La gentileza del color blanco
La gira española del Ballet Nacional de Uruguay termina el próximo día 9 en Toledo
Durante décadas y no hace tanto tiempo, se aseguraba que la música de Bach era imposible de coreografiar, y ese prejuicio o maldición se extendía, hacia detrás y hacia delante, a toda la música antigua y el último barroco, hasta que llegó George Balanchine en 1939 y se empeñó más por la necesidad que por otras razones estéticas en la redacción de su Concerto barocco (Ballet Caravan, 1940) sobre el concierto para dos violines, que se estrenó para la legendaria gira por América Latina. Y hay que decir que el remoto origen fueron unos ejercicios escolares neoyorquinos. Hoy, toda esa música es parte viva del quehacer coréutico y creativo, sin otra limitación que la capacidad inventiva del coreógrafo.
El Mesías
Ballet Nacional de Uruguay (SODRE). Coreografía: Mauricio Wainrot; música: G. F. Häendel; escenografía y vestuario: Carlos Gallardo. Director artístico: Julio Bocca. Orquesta y coro Verum. Directo: Manuel Coves. Director del coro: Jordi Casas Bayer. Teatros del Canal. Hasta el 8 de noviembre.
Maurcio Wainrot hizo el estreno mundial de su pieza El Mesías en 1996 cuando era coreógrafo residente en el Real Ballet de Flandes (Amberes) y se puede establecer una relación de coordenadas con otras piezas precedentes, como el Magnificat (Bach) de John Neumeier para la Ópera de París (1987) o La Creación (Haydn) de Uwe Scholz para el Ballet de Zurich (1985); después Wainrot amplió su obra y se ha llegado a bailar con 30 artistas. En todas ellas la fuerza coral se impone y juega el mismo papel que en las partituras que la acompañan y enmarcan. También así, las partes solistas tienen un sutil tono descriptivo, que no anecdótico, sino de, por ejemplo, ilustración consonante del alegro, entre otras voluntades expositivas del seguimiento melódico. A ello Wainrot añade un estilo de espiritualidad y cierto goce expresivo que va ganando terreno y voluntad aérea hasta el Aleluya final, que no por conocido y mil veces oído deja de impresionar. Es El Mesías un ballet de sensibilidad y sutilezas, con sus citas neoclásicas de rigor y un abundante corpus de material que se enlaza sobre sus propios fraseos de manera armónica.
A la obra se le nota el paso del tiempo sobre todo en su estética, particularmente en el vestuario, muy de su tiempo. Pero esa caja inmaculada y el buen baile hacen que ciertos detalles de costura se olviden. La compañía uruguaya, muy renovada, deja esta vez en Madrid una buenísima impresión de baile disciplinado y musical, de virtuosismo controlado y de empaque de conjunto. Téngase en cuenta que en el Canal era la primera vez que el SODRE hacía tan comprometedor título con orquesta y coro en vivo, y es muy difícil, una lectura plagada de soluciones en canon sobre una escritura tan compleja como compartimentada. Solistas y cuerpo de baile bailaron con una alegría comunicativa que el público agradeció con sonoros aplausos y bravos. Tras las funciones de Madrid, la gira española del Ballet Nacional de Uruguay termina el próximo día 9 en el Auditorio El Greco de Toledo con una última representación de El Mesías.
Babelia
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