Nueva York se pone a tono
Alexander Wang y Lacoste se suman a la actualización de la moda deportiva Victoria Beckham y Joseph Altuzarra se apuntan al revisionismo con desigual fortuna
Decir que la semana de la moda de Nueva York para primavera / verano 2015 apuesta por lo deportivo podría parecer la aceptación de una derrota. No solo en el sentido que Karl Lagerfeld atribuye al hecho de vestir de chándal (“Cuando uno ha perdido el control de su vida, lleva ropa para hacer footing”, declara). También en la medida en que el estilo cómodo e informal es el mayor tópico asociado a la moda estadounidense. Y, sin embargo, bajo la escasa originalidad de la premisa laten ideas nuevas.
Alexander Wang, hijo predilecto de la ciudad y director creativo de Balenciaga en París, recuperó un buen tono muscular que parecía haber perdido en las dos últimas temporadas con un interesante acercamiento a un tema recurrente estos días en la moda: las zapatillas. En lugar de sacarlas a la pasarela, como han hecho Dior o Chanel, el estadounidense (San Francisco, 1984) se inspiró en sus formas, materiales y funcionalidad para crear traviesos vestidos más pensados para una rave que para un gimnasio. El homenaje al clásico modelo Stan Smith de Adidas genera una serie de trajes perforados en blanco y verde mientras que los trenzados de los zapatos más aerodinámicos y contemporáneos dan pie a vestidos elásticos en tonos vibrantes que se ajustan al cuerpo sin pudor. Tal vez lo más significativo del ejercicio es que, más allá de la curiosidad del punto de partida, el resultado se defiende por sí mismo. Con sus coloristas drapeados sobre negro, Wang ofrece una interpretación propia de la herencia tantas veces revisada de Madame Grès o Fortuny.
Las zapatillas inspiran al también diseñador
También el portugués Felipe Baptista Oliveira (Azores, 1975) consigue esquivar los peligros del cliché en su séptima colección para la casa Lacoste. Y eso que el tema náutico está manido como pocos. Pero Oliveira se aleja de lo literal con una representación muy esquemática de parkas, rayas y camisetas de atletismo. Como en el caso de Wang, no se trata tanto de reproducir barcos y anclas o de calzarse unos náuticos como de integrar la funcionalidad, materiales y recursos de la construcción naval en la textil.
La moda, industria del eterno retorno, obliga a preguntarse cuántas veces se puede tocar la misma canción y que esta suene diferente. El peligro del truco reside en que, si no se aporta nada nuevo, la melodía suene demasiado conocida, cosa que sucede con la colección de Victoria Beckham. Seis años después de su debut y con la seguridad que da haber obtenido la aprobación de la industria, la británica (Harlow, 1974) se aventura en territorios nuevos para ella, como los estampados florales o unos zapatos que por primera vez llevan su firma. Pero su revisión de la sahariana recuerda demasiado a la interpretación que Phoebe Philo hizo cuatro años atrás en Céline del clásico que Yves Saint Laurent lanzó a la fama en 1968.
Recorrer una ruta distinta también tiene recompensas. Uno de los mejores desfiles que se han visto en las primeras jornadas de la cita estadounidense, que empezó el jueves, ha sido el de Joseph Altuzarra (París, 1983). Que nada tiene que ver con lo deportivo. A pocos días de que reciba el espaldarazo de popularidad y ventas masivas que supone lanzar una colección para la cadena Target, Altuzarra —que creó su firma en 2008— construyó una narración sensual y refinada. “Las películas La semilla del diablo y Barry Lyndon fueron los puntos de partida”, asegura. “Me interesaba la idea de una belleza siniestra y de un romance condenado y maldito”.
Los vestidos y trajes de cuadros en tonos pastel rematados con lazos y perlas evocan la ingenuidad de Mia Farrow en el filme de Polanski de 1968. Y la forma en que las telas japonesas han sido lavadas y arrugadas para que acaricien la piel y cómo los tejidos marroquíes caen y se abren sobre el cuerpo otorgan a su discurso un erotismo sutil. Altuzarra se aventura incluso con la inspiración del siglo XVIII, que marcó la última semana de alta costura en París, con una serie final que mantiene la estructura de los vestidos de la corte, pero desinflados y construidos con tejidos tan leves como un suspiro. El efecto logra transformar lo que un día fueron trajes rígidos y armados en una estampa de libertad y sensualidad. Lo que cualquier diseñador anhela: una nueva mirada sobre una tradición anterior.
Babelia
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