Revolucionario con salvoconducto
En las necrológicas dedicadas al jazzman Charlie Haden, se rememora el famoso incidente de Cascaes. Les refresco la memoria: el 20 de noviembre de 1971, el cuarteto de Ornette Coleman –con Haden al contrabajo- actuaba en la primera edición del festival de jazz de la villa portuguesa. Y Charlie dedicó una composición suya, “Song for Che”, a los movimientos de liberación que luchaban en Angola y Mozambique contra las tropas lusitanas.
En la grabación, el público reacciona con un entusiasmo tal que sospechas que han subido el volumen del micrófono de ambiente (o añadido efectos de sonido). Efectivamente: el radiofonista Juan Claudio Cifuentes, que estaba allí, recuerda que hubo unos segundos de silencio hasta que alguien inició unos aplausos tímidos seguidos por otros espectadores.
En una entrevista de 2006, Haden cuenta que no pasó nada más. Fue a punto de embarcar en el aeropuerto de Lisboa, cuando la PIDE, la policía política, le detuvo. Haden terminó en la sede lisboeta de la Dirección General de Seguridad. Allí se hizo el inocente y eso no gustó a sus interrogadores. Uno empezó a juguetear con la porra y…llegó la Caballería al rescate: el agregado cultural de la Embajada de EE UU le sacó del atolladero y le puso en el siguiente avión rumbo a Londres.
Con el tiempo, el encontronazo ha tomado dimensiones míticas. Según Haden, le convirtió en un héroe para los demócratas y su hazaña se cuenta en los libros de texto que estudian los escolares portugueses. Es verdad que la RTP (Rádio e Televisâo de Portugal) rodó un reportaje donde Charlie visita el recinto donde transcurrió el concierto, el Pavilhâo do Dramático de Cascaes. Y ofrece una versión ligeramente diferente: los polizontes le atraparon en el mismo lugar y se le llevaron “en un coche pequeño”, especifica.
Haden solía burlarse de la torpeza de la policía salazarista. No advirtieron que, en la gabardina, llevaba una cinta con la grabación de la polémica presentación. Y entonces piensas: “o sea, todo estaba calculado”. Desde luego, fue rentabilizado: aparecería como introducción de una dueto con Paul Motian, “For a free Portugal”, publicado en 1976. Cuando ya había ocurrido la Revolución de Abril.
Cierto que el brindis era coherente con el activismo simbólico de Haden: el primer disco de su Liberation Music Orchestra ya incluía adaptaciones de canciones de la Guerra Civil Española. Aseguraba que, en Cascaes, se jugó la vida. Encerrado en una celda oscura, temió que no volvería a ver a sus hijas: su esposa acababa de tener trillizas. Pamplinas: en el Portugal de la dictadura, un pasaporte estadounidense era, en la práctica, un salvoconducto.
Conviene desconfiar de los turistas revolucionarios. Sus gestos cara a la galería tienen consecuencias ingratas para los nativos
Desconfio de los turistas revolucionarios, se llamen Carromero o Haden. Un gesto cara a la galería tiene consecuencias ingratas: Haden dejó un marrón a los organizadores del festival, Joâo Braga y Luis Villas-Boas, que tuvieron que tirar de toda su picaresca para impedir que se suspendiera el festival.
Admiro casi toda la música que firmó Charlie Haden. Incluso, hice programas de radio conjugando sus discos con los de sus hijos, desde Petra a Josh. En sus ocasionales visitas a España, pensé en hacerle las mismas preguntas que aquí me planteo. Me disuadieron los promotores: Charlie era un maniático, “tiene malas pulgas”. Y me quedó la duda: en Cascaes ¿fue un valiente o un maestro de la autopromoción?
Babelia
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