Luis García Montero: “Estamos avanzando hacia atrás”
El granadino publica su tercera novela 35 años después de la edición de su primer poemario 'Alguien dice tu nombre' dibuja el despertar político de un joven escritor en la España de los 60
El silencio es imposible. El bramido de las obras vecinas llega hasta el salón de muebles oscuros, arte en las paredes y un discreto televisor relegado a un rincón. Luis García Montero (Granada, 1958) se esfuerza por elevar la voz sobre el repicar del martillo hidráulico. En la cocina, un tintineo de platos anuncia la vida familiar y la radio recuerda que Madrid es tan solo un punto en el mapa. La casa entera parece adecuarse al tema de Alguien dice tu nombre (Alfaguara), la nueva novela del granadino, que celebra 35 años desde la publicación de su primer poemario, Y ahora ya eres dueño del puente de Brooklyn. Pero también refleja el centro ético de la vida del autor: el escritor no puede aislarse del mundo ni para una entrevista; la literatura es tan permeable a la realidad como las paredes de esta habitación.
“La creación tiene una dimensión social inevitable. Crear es mirar y buscar alternativas”, sentencia García Montero con la seguridad de quien se ha repetido la misma frase mil veces a lo largo de los años. León Egea, el joven protagonista de su tercera incursión en la novela —tras Mañana no será lo que Dios quiera (2009), biografía de Ángel González, y No me cuentes tu vida (2012)— empieza también a descubrirlo como escritor primerizo. Por una carambola de la historia, el verano granadino de 1963 que cambia la vida del personaje repite como un eco sus preguntas en el verano de 2012 en que se comenzó a fraguar la novela. “He construido a ese joven para hablar de la incertidumbre que se siente al tomar decisiones sobre el amor, la política, el trabajo... en una sociedad que está cambiando. Ahora vivimos también un cambio de ciclo, quizá más triste, porque el sentimiento que tenemos es que nuestros hijos van a vivir peor que nosotros, que se puede avanzar hacia atrás”, explica.
En 1963, cuenta, la radio cambiaba la copla por la voz de Mike Ríos y los turistas anunciaban en las playas otro mundo posible. León decide no volver a su pueblo ese verano, y quedarse en Granada, donde estudia Filosofía y Letras, para trabajar como vendedor de enciclopedias. El despertar amoroso y ético del joven se entrelaza con “el tiempo en el que se está fraguando la Transición”. Ahora los augurios son más tenebrosos, pero García Montero no pierde la esperanza ni las ganas de darla: “Las respuestas se encuentran, y se encuentra una moral para vivir dignamente en el mundo que le toca a cada generación. La del poeta autor de Habitaciones separadas (Premio Nacional de Poesía 1995) se materializa a través del lenguaje, “primera metáfora del contrato social, el pacto para el entendimiento”.
Por eso, su reivindicación política ha estado siempre ligada a la literatura como expresión de los cambios históricos y la vida privada como desarrollo de la pública. García Montero dibuja de nuevo esa idea en la novela: "Cuando hablo de un personaje como el de Consuelo, que intenta buscar espacios de libertad para su propia intimidad rompiendo con las costumbres de una sociedad asfixiada por el franquismo, creo que estoy dando testimonio de un compromiso". Ya se adivinaba esta postura en el manifiesto de La otra sentimentalidad —aparecido en 1983 en este periódico y firmado por García Montero, Javier Egea y Álvaro Salvador—, donde defendía una sensibilidad “exterior a la disciplina burguesa de la vida” y que “la ternura puede ser también una forma de rebeldía”. No solo les llovieron críticas desde la poesía simbolista, que les tachaba de superficiales, sino también desde otra parte del realismo comprometido, que cuestionaba su tibieza.
El lenguaje es la primera metáfora del contrato social, el pacto para el entendimiento
Poco ha cambiado su forma de compromiso, asegura, desde los versos del poema Garcilaso 1991 (de telón de fondo, la Guerra del Golfo: “Junto a Bagdad herido por el fuego,/ mi alma te ha cortado a su medida”) a Alguien dice tu nombre. Al fin y al cabo, “un escritor tiene su mundo” por mucho que a este le dé por transformarse en poesía o en narrativa. En sus palabras hay aún un tributo a la política, (“una de las tareas más dignas del ser humano, que es intentar organizar la sociedad a través de cauces pacíficos”) y al realismo. El poeta, de hablar pausado y discurso de profesor, trabajo que ha ejercido durante años, se enciende: “Fue muy injusta esa crítica esteticista, eso de que el que se acerque a la realidad hace una literatura efímera; y se fue muy injusto a la hora de valorar el compromiso social de autores que en mi formación han sido fundamentales: Rafael Alberti, Blas de Otero o Ángel González”.
Unos versos de este último dan testimonio de esa herencia desde un post-it en la puerta de entrada. El gato Negrín ronronea desde la inconsciencia de su nombre. El nuevo poemario del granadino espera, en construcción, en algún punto de su caótico estudio. La radio retransmite el sorteo de Champions League y la casa se agita dividida entre merengues y colchoneros. García Montero prosigue, y sus palabras parecen reafirmar el discurso que sostiene desde hace una hora ese hogar permeable al mundo: “La intimidad forma parte de la historia lo mismo que una plaza pública, una huelga general o una constitución. Es tan importante lo anecdótico como la trascendencia de lo anecdótico”.
Babelia
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