La película de la burbuja
Un documental rodado durante cuatro años retrata la época del ‘boom’ del ladrillo con la filmación de un concurso entre cinco arquitectos-estrella
Lo más llamativo del documental The competition que Ángel Borrego filmó durante cuatro años en los estudios de los arquitectos Zaha Hadid, Frank Gehry, Jean Nouvel y Dominique Perrault es que los protagonistas no parecen conscientes del striptease al que se someten. O si lo son les importa muy poco.
El concurso para el Museo Nacional de Andorra, celebrado en 2008, convocó a cinco de los arquitectos-estrella del momento. A la corte habitual de estos —conseguidores, trabajadores sin horario y valedores— la película suma la otra cara de la moneda: la de los políticos dispuestos a meter, con calzador, un edificio icónico con tal de dar lustre a su mandato. O de tratar de animar la decadente economía local.
El autor de la ampliación del Museo Reina Sofía de Madrid, el francés Jean Nouvel, descubriendo cómo es su edificio por dentro segundos antes de presentarlo a los políticos. Los propios políticos cambiando las condiciones a los diversos participantes. El autor de la Biblioteca Nacional de Francia, Dominique Perrault, recordando con media sonrisa que él fue el arquitecto de Mitterrand. Un sobrio Frank Gehry asegurando que sabe que para poder construirse los proyectos deben ser viables. Una Zaha Hadid que brilla por su total ausencia (en la presentación y en su propio estudio) y un Norman Foster con experiencia que decide no participar en el concurso en cuanto se da a conocer la condición de filmar el proceso son los protagonistas de este documental. No en vano, el autor del metro de Bilbao ya había visto retratada, tan cruel como magistralmente, su relación de rúbrica con el proyecto para el rascacielos Gherkin de Londres en el documental Construir el Gherkin de Mirjam va Arx (publicado en España por Arquia-Caja de Arquitectos). A ese mar de fondo, añádase el poco ejemplarizante papel de la prensa: fotógrafos y periodistas entrando y saliendo en un juego de presiones que funciona como un dominó: a la que le das a la primera pieza se desploma la floritura.
El autor del desplome es doctor arquitecto. Formado en la Escuela de Madrid y en Princeton, Ángel Borrego (1962) se obsesionó con filmar las diversas fases de un concurso cuando él mismo participó en uno: el del Registro Civil de la paralizada Ciudad de la Justicia de Madrid, que por cierto ganó pero nunca construyó. “Cómo hacer para ganarlo era la frase más repetida en nuestro estudio”, cuenta. Participar supuso un aprendizaje que Borrego y su equipo, Office for Strategic Spaces, quisieron compartir. Decidieron filmar un proceso como el que habían vivido. Tras años de búsqueda consiguieron que el gobierno de Andorra les permitiera hacerlo con el concurso para su icónico Museo Nacional. Borrego ató bien las condiciones: la participación en la película era obligatoria para los finalistas y, en ese punto, cayó Foster: no iba a aceptar que se filmara su proceso de diseño.
Lo curioso de la película es que los políticos andorranos aceptaran el reto. En el filme parecen actuar fundamentalmente para que los periodistas retraten su proceder en plena pre-campaña de elecciones (eran en marzo de 2009 y el concurso se falló el diciembre anterior). “No todos los políticos son cortoplacistas. Alguno debió pensar que la película acabaría teniendo valor para su edificio”, sostiene Borrego. El director explica también que para él el más creíble de los arquitectos fue Jean Nouvel. “No puso problemas ni límites en las grabaciones. No actuaba delante de la cámara, era él”, explica aclarando que, aunque podría ser el que sale peor parado, fue, en realidad, el más honesto de los cinco.
La película es una lección de historia. Y una posibilidad de plantearse quién y qué decide cómo serán los edificios y qué inmuebles se necesitan y para qué. The competition se estrenó el 10 de octubre 2013, cuando inauguró el Architecture Film Festival de Róterdam, el más importante del mundo en su género y, a finales de este mes, también abrirá el Festival de Cine y Arquitectura de Copenhague. Y podrá verse en el Barbican de Londres y en el Film Museum de Múnich. La película consigue llevar suspense a un proceso burocrático y tedioso, pero sobre todo, funciona como retrato de una profesión, la de arquitecto, que en sus más altas cumbres —mucho más que en sus cimientos— debe afrontar el gran reto de cómo construir para todos los ciudadanos cuando solo precisa el dinero de los poderosos.
Babelia
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