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Sin color la vida es más surrealista

El director Jan Ole Gerster estrena en España su ópera prima ‘Oh boy’ Arrasó en los galardones del cine alemán Fue mejor director novel en los premios del cine europeo

Tommaso Koch
Jan Ole Gerster, retratado en Madrid.
Jan Ole Gerster, retratado en Madrid. ÁLVARO GARCÍA

“¿Me va a preguntar por qué la película es en blanco y negro?”. Y, a continuación, una sonrisa. La mañana de Jan Ole Gerster ya lleva 12 entrevistas. Y, por lo visto, en la práctica totalidad de ellas ha tenido que responder a esta cuestión. Sin embargo el lado oscuro de la promoción no le ha quitado la alegría. Así que Gerster se autocontesta a carcajadas: “Ponga que es porque no tenía dinero para los colores. O directamente porque sí”. El alemán (Hagen, 1978) tiene motivos de sobra para estar feliz. Su ópera prima, Oh boy, triunfó con seis premios en la última gala del cine alemán —entre ellos, mejor película, director y guion—. Ayer, el filme se estrenó en España.

“Es la historia de un joven en apuros que se arrastra por Berlín, tiene encuentros interesantes y empieza a entender algo de su vida”, resume Gerster sobre Oh boy. Todo ello, ya saben, en blanco y negro. Y con un estilo que le ha valido el galardón a la mejor dirección novel en los premios del cine europeo y la espada de Damocles que le ha colgado The Hollywood reporter: “La nueva esperanza del cine alemán”. Aunque el director se sacude el peso de encima: “Solo soy un tipo que ha rodado un filme e intenta desesperadamente hacer el segundo”.

Bastante menos busca hacer Nico, el protagonista de Oh boy. Tras dedicar dos años a “pensar” (como le contesta a su padre, enfurecido por haberle financiado en balde los estudios), el joven es espectador de su existencia. “No busca conversaciones, mira a la gente mientras vive. Pero eso por alguna razón lo vuelve atractivo. Es algo que he experimentado: el momento en el que quieres estar a tu aire es cuando te pasan las cosas”, defiende Gerster.

Así, el paseo sin rumbo de Nico tropieza con una serie de personajes surrealistas. Como una camarera empeñada en ignorar su pedido de un café normal y servirle todo tipo de alternativas. O su vecino, aficionado a las partidas de futbolín contra sí mismo y que, en una secuencia cortada, quiere que Nico comparta con él “cosas de hombres” en su sótano.

Otro de los personajes sale de la propia existencia de Gerster. “Estaba en un bar y un anciano borracho se puso a hablarme de su niñez durante el Tercer Reich y de cómo no entendía qué pasaba. Fue un viaje a un Berlín que nunca viví”, relata el cineasta. Su propio Berlín, en cambio, fue lo que acabó por contar en Oh boy: “Decidí que iba a escribir sobre lo aburrida que era mi vida, de un tipo que no hace nada”. En el fondo, es coherente con su receta de cine: “Suena patético, pero más que hacer una película perfecta, valoro el coraje y los intentos de ser único”.

A esta conclusión llegó tras su paso por la Academia del cine y la televisión de Berlín, de la que el filme es la tesis final. A la caza de ideas, Gerster acudió a los manuales. Pésima ocurrencia. Eran “horribles”. Mucho más le inspiró un documental en el que Truffaut y su coguionista tomaban notas sobre su anodino día a día para futuros filmes.

De ahí sacó el primer guion. Tras el visto bueno de amigos (“es muy tú”), productor y 300.000 euros (algo más de 50.000 de subvenciones) Gerster dejó de ser “el director sin película más famoso de Berlín”. De hecho, también piensa abandonar la ciudad: “Es como un buen amigo con el que has salido ya demasiadas veces".

De momento, vive en Roma, en la preciosa academia alemana, con una beca. Aunque, entre tanto arte, jardines y demás esplendores, Gerster está sobrecogido: “Necesito más San Lorenzo [un barrio estudiantil de bares y cervezas callejeras]”. Y, luego, se plantea mudarse a París, “la Meca para todo director de cine”.

Para muchos cineastas también su país es una suerte de Edén, por lo menos por su inversión en cultura. Gerster, sin embargo, nada contracorriente: “Espero que los que financien mi próximo filme no lean esto nunca, pero a veces pienso que hay demasiado dinero en las películas en Alemania. La cantidad de basura, comparada con los buenos trabajos, es brutal. Parece que algunas películas se hacen solo para gastar el dinero”. Acto seguido, el director elogia el cine de bajo presupuesto de Rumanía, Grecia y Austria. “A veces menos es más”, tercia. A veces, menos color también es más.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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