Todo el arte cabe en un libro
La Fundación Juan March reúne 118 obras impresas reconvertidas en objetos artísticos
Raymond Queneau hizo poesía triturando un poema. En Cent mille milliards de poèmes, publicado por Gallimard en 1961, el lector puede fabricarse su propia composición alterando a placer el orden de los versos. Cada línea recortada es un verso suelto, disponible para ser combinado con cualquier otro. Es uno de los 118 objetos artísticos de la exposición Libros (y otras publicaciones) de artista (1947-2013), que puede visitarse en la Fundación Juan March, en Madrid, hasta el 30 de agosto. ¿Y qué es un libro de artista? “Son el resultado de lo que los artistas hacen con libros, sobre libros, en torno a libros, para o contra los libros”, escribió Guy Schraenen, que analizó esta corriente que se expandió en los sesenta aunque tenga su origen en experimentos anteriores.
Podría decirse que es el resultado de la apropiación por parte de un artista de un objeto que había sido confinado a una finalidad (la lectura). Picasso, Chillida, Dalí o José Guerrero son algunos de los que frecuentaron el género, y que figuran en la muestra. “El libro de artista surge cuando entra en crisis cierta idea tradicional del arte, y los artistas creen que tienen que usar otros circuitos y otros formatos, que van más allá del cuadro”, explica Manuel Fontán, director de exposiciones de la fundación y organizador de la muestra. Schraenen considera que resultan esenciales dentro del arte del siglo XX porque evidencian nuevas ideas: “el ambiente rupturista de los años sesenta, con sus ideas de democratización, difusión pública y universal del arte”.
Un libro de artista es Emblemas, con poemas de José Ángel Valente y serigrafías de Antonio Saura (publicado en 1979), pero también la caja de madera con serigrafías de Manuel Millares editado por el Museo de Arte Abstracto Español en 1971, el minúsculo libro de Willem de Kooning, Collected writings, impreso en Nueva York en 1988, o la obra La depresión en España, un informe sanitario de 1988 modificado por el artista experimental Fernando Millán.
Entre 1981 y 1983, Millán tachó cada día páginas del libro (intervino sobre cinco ejemplares del ensayo). No era su primera vez, pero quizás fue la más drástica. “El primer radicalismo en la transformación del primer libro La depresión en España por su correspondiente tachado es el paso de un libro para leer a un libro para contemplar. El autor, sin abandonar la materia primaria verbal, crea un objeto estético visual que incluye cualidades plásticas características en la pintura y la objetivización del espacio propio de la escultura y arquitectura”, reflexiona la profesora del departamento de Lenguas extranjeras del Georgetown College, Laura López Millán, en el volumen publicado en 2012 por ediciones La Bahía con una tirada de 300 ejemplares. El número 299 es el que se incluye en la muestra de la Fundación Juan March.
Una parte importante de los fondos expuestos procede de las bibliotecas de Julio Cortázar, donada por su viuda Aurora Bernárdez en 1993, y de Fernando Zóbel, incorporada cuando la fundación asumió la gestión del Museo de Arte Abstracto de Cuenca, una de las primeras instituciones consagrada a las nuevas corrientes artísticas creada durante la dictadura por iniciativa de Zóbel. A la biblioteca del autor de Rayuela pertenecen, entre otros, los Discos Visuales de Octavio Paz o lel Cent mille milliards de poèmes, de Queneau. A la de Zóbel corresponden la colección Descubrimientos en Millares 1671, las serigrafías de Millares sobre arqueología incluidas en una caja de madera, o Ardicia, libro de aguafuertes de Pablo Palazuelo y José Miguel Ullán. Destaca, también, la colección de revistas Derrière le Miroir dedicadas a artistas como Alexander Calder, Jean-Paul Riopelle o Pol Bury y algunas piezas creadas por Dalí, Chillida, Guerrero y Picasso.
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