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La era de los edificios-lugar

Nuevas arquitecturas que buscan relacionarse con el contexto urbano se atreven a reinventarlo

Anatxu Zabalbeascoa
Escuela a las afueras de Zaragoza ideada por Magén Arquitectos.
Escuela a las afueras de Zaragoza ideada por Magén Arquitectos.Pedro Pegenaute / Virgile Bertrand

Sucede por igual en el centro de ciudades densamente pobladas y en periferias desoladas. Cada vez son más los grandes edificios que para atender al contexto donde se ubican reaccionan proponiendo uno nuevo. Lo curioso de esta tendencia que trata de reinventar el lugar es que puede buscar objetivos contrapuestos y, por lo tanto, estar justificada por motivaciones opuestas. Así, los proyectistas que proponen un edificio-lugar -en vez de un simple inmueble que continúe, o no, la trama urbana- pueden estar dando un paso atrás por respeto a lo ya construido o, al revés, pueden intentar separarse de ese contexto anunciando la llegada de su nuevo edificio. Dos de esos casos contrapuestos, una escuela a las afueras de Zaragoza ideada por Magén Arquitectos y un Centro Cultural en Seul, firmado por Zaha Hadid, ilustran esta tendencia paradójica.

¿Cómo pensar en los niños en el límite de la ciudad? ¿Cómo diseñar para ellos frente a una autovía de circunvalación y ante una avalancha de bloques de viviendas (10.000 nuevos pisos) aparecidos en muy poco tiempo? Los hermanos Jaime y Francisco Magén encontraron en uno de los problemas de la obra, un desnivel topográfico de 12 metros, la respuesta a sus preguntas. El urbanismo desmotivado y cartesiano, como hecho con tiralíneas, que organiza el barrio zaragozano de Valdespartera está siendo modificado por la llegada de las infraestructuras –que se construyen ahora, tras las viviendas-. Así, en la escuela del vecindario los arquitectos construyeron otro mundo.

La labor de los Magén consistió en transformar un territorio inhóspito en un espacio habitable

Es un hecho que los niños construyen su propio mundo, pero también lo es que hay que dejarles espacio para hacerlo. Por eso la labor de los Magén y de Astarté Núñez, que dirigió la obra, consistió en reinventar el lugar, en transformar un territorio inhóspito en un espacio habitable. Mediante esa actuación la escuela se convirtió en una crítica en tres dimensiones al urbanismo previo, seriado, rígido y más mecánico que imaginativo.

El desnivel fue el punto de partida para la construcción de otro paisaje urbano. Pero el movimiento de tierras fue minimizado adaptando el nuevo suelo a la pendiente y suavizando la diferencia de cota con plataformas horizontales que siguen el descenso de la calle. Así, con una plataforma y un perímetro delimitado apareció el espacio de los niños, su recinto. El siguiente paso consistió en ofrecer a los críos una arquitectura más amable que la que organiza su propio barrio. Es en ese punto cuando entran las curvas. El patio elíptico y la planta redondeada obedecen a la orientación de la escuela, buscan el soleamiento, pero marcan también un gesto de cercanía. El colegio quiere ser la gran plaza, el espacio de relación y encuentro que los bloques del barrio parecen ocultar. Así, con la escuela alrededor de esa plaza, la educación de los niños del barrio empuja a cuestionar las organizaciones cartesianas que nacen para ordenar y, tantas veces, terminan por descuidar la esencia de los lugares y las particularidades de las personas.

La Dongdaemun Design Plaza de Seúl, obra de Zaha Hadid.
La Dongdaemun Design Plaza de Seúl, obra de Zaha Hadid.

En la otra punta del mundo, en el distrito comercial de Jongno-gu, en el centro de Seúl, también Zaha Hadid ha inaugurado hace unos días un proyecto con vocación de lugar. La arquitectura curvilínea de la Dongdaemun Design Plaza reúne, en un mismo espacio, salas de exposiciones, un museo del diseño –abierto con una muestra sobre la propia Hadid-, un centro de investigación informática y un jardín encerrado: un oasis verde en medio del distrito histórico de la ciudad. Aunque ambos proyectos, el coreano y el aragonés, sean públicos y aunque ambos traten de reinventar los lugares donde se ubican a partir de la arquitectura, los resultados no pueden ser más contrapuestos.

Los iconos educativos funcionan cuando su uso explica otra manera de hacer las cosas. Ese uso puede llevar a los estudiantes a preguntarse qué hace que estemos mejor en un lugar que en otro y, de ahí, a plantearse la importancia de la imaginación en la planificación urbanística. Toparse con un icono que quiere, y logra, sorprender puede ser agradable, pero no entender qué hace allí desorienta. Un edificio que convertido en el nuevo rostro cultural de un barrio no dialoga con ese barrio complica la lectura urbana. Cuando es completamente ajena al lugar donde se encuentra, la arquitectura habla más de marca que de cultura. Por mucho que con tamaño e imaginación logre reinventar el lugar, la pregunta que plantea es para qué se cambian las cosas, justo la cuestión que la escuela a las afueras de Zaragoza consigue contestar.

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