noviembre de 2013, el pianista ruso Evgeny Kissin dejaba boquiabierto al público madrileño con un recital centrado en obras de Schubert y Scriabin. Como si fuese un anticipo para su visita de ahora, en su tercera propina acometió entonces una obra de Chopin con una interpretación de las que cortan la respiración. En sus tres Nocturnos y seis Mazurcas, que incluyó en su programa de anteayer, volvió a repetirse esa sensación de ensueño que lleva dentro la música para piano de Chopin. Al escuchar de esta manera al compositor polaco uno comprende aquella opinión que en cierta ocasión manifestó Luis de Pablo cuando situaba a Chopin y Debussy como dos de los músicos a los que más admiraba a lo largo de la Historia. Chopin es, en cierta medida, la quintaesencia de la música para piano romántico, y Kissin consigue con su manera de convivir con el teclado que esta afirmación sea tan natural como la vida misma.
De Kissin sorprende, en primer lugar, su personalidad arrolladora, una manera de ser y estar en el universo musical fiel a sus convicciones y su musicalidad. No se permite la más mínima concesión. El programa que presentó el sábado en Madrid lo mantiene sin cambiar una pieza hasta mediados de mayo en una gira que desde los próximos recitales de Lisboa y Lucerna se extiende a París, Ginebra, Basilea, Múnich, Berlín, Londres, Viena, Ámsterdam, Chicago, Washington y Nueva York, entre otras ciudades. En todos los lugares se espera con impaciencia al maestro, como si fuese un embajador de la pureza pianística más sublime. Ibermúsica celebró, de hecho, anteayer sus más de 25 años de relación con Evgeny Kissin. Su primera visita, cuando tenía solamente 16 años, se produjo, dos meses después de su presentación con la Filarmónica de Berlín dirigida por Karajan. Alfonso Aijón estuvo listo e intuitivo. Ahora puede manifestar con orgullo que desde entonces ha invitado 26 veces a Kissin para recitales y conciertos a lo largo y ancho de la Península Ibérica.
EVGENY KISSIN
Obras de Beethoven, Prokofiev, Chopin y Liszt. Auditorio Nacional, 17 de noviembre.
Ya en Beethoven, Kissin cautivó el sábado con una interpretación magistral de la Sonata número 21, conocida como Waldstein. Después acometió la Sonata número 4 De los viejos cuadernos, de Prokofiev, con una capacidad poética y una resolución técnica deslumbrantes. Las lecturas de Kissin son tan interiores como exteriores, conviven en ellas la espiritualidad con la brillantez. Sabe ir con sencillez a los recodos más profundos pero también se permite el virtuosismo más efectista en pasajes como la Rapsodia húngara núm. 15, Marcha Rakoczi, de Liszt. El público estaba encendido.
En el lado negativo el concierto paralelo de toses de un sector fue en algunos momentos lamentable. En el positivo estuvo mayoritariamente embelesado y aplaudió al final hasta el delirio provocando tres bises. Kissin transmite ilusión en su perfeccionismo, asombro en sus actitudes, un gran respeto en sus versiones. Puede parecer incluso un extraterrestre. En realidad, lo es.
Babelia
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