Duelo en Broadway
‘Birdman’, de Alejandro González Iñárritu, inaugura la 71ª edición de la Mostra de Venecia
La vieja guardia contra la nueva. Michael Keaton contra Edward Norton. Uno ya con pelo (poco) cano y 62 años. A dos semanas de su cumpleaños. Juguetea con los cables de los cascos para oír la traducción. No encuentra el canal para la audición en inglés. Le tienen que ayudar. El otro, Norton, justo a su izquierda, saca el iPhone, graba a los periodistas. Ambos parecen repetir los roles que mantienen en Birdman, la nueva película de Alejandro González Iñárritu, un cambio radical en la carrera del cineasta mexicano que, asegura, se ha reído por primera vez en un plató.
Birdman aclara algo más sus intenciones en su subtítulo: La inesperada virtud de la ignorancia. Porque Keaton encarna a un actor, conocido por haber encarnado décadas atrás a un superhéroe —el hombre pájaro del título—, que afronta su debut en Broadway con una obra que él mismo dirige: la adaptación, su adaptación, de De qué hablamos cuando hablamos de amor, de Raymond Carver. Un escritor que es su obsesión desde que le firmara una servilleta deseándole suerte de joven en su futura carrera interpretativa. Al estrés de dirigir y protagonizar se añaden sus conflictivas relaciones sentimentales (con su exesposa, con su hija y con su actual pareja), y el duelo que afronta contra un joven e intenso actor de Hollywood, necesario para que la obra tenga tirón popular: ahí entra Edward Norton. Y todo ello en un plano secuencia, que acerca la película en su formato a La soga, de Alfred Hitchcock, aunque ese respeto espacial no se da en lo temporal, ya que condensa varias semanas de trama. Los duelos Norton-Keaton —verbales, psicológicos, incluso físicos, a tortas y puñetazos— echan chispas en la pantalla, que agradece ese choque. Porque uno quiere sacar adelante la obra y el otro apropiarse del talento circundante. A todo lo anterior Iñárritu le da su habitual pátina de trascendencia, aunque, por primera vez en su carrera, añade humor negro. El resultado ha sido recibido con aplausos.
Descubrí lo atrevido que resulta Michael aceptando los retos", dice Iñárritu.
El mexicano asegura que sin Keaton hubiera sido complicado hacer el filme: “Escogí a Michael porque es obvio que muy pocas personas en el mundo se han enfrentado a ese reto de dar vida a un superhéroe, pero lo más importante es que sabía que el tono de la película y lo que se cuenta en ella necesitaba de un tipo de talento que supiera navegar entre la comedia y el drama. En el rodaje descubrí además lo poco pagado que está de sí mismo, lo atrevido que resultaba aceptando los retos. Él era ese actor que necesitaba”. Cierto, porque pocos pueden presumir de haber encarnado a Batman en la gran pantalla, y Keaton fue el primer rostro de la revisión de la saga que se inició con las películas de Tim Burton. En cambio Norton no tuvo un recorrido tan brillante en las adaptaciones de tebeos a la gran pantalla: poca gente recuerda que él fue el doctor Bruce Banner en El increíble Hulk que dirigió Louis Leterrier. Norton ya ha cumplido 45 años, ya no es el joven actor que asombrara en 1996 con Las dos caras de la verdad (aquel mismo año ya filmó un allen y rodó El escándalo de Larry Flint), ni el tipo que logró dos candidaturas al Oscar antes de superar los 30 años. Neoyorquino de adopción, reconoce haber disfrutado del rodaje en su ciudad, “un personaje más de la trama”, una ciudad a la que le rendía un tremendo homenaje en un monólogo en el que puede que sea su mejor trabajo: La última noche, de Spike Lee.
Ambos hablaron sobre el reto de filmar en tramos que se convertían en miniplanos secuencia que a su vez se unían entre sí para lograr la película final. “Si algo me gusta como actor es que me lleven a situaciones en las que me siento incómodo y asustado”, cuenta Keaton, que en la película llega a atravesar el cruce de calles de Times Square vestido solo con calzoncillos y en plena hora punta turística nocturna. Hay que reconocer que se mantiene en forma, y esta mañana en Venecia ha habido varios chistes sobre su edad y sobre envejecer, que Norton ha rematado así: “Michael prueba que los 60 son los nuevos 59”. Más serio, Norton explicó lo que le atrajo de Birdman: “Hacer una película es colaborar con un equipo. Y aquí más aún, por lo complejo del plano secuencia. Desde eléctricos a sonidistas, todos estábamos centrados en el objetivo. Se montaba una fiesta al final de cada día cuando habíamos logrado la secuencia que queríamos, lo que nunca, en ningún momento, fue fácil”.
Sobre sus recuerdos de Batman, Keaton divagó mucho antes de retratarse como “parte de un gran cambio que comandaba Tim Burton”, antes de permitir a Norton aportar su última frase a su encuentro con la prensa: ¿qué piensa de cómo su personaje habla con condescendencia de Ryan Gosling como posible rival robatrabajos? Iñárritu asegura que le dio la idea justo antes de filmar, y él absorbió la referencia: “Lo solté… porque me gusta”. En un pequeño detalle Norton siempre superará a Keaton: al menos él actúa con su verdadero nombre. Keaton tuvo que cambiárselo ya que el suyo real ya lo tenía otro famoso actor: Michael Douglas.
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