José Luis Várez Fisa, coleccionista y mecenas
Fue uno de los mayores benefactores del Museo del Prado, una de cuyas salas lleva su nombre
La penúltima noticia sobre José Luis Várez Fisa la dio a conocer el Museo del Prado cuando a finales del año pasado abrió al público la sala que acoge la generosa donación del ingeniero y empresario, la 52 A. Allí se agrupa un conjunto de obras medievales y renacentistas que cubren lagunas que de otra manera difícilmente se habrían subsanado. Poco amigo de los fastos y de las apariciones públicas, Várez Fisa optó por no aparecer en la foto y dejar todo el protagonismo a los responsables del museo. La donación, que algunos estiman en más de 15 millones de euros, le reportaba el beneficio más ansiado para un coleccionista de sus características: que su nombre figure para siempre en uno de los espacios de su amado Prado.
Pero este no era su primer gesto de generosidad con la pinacoteca. Nacido en Barcelona en 1928, creció como empresario en Gipuzkoa a comienzos de los sesenta, con la industria metalúrgica Laminaciones Lesaca. Una década después, ETA le forzó a abandonar el País Vasco y se instaló en Madrid. Ya por entonces, junto a su esposa, María Milagros Benegas, dedicaba su tiempo libre y dinero a coleccionar arte antiguo recorriendo anticuarios de dentro y fuera de España. Está entre los pocos coleccionistas españoles que han figurado durante los últimos años en la estricta lista de Art News, un selectísimo club con solo 200 nombres.
Al poco de instalarse en Madrid donó al museo del Prado el Retablo de San Cristóbal, obra de un maestro anónimo castellano de finales del siglo XIV y único ejemplo del llamado gótico lineal que posee el museo. En 1988 regaló otro San Cristóbal pintado por el italiano Orazio Borgianni. Como coleccionista, su operación más conocida fue en 1999, cuando vendió al Museo Arqueológico un conjunto de 187 piezas egipcias, iberas, griegas y romanas por 12 millones de euros.
Su generosidad, conocimiento y buenas relaciones en el mundo financiero le llevaron al Patronato del Prado en 1980. Sus compañeros de entonces en el órgano de gobierno del museo le han descrito como un hombre de sonrisa amplia, parco en palabras, pero de opiniones contundentes. Exhibió su indomable carácter cuando en 1992 el patronato acordó el traslado del Guernica de Picasso desde el Casón del Buen Retiro al Reina Sofía. En aquella reunión solo dos personas se opusieron al traslado. Una de ellas fue Várez Fisa, quien opinaba que no se estaba respetando la voluntad del artista malagueño. En consecuencia, abandonó el patronato. Volvió después, entre 1986 y 1991 y, de alguna manera, siempre estuvo próximo al museo.
Sus grandes amigos estaban también vinculados al mundo del arte. Uno de ellos es Plácido Arango, coleccionista igualmente y anterior presidente del patronato del Prado. Con Alfonso Pérez Sánchez, director del Museo entre 1983 y 1991, tuvo una gran amistad y una de las opiniones que más valoraba y respetaba a la hora de hacer nuevas adquisiciones. Tenía en cuenta el coleccionista a la hora de comprar. José Gudiol, gran experto en tablas románicas y góticas, fue otro de sus grandes amigos y asesores. Con ellos pasó numerosas veladas en su casa de Madrid, donde cada estancia estaba adornada por sus mejores tesoros artísticos. Várez Fisa inculcó el amor por el arte a sus seis hijos. Uno de ellos, Juan, es consejero delegado de Christie’s España.
Coleccionista que entendía su afición como opción de vida, Várez Fisa abrió las puertas de su casa a investigadores y museos. Gran parte de la colección participó en exposiciones nacionales e internacionales y los expertos han podido apreciar de cerca cada pieza para su estudio.
La última noticia sobre Várez Fisac la dio a conocer ayer el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, para comunicar la muerte del coleccionista: “La sociedad española pierde hoy a un gran benefactor de las artes. Várez Fisa fue un coleccionista apasionado y emocionado en las distintas manifestaciones de las bellas artes. Un hombre que volcó su entusiasmo, su saber y su instinto en conseguir una de las mejores colecciones de arte”.
Babelia
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