Santiago Feliú, voz crítica y poética de la Nueva Trova
Expresó el espíritu y los anhelos de toda una generación cubana con un repertorio mítico y un rasgueo de guitarra inimitable
Aunque no era de la generación de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola, por derecho propio Santiago Feliú era uno de los nombres imprescindibles y hondos de la Nueva Trova Cubana y también de su seguidilla, la Novísima Trova, cuyos ecos llegan hasta hoy. Bajo los mismos presupuestos estéticos de sus maestros —Silvio sobre todo— pero con inquietudes singulares y temáticas a veces muy críticas de la realidad, Feliú marcó a toda una generación de cubanos que hoy tiene entre cuarenta y cincuenta años, la llamada generación de los ochenta, que convirtieron su poesía y algunas de sus canciones en verdaderos himnos, como Búscame, hogar de versos para muchos inolvidables como aquel que pedía: “Búscame donde la ilusión tuvo hijos, / sobrevolando un sueño que acuna el tiempo...”.
Santiago Feliú era conocido por sus admiradores y amigos simplemente como Santiaguito, y era una voz inteligente, cargada de humor ácido y lirismo, que ha sido parte personalísima del panorama de la música cubana y de las mejores noches de esa ciudad mágica que a veces es La Habana. Por eso su muerte imprevista, en la madrugada de ayer, debido a un infarto masivo, con solo 51 años de edad, deja un hueco inesperado y profundo en la isla.
Ya desde antes de su primer disco, Vida (1986), Santiago destacó como una de las voces genuinas, íntimas y contestarias de la segunda generación de la Nueva Trova, junto a intérpretes como Carlos Varela o Frank Delgado.
“Siento que tus destellos ahogan mi brisa / mi brisa que presiento inagotable, azul, infinita...”, desde la poética de Para Bárbara (1979), un emblema para toda una generación en aquella década posterior a los grises años setenta, cuando en la isla comenzó a instalarse el desencanto, al posterior desenfado de Mi mujer está muy sensible, ya en los años noventa —“No eres tú / es el destornillado cotidiano azar / la puerta del delirio, la fangosa realidad, / los narcos, la inflación, la solución impar, / los dioses apagados, la fantasía incapaz, / Berlín, Fidel, el Papa, Gorbachov y Alá. / No eres tú, mi amor..”, su trayectoria siempre fue fiel a un estilo y a unos puntos de vista que siempre defendió sin miedo ni medias tintas.
Su forma de interpretar y rasgar la guitarra se hizo tan legendaria como su repertorio. Uno de sus buenos amigos, Noel Nicola, otro miembro de la Nueva Trova desaparecido tempranamente (en 2005, con 58 años y también en La Habana), escribió de su estilo al presentar su primer disco en solitario: “Santiago toca a la zurda...¡Por partida doble! Él coloca la guitarra para tañer con su mano izquierda y formar las notas y acordes sobre el diapasón con su mano derecha, ¡Pero no le cambia el orden a las cuerdas! ¡Las deja a la derecha! Así le quedan los bajos abajo y los agudos arriba. He visto antes a algún guitarrista zurdo tocar así, pero en lo que alcanza mi experiencia, ninguno que lo hiciera así de bien, llenando tanto el espectro de posibilidades del instrumento”.
La guitarra de Santiaguito era tan especial como su voz con filo, que captó el espíritu de una juventud que se encontró de sopetón con una realidad que no era la prometida. Su discografía abarca diez discos y dos álbumes colectivos, incluidos A guitarra limpia, Sin Julieta y Ansias del alba, grabado en 1997 con Vicente Feliú, su hermano mayor, fundador del movimiento de la Nueva Trova que él contribuyó a revigorizar y renovar.
Santiaguito Feliú era parte del imaginario de La Habana y de una generación singular —la primera de cubanos nacidos con la revolución— que vibró con sus composiciones y letras llenas de sentimiento y poesía, de versos cargados de sus dichas y desdichas, de sus sueños y frustraciones.
Babelia
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