Marion Cotillard: “Cuando ruedo, me afectan mis personajes”
La estrella francesa protagoniza la última entrega de los Dardenne, 'Dos días, una noche'
No encuentra la palabra, al menos en inglés. “Dígala en francés”, le suelta uno de los periodistas. “Eeeh, ahí hay otro problema”, sonríe Marion Cotillard (París, 1975). Finalmente la actriz se sale con la suya: “productivité” era el término que andaba buscando para explicarle a un grupo de redactores cómo nuestras sociedades han perdido de vista el factor humano. Pero su momento de crisis incluso con la lengua materna algo desvela sobre una trotamundos del cine, capaz de actuar en italiano o en polaco, de Hollywood a su Francia natal, y de interpretar desde Édith Piaf (con oscar incluido) hasta la peor enemiga de Batman. Ahora en cambio se ha metido en la piel de una mujer de lo más normal para la nueva película de los hermanos Dardenne, Dos noches, un día, que llega a España tras estrenarse en Cannes (donde se celebró esta entrevista).
Tan habitual es Sandra, el personaje de Cotillard, que está a punto de ser despedida. Es decir, el pan de cada día en media Europa. Menos normal es la situación que la mujer afronta: convencer a lo largo de un fin de semana a sus compañeros de que renuncien a un bonus de 1.000 euros, que cobrarían si finalmente ella fuera despedida, y así salven su puesto de trabajo. “Cuando empiezo a construir un personaje investigo quién es; tenía muchas secuencias solo en mi mente y en mis cuadernos. Si encuentro las claves interiores, el aspecto físico sale con naturalidad: cómo hablas, respiras, te mueves, dice mucho de tu personalidad”, tercia Cotillard. Risueña en todo momento, la actriz parece ponderar a fondo sus respuestas, hasta el punto de perderse a veces en ellas.
Sea como fuere, a su trabajo mental y corporal en el filme se añadió el que los Dardenne exigen en todas sus películas. La receta de los belgas, que ya les ha llevado a dos Palmas de Oro y a una enorme fama, siempre es la misma: varias semanas de ensayos previos –en este caso un mes-, en los lugares del filme, a veces incluso con los vestidos que saldrán en las secuencias. Un perfeccionismo que llega a probar una toma hasta “100 veces”, según Cotillard, que sostiene estar encantada con los directores y sus exigencias.
Ambos se cruzaron ante la entrada de un ascensor durante el rodaje de otro filme –De óxido y hueso, que la actriz protagonizaba y los cineastas producían- y se quedaron con las ganas de trabajar juntos. Y eso que los Dardenne suelen escoger actores belgas y poco conocidos. Por Cotillard hicieron una excepción, aunque hasta cierto punto. “Trabajamos igual con todos los actores. Necesitábamos llevar a Marion a nuestro terreno. Puedes pensar que con una actriz tan famosa el público no se identifique con el personaje, pero fue capaz de hacer olvidar su presencia”, tercia Jean-Pierre Dardenne. Y no solo: Cotillard también tuvo que sustituir su acento parisiense por uno cercano al belga.
Ya puestos, Dos noches, un día le costó a la actriz francesa un precio más caro. “Hubo un director con el que siempre quise trabajar que me propuso un rol maravilloso. Pero era un rodaje largo y un personaje muy triste. Y tras tanto dolor con los Dardenne y con Lady Macbeth [su siguiente rol] tuve que decir que no. Cuando ruedo me afectan mis personajes”, relata Cotillard, quien, acto seguido, rechaza aclarar quién era el cineasta en cuestión. Tanto es así que la actriz desvela que no puede inspirarse en heridas de su vida real para comprender a sus personajes porque cree que no sería capaz de volver a salir de esa espiral de dolor.
Por ello, entre otras razones, Cotillard ahora quiere un papel menos duro. Quizás una comedia o una película de acción, como sugirió en algunas ocasiones, para seguir experimentándose en la gran pantalla: “El cine es una manera de poner a prueba a la gente, de cuestionarla”. Aunque ella ya se plantea bastante preguntas por su cuenta, sin la ayuda de las películas. “Siempre ha sido parte de mi educación sentirme responsable por lo que hago. Incluso lo que compro y consumo es una responsabilidad”, defiende Cotillard. De ahí que asegure que solo adquiere comida orgánica, que tiene mucho cuidado con la ropa que lleva y que comprobó con los directivos de la compañía de perfume de la que es imagen sus métodos de trabajo antes de aceptar.
“Amo este animal tan interesante que somos, me fascinan los seres humanos. Creo que compartir con la gente es una buena razón para vivir, mi sueño es la sencillez”, agrega la actriz. Han pasado 25 minutos y la entrevista termina. De los 10 redactores ocho piden a Cotillard sacarse un selfie con ellos. La actriz accede aparentemente encantada, sin dudarlo ni un segundo. Así, sencillo.
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