Siempre la misma guitarra
Felipe Conde, constructor de guitarras, revela los secretos del instrumento de Paco de Lucía
Paco de Lucía nunca tocó otra guitarra sobre el escenario. Desde muy pequeño, cuando su familia llegó de Algeciras a Madrid, usaba los instrumentos que construía nuestra familia. De ahí viene la gran amistad que mantuvimos siempre. Primero la de su padre Antonio Sánchez con mi tío y mi padre y luego la que desarrollamos nosotros dos.
Recuerdo que cuando Paco era muy joven ya venía a menudo a estudiar al taller. Probaba guitarras, hablábamos, pasábamos horas aquí. Empezó muy pronto tocando con la guitarra tradicional flamenca, la de siempre. La que estaba hecha con ciprés español y tapa de pino abeto. Pero a principios de los 70, él y mi familia desarrollaron un nuevo modelo del que ya no se separaría. Paco buscaba un instrumento con más pegada, potencia y volumen. Una guitarra macho, como se solía decir. Quería llegar a más público, así que juntos crearon la guitarra de concierto, que él institucionalizó cuando tocó en el Teatro Real. Una guitarra con más cuerpo, pero que mantenía los rasgos de siempre: la expresión y los matices.
Paco no tenía manías. No ponía ningún problema a la hora de fabricar el instrumento. No supervisaba en el proceso. Normalmente tardamos dos meses en fabricar cada par de ellas. Pero construíamos unas doce y se las dábamos a probar. Él escogía la que más le gustaba y el resto pasaba a formar parte de la tienda. En la diferencia que pudiera haber entre cada instrumento residía la particularidad de cada guitarrista. Pero en todas el fondo y los aros de estaban hechos de palo santo de Madagascar; el diapasón de ébano y el mango de cedro de Brasil. Entre toda su familia, él, Pepe, Ramón quizá pudieron comprarnos unas 40 guitarras. No lo sé. Muchísimas.
Hoy se va un artista total. Un genio absoluto de la guitarra. Técnicamente era perfecto. Inigualable como creador. Paco forjó una escuela en todo lo que hizo.
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