Un amor de contrabando
Durante un debate de la programación paralela de la Flip, dos autores argentinos explican que las relaciones culturales entre Brasil y Argentina son fuertes, pero por vía extraoficial
En el escenario de obstaculos que influyen en las relaciones culturales entre los países de Latinoamérica, Brasil y Argentina aparentemente encontraron una manera de quererse: por debajo del mantel. La opinión es de Leopoldo Brizuela, uno de los participantes del debate Mano a mano, programado para este jueves en la Flip Mais, la agenda paralela a la principal de la Feira Literária Internacional de Paraty (Flip), para desvelar los lazos entre las dos naciones a través de los libros. Le respaldó su compañero —y también argentino— Damián Tabarovsky, para quien “la literatura brasileña vive un momento excepcional en los catálogos de las editoras argentinas”. Ambos son escritores cuyas obras fueron publicadas por grandes editoriales y editores que dirigen pequeñas empresas. Por tanto, acumulan una doble experiencia: la tradicional y la independiente.
Brizuela comenzó a escribir a los 17 años, cuando publicó Tejiendo agua. Recibió nueve premios por sus libros. Su novela más reciente, Una fábula, recibió el premio del periódico Clarín en 2012, y logró críticas positivas en varios países, incluido en Brasil. También fue el responsable de publicar diversos escritores brasileños en Argentina, como Lima Barreto y Bernardo Carvalho, a quién incluso le tradujo. “Mi introducción a las cosas brasileñas se produjo, como para muchos argentinos, a través de jergas que usamos y que vienen directamente del portugués de Brasil, como decir comer en el sentido sexual, coger un autobús o patota para definir un grupo”, cuenta. Un intercambio de lenguaje que, sobre todo en el pasado, "aumentó mucho con la música de personalidades como Chico Buarque, Caetano Veloso y Ney Matogrosso, artistas que, a través de su manera de conciliar alta cultura y cultura pop, fueron absolutamente perturbadores para Argentina”, explica. Para él, “de repente todo lo que llegaba de Brasil era visto como un 'delito' en Argentina, en el sentido más seductor de la palabra".
Además de esa admiración secreta, los movimientos del mercado también promovieron el actual boom, según opina Tabarovsky, para quien “el conocimiento de los argentinos en relación a la literatura del Brasil ha aumentado”. Este escritor, que también es autor de nueve libros, muchos de los cuales fueron traducidos al francés, alemán y portugués, entre otros idiomas, explica que grandes editoras argentinas, como MC y Sudamericana, fueron compradas en la década de los 90 por poderosos grupos españoles. Estos entonces llevaron a cabo su política de traducción en España según criterios propios. Brasil estaba, hasta hace poco tiempo, lejos de sus prioridades. Pero “varios fenómenos, mucho de ellos sin explicación”, favorecieron la creación de editoras independientes, y el error fue corregido. “Esas pequeñas editoras, que surgieron tras el periodo de monopolio de las grandes, fueron creadas en una época democrática, en la que la relación de jóvenes editores con Brasil ya era otra, así como el criterio de traducción”, explica.
El acercamiento se produjo una vez más a través de la publicación de nombres contemporáneos, como João Gilberto Noll, Dalton Trevisan, Hilda Hist, Luiz Ruffato, Daniel Galera, Caio Abreu y João del Rio, además de importantes clásicos, como Machado de Assis, Lima Barreto y Mario de Andrade. Lamentablemente no han vendido mucho ejemplares, pese a las críticas positivas en la prensa. “Siento que puedo escoger quién quiero publicar, ya que no lo hago para vender, sino por la calidad de los libros”, sostiene Tabarovsky.
Los dos escritores destacan que los principales estímulos fueron las políticas gubernamentales de fomento a la traducción, como el Programa Sur da Argentina y el apoyo de la Fundação Biblioteca Nacional do Brasil. Lo mismo vale para los países latinoamericanos de habla hispánica, que a pesar de la mayor cercanía, también se relacionan en cierta clandestinidad. “No idealicen, es un amor medio prohibido también”, finaliza Brizuela.
Babelia
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