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Fogerty inunda de rock pantanoso la sierra de Gredos

El que fuera líder de la Creedence Clearwater Revival encandila con su rock de raíces a los 12.00 asistentes al festival Músicos en la Naturaleza en Ávila

Fernando Navarro
John Fogerty, durante su actuación en Hoyos del Espino.
John Fogerty, durante su actuación en Hoyos del Espino.Raúl Sanchidrián (EFE)

Sin medias tintas, John Fogerty, quien fuera fundador y líder de la Creedence Clearwater Revival, inundó anoche de rock pantanoso la sierra de Gredos, como si el hechizo de un chamán se cumpliese y, entre los páramos de la alta montaña castellana, la magia del rhythm and blues más irresistible cobrase vida en las almas de los más de 12.000 asistentes que pusieron el cartel de no hay billetes en el festival de Músicos en la Naturaleza, que se celebra en el pequeño pueblo de Hoyos del Espino, en Ávila.

La noche era cerrada, apenas se divisaba una sola estrella en el cielo oscuro y un ejército de grandes pinos, visibles a la luz de los focos, rodeaba al inmenso escenario, cuando Fogerty, con su peculiar camisa azul de cuadros, estilo leñador, saltó a las tablas con la sonrisa puesta. Traía un artificio en forma de canciones, que en sus manos, desde que debutó a finales de los sesenta, siempre han guardado el poder evocador del mejor rock`n`roll. En sus manos de artesano exquisito, la canción ha sido gloria bendita. Bastaron los primeros compases del concierto para comprobarlo cuando el cantante californiano desplegó su artillería pesada: Travelin’ band, Green river y Who´ll stop the rain? abrieron una actuación sobresaliente, de principio a fin.

Fue un viaje tan espectacular por las esencias de la música norteamericana que aquello transportó durante dos horas a los paisajes más arrebatadores del rock de raíces estadounidense, aquellos donde se dan cita el blues, el rock’n’roll primigenio, el folk, el country o el soul, como si el oyente viajase a través de sensaciones por las mismas estepas que una vez leyó que transitaron Tom Sawyer, Huckleberry Finn o Colmillo Blanco, o que, sin leerlo ni saberlo, lo siente por su fuerza emocional, inspirándole lugares de naturaleza salvaje, tórridas tardes de verano y caminos secundarios.

Contaba Fogerty a este periodista en entrevista telefónica que una parte de su cabeza siempre estuvo en el Sur, ese espacio geográfico y espiritual norteamericano que se reconoce como enseña de un país. Su blues machacón, sus martillazos al bajo, sus telones swamp perfectos y, sobre todo, sus sugerentes riffs, propios de la más noble tradición del blues-rock —dígase Muddy Waters o Bo Diddley— que dan la estocada sentimental perfecta como sólo logran los mejores esgrimistas, consiguen que el jolgorio musical se revuelva con euforia en la imaginación del oyente. Consiguen que el primitivismo adquiera aires divinos.

Se volvió a demostrar transcurrida la media hora de concierto. Fogerty y su banda se lanzaron con Susie Q, que fuera en 1968 el primer single de la Creedence Clearwater Revival. Sonó contundente, fiera, con sus punteos concisos y cortantes en la medianoche. De alguna forma, Susie Q siempre ha sido representativa de Fogerty y su causa musical. Cuando San Francisco, California y el mundo del rock estaban rendidos a la psicodelia, la experimentación sonora, las drogas y el verano del amor, la Creedence Clearwater Revival se presentó al mundo con esta versión del músico folk-rock Dale Hawkins. Era su forma de decir que había otra ruta, que buscaba lo vibrante y lo real a través de la música tradicional del sur estadounidense, que encontraba todo su imaginario fantástico en las mismas esquinas en las que tocó Robert Johnson o en los mismos pueblos en los que se detuvo Stephen Foster.

Midnight special, Have you ever seen the rain? o Bad moon rising fueron anoche las mejores notas de reivindicación de esta propuesta sonora, que, a diferencia de su anterior visita a España en el año 2009, la primera que hizo en 40 años de carrera, se recreó más en la instrumentación, colindando en temas como Looking out my backdoor con pasajes heavys, en el punto de sus amigos y queridos AC/DC. Fue la pieza menos conseguida de la actuación. Pero no rebajó el éxtasis. El público terminó por enloquecer con los bises: Rockin’ all over the world y Proud Mary. Palmas por miles, la gente bailando en lo alto de la montaña, en plena madrugada y naturaleza viva, y John Fogerty, como si por él nunca hubiese pasado el tiempo, el hombre que dijo una vez que las canciones a veces son lugares que no existen pero que están en algún lugar, como los sentimientos, punteando su guitarra eléctrica, como si fuese el motor de un barco cruzando el Mississippi y los demás con él. Los demás, fabulando.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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