“La Creedence Clearwater Revival fue la mejor banda de la historia tras los Beatles”
El artista fundó la banda que revolucionó la música de raíces estadounidense
Difícil encontrar una risa tan contagiosa como la de John Fogerty (Berkeley, 1945), que desde su casa de Los Ángeles habla por teléfono con su voz de adolescente educado. “Disfruto con la música y soy feliz viajando por el mundo. No creo que pueda tener mejor situación”, asegura este cantante y guitarrista californiano, fundador de Creedence Clearwater Revival, posiblemente la mejor banda de rock norteamericano de la historia. Su alegría es el indicador más evidente de que, desde hace tiempo, el hombre que revolucionó la música de raíces estadounidense, pero que estuvo torturado por un conflicto legal con sus canciones, sólo mira hacia adelante.
Su último testimonio discográfico, Wrote a song for everyone (Vanguard, 2013), refleja este entusiasmo vital, rodeándose de viejos amigos y buenos discípulos para interpretar sus canciones más célebres. Camaradas como Keith Urban, Bob Seger, Kid Rock o Foo Fighters y los últimos acólitos de su impresionante legado al frente de la Creedence Clearwater Revival como Dawes, Zac Brown Band, My Morning Jacket o Alan Jackson dan forma a un jubiloso álbum en el que el country tiene gran peso. “Ha estado siempre presente en la psicología de la música de Estados Unidos. El rock‘n’roll le debe bastante, como se puede ver en sus primeros éxitos como Jambalaya y en pioneros como Elvis Presley o The Everly Brothers”, explica el músico, que actuaba este sábado en el ciclo Músicos en la Naturaleza, en Hoyos del Espino (Ávila).
El country ha sido uno de los grandes ingredientes con los que Fogerty ha creado su sabrosa obra, pero no el único. El sonido sencillo y adictivo que caracterizó a la Creedence... a finales de los 60 fue una mezcla fantástica de espíritu vaquero con rock sureño, rhythm & blues y swamp pop, ese desgarrador soul blanco a medio camino entre Louisiana y Texas. “Cuando éramos jóvenes sonaba esa música psicodélica y en boca de todos estaban Grateful Dead o Jefferson Airplane. No sentía que fuera mi lugar. Yo estaba en la música de raíces... no se nos dio tan mal lo que hicimos”, ríe.
Disfruto con la música y soy feliz viajando por el mundo. No creo que pueda tener mejor situación"
Desde el verano de 1968 hasta las navidades de 1970, la banda redefinió el mapa de la música popular cuando la contracultura estaba en su punto álgido. Entre las cuatro paredes de un garaje familiar, estos chicos de clase media del barrio de El Cerrito, a las afueras de San Francisco, alumbraron un catálogo asombroso de canciones de tres minutos, sustentadas en los riffs de Fogerty, tal vez el músico con la mejor colección de punteos de la historia después de Keith Richards, que entraban plenos y divinos, con ese poderoso aire blues, inspirados en sus referentes Steve Crooper y Bo Diddley. En poco tiempo pasaron de las emisoras universitarias a la radio nacional, arrasando en las listas. “Fuimos como un rayo de luz, un puro destello”, proclama Fogerty, que siempre supo que durante ese período mágico algunos les vieron como la gran respuesta americana a los Beatles. “Podemos”, bromea, “dejarles como la mejor banda de todos los tiempos y a la Creedence Clearwater Revival en el segundo puesto”.
El 'country' ha estado siempre presente en la psicología de la música de Estados Unidos"
Fueron la rebelión dentro de la revolución. Allí donde Jim Morrison y toda una legión triunfaban con su experimentación psicotrópica, su intelectualismo y sus citas de poetas franceses, Fogerty, que ni bebía ni fumaba, se encerraba en su habitación obsesionado con la imaginería del Sur, que le había llegado a través de las canciones de la radio. En su mundo habitaban personajes cotidianos, que buscaban salir adelante o divertirse. “Hank Williams fue una gran influencia porque te hablaba del entorno con la virtud de hacerte creer que te estaba hablando a ti”, reconoce. Su sonido pantanoso e irresistible, lleno de resonancias místicas, conectaba con el alma americana. Si en la literatura existe el concepto de Gran Novela Americana para referirse a esa obra que en su época captura con fuerza evocadora el mito de la narración humana de Estados Unidos, por el que han desfilado autores como Herman Melville, Mark Twain, Willilam Faulkner, John Steinbeck o Harper Lee, la Creedence Clearwater Revival ocuparía un lugar de honor en el de la Gran Canción Americana. Ellos señalaron con euforia un camino que luego seguirían Bob Dylan, The Band, Bruce Springsteen y decenas de músicos y bandas hasta nuestros días.
El hechizo se terminó en 1972, aunque Fogerty no imaginó que el sueño se convertiría en pesadilla, después de que el dueño del sello Fantasy, Saul Zaentz, se quedase con todos los derechos de sus canciones. Durante años cavó su propia tumba al romper relaciones con todos sus excompañeros, incluido su hermano: “Lo pasé muy mal. Entré en depresión. Me era imposible ser feliz”.
Con Creedence Clearwater Revival fuimos como un rayo de luz, un puro destello
Amargado y sin rumbo, inició una carrera en solitario en 1975 marcada por los tumbos, con trabajos interesantes como Centerfield y otros muy menores como Eye of zombie, hasta que la gira Vote for change, en 2004, junto a Springsteen y R.E.M, entre otros, para pedir la salida del presidente George W. Bush, y el disco Revival, en 2007, lo volvieron a conectar consigo mismo. “Desde entonces me siento más feliz. Ya no me embarga la ira cuando hablo del grupo”, dice. “Incluso no descarto la reunión de la Creedence. He leído que a los otros chicos —Stu Cook y Doug Clifford, su hermano falleció en 1990— les parece bien, así que no empieza a ser un problema para mí. Es cierto”, asegura entre risas.
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