Joe Wilder trompetista de jazz
Una voz contra el racismo, tocó con los grandes y fue un incansable cruzado contra la discriminaciónUna voz contra el racismo
En los ambientes musicales, se le conocía como “El caballero”. Joe Wilder nunca aparecía en público sin corbata; no fumaba, ni bebía, ni dijo en su vida una palabra más alta que la otra. La discreción que dirigió sus pasos sirve para definir su estilo sobrio, lírico y elegante como trompetista. Luchador incansable contra la discriminación racial, Joseph Benjamin Wilder falleció el pasado 9 de mayo en un centro de rehabilitación neoyorquino a consecuencia de un fallo cardíaco. Tenía 92 años.
Había nacido un 22 de febrero de 1922 en la localidad de Colwyn, Filadelfia. Los Wilder compartían bloque de infraviviendas con otras familias desfavorecidas por la fortuna: “la mayoría eran cuáqueros”, recordaba. “Como no teníamos electricidad, utilizábamos lámparas de keroseno. Un día mi hermano pequeño estaba jugando y se prendieron unos periódicos, y toda la fila de casas ardió hasta las cenizas, con lo que tuvimos que mudarnos a Fildelfia."
En Filadelfia, el pater familias siguió desarrollando su no demasiado exitosa carrera como intérprete: “debía estar en el tercer o cuarto grado de la escuela primaria cuando mi padre decidió que quería que yo tocara la corneta.” Sin la menor vocación musical, el joven Joe se vio formando parte de la orquesta del hotel Warwick: “un día recibieron un aviso del sindicato blanco diciendo que si seguían contratando orquestas negras no iban a permitir que volvieran a contratar una orquesta blanca. Consecuentemente, el hotel dejó de usar orquestas all-black.”
Sus apariciones dominicales en el programa de Radio "Colored Kiddies of the Air”, dirigido a los pequeños talentos “de color”, le proporcionaron una temprana fama. Pero Joseph Wilder no estaba para frivolidades. Decidido a abrirse camino en el mundo de la música clásica, cursó matrícula en la Mastbaum School of Music. No duró mucho: “lo necesario hasta comprender que un músico clásico afroamericano no tenía ningún futuro”. Enfrentado a lo irremediable, aceptó la oferta del bandleader Les Hite para incorporarse a su orquesta.
Durante un año, Joe Wilder fue el primer trompeta de la formación, compartiendo sección y chanzas con el joven Dizzy Gillespie. La presencia del genio del jazz e incontenible bromista terminaría tensando los nervios del director al punto de precipitar la disolución de la banda. Wilder cayó subsiguientemente en los brazos del vibrafonista Lionel Hampton; una experiencia de la que no guardaba el mejor de los recuerdos: “era una esclavitud. Si abrías la boca por lo que fuera, estabas despedido. Era algo insoportable“
Wilder aprovechó la entrada de los Estados Unidos en guerra para dejar a Hampton y enrolarse en el cuerpo de Marines, el único que aceptaba a los de su raza. Cualquier cso antes de volver con el tirano vibrafonista.
De vuelta en la vida civil, entró a formar parte de la big band de Dizzy Gillespie, irrepetible reunión de genios jazzísticos cuya música desquiciada y abrumadora sembró el pánico entre los músicos menos preparados: “para mi, clon mi formación, todo aquello del bebop era pan comido”. De Gillespie a Count Basie. Wilder pasaría a simultanear sus actuaciones con “el Conde” con sus estudios en la Manhattan School of Music. Su nuevo intento frustrado de auparse al Olimpo de los clásicos terminó con el trompetista aceptando trabajos de dudosa alcurnia junto a directores de orquesta venidos a menos: “estaba tocando con Noble Sissle cuando alguien me preguntó si me gustaría tocar en un show de Broadway”. Algunos años más tarde, el trompetista pasaba examen ante Cole Porter como aspirante el puesto de primer trompeta en “Silk Stockings”: “¿puede tocar mi música?”, esa fue la única pregunta que me hizo”. Una actitud que no se corresponde con la que exhibieron los productores de la obra en Boston: "!con tantos trompetistas como hay en Nueva York y contratan a un “negrata”!"
Desengañado, Wilder pasaría los siguientes 17 años sumido en el anonimato, como músico de estudio. En el año 1962, acompañó a Benny Goodman en su viaje de buena voluntad a la Unión Soviética bajo los auspicios del Departamento de Estado: “me habían contado del carácter de Goodman, pero aquello fue demasiado. Nunca he querido escuchar los discos de la gira. Resulta demasiado deprimente”.
Como tantos otros, Joe Wilder hubo de esperar a la vejez para ser “descubierto” y elevado a la categoría de mito viviente. “El caballero” pudo así ver cumplidos sus sueños, incluyendo su debut como líder en el legendario Village Vanguard neoyorquino, a los 83 años.
Babelia
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