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grada de verano
Columna
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Ilusión de Occidente

Diego Torres

Si el final del verano y de la revista lo sorprenden adentrándose en el paseo de Fernando Quiñones, en el extremo más occidental y salvaje de Cádiz, se percatará de que avanza hacia el océano como por un portal al más allá. A medida que progrese por la estrecha pasarela de piedra junto a La Caleta se encontrará inconscientemente despojado de las impresiones triviales de la vida en tierra firme. El fragor de la marea, la rompiente en los escollos, el cielo abierto y el viento envolverán su mente predisponiéndola al encuentro con la divinidad. El poder de sugestión de la naturaleza invitó a los sacerdotes fenicios a levantar allí el tenebroso santuario de Astarté, hace 3.000 años. Hoy sumergido, el templo es una sombra ocre confundida con el arrecife de roca ostionera en medio del canal verde.

Cádiz era la región de los últimos santuarios oraculares. El lugar donde acudían a encomendarse los navegantes de la edad del bronce antes de marchar hacia lo desconocido. De aquellos cultos que centraban la vida social y comercial de la Península solo quedan vestigios. Repeticiones deformadas de un original impreciso que se manifiesta en el carnaval, las procesiones de la Virgen del Carmen Atunera, o el fútbol. La mitología contemporánea consagra el estadio Ramón de Carranza a las deidades del Cádiz Club de Fútbol.

Como los monarcas cartagineses, José León de Carranza, nombrado alcalde vitalicio por Franco, construyó el estadio en 1955 y lo bautizó con el nombre de su padre. El Trofeo Carranza se instituyó como el gran torneo estival. La última edición fue la más vista de la historia. Acudieron el Sevilla, el Atlético y la Sampdoria, y los partidos se retransmitieron a más de cien países. Culminó un domingo de madrugada con un ritual popularísimo. Si los ancestros púnicos lo hubiesen visto habrían jurado que allí se oficiaba un sacrificio de sardinas. Para los modernos es la tradicional barbacoa. Acuden a millares para libar y comer en la playa de la Victoria bajo la vigilante mirada de la alcaldesa Teófila Martínez, del PP, que suma 19 años consecutivos en el cargo.

El Cádiz es un club en lucha. A la trampa de la Segunda B se suma la penuria económica. La provincia es una de las regiones europeas más golpeadas por el desempleo: el 42,4%. Los abonos se paralizaron. Pero este verano subieron de 7.000 a más de 10.000. La campaña es simple. El lema, “sin excusas”, y la razón, una rebaja del 40%. Adultos, 70 euros; infantiles, 40. Entre uno y tres euros por partido.

Decía el mártir italiano Antonio Gramsci que el reto de la modernidad es vivir sin ilusiones y sin desilusionarse. Pues bien, en Occidente ha triunfado la antigüedad.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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