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ESPECIAL ARCO 2014 / LIBROS

La vanguardia vive en Internet

El escritor Kenneth Goldsmith es poeta Laureado del MoMA y fue invitado a la Documenta de Kassel El neoyorquino es el creador de la plataforma UbuWeb y ahora publica en España su libro 'Inquieto'

Kenneth Goldsmith, poeta y fundador de UbuWeb.
Kenneth Goldsmith, poeta y fundador de UbuWeb. Pascal Perich

El nombre del archivo digital por el que es conocido el poeta y teórico de la escritura “no creativa” Kenneth Goldsmith (Freeport, Nueva York, 1961), UbuWeb, refleja perfectamente la intención de su creador: albergar en un espacio digital único todo el legado de la vanguardia clásica. Goldsmith acoge su proyecto bajo la advocación de Ubú, personaje estrafalario e iconoclasta creado por el escritor simbolista francés Alfred Jarry (1873-1907), inventor de la patafísica.

“Comencé UbuWeb en 1996 y desde entonces ha ido creciendo hasta convertirse en el archivo de arte de vanguardia con mayor número de contenidos de la Red. En UbuWeb se encuentra almacenado el trabajo de decenas de miles de creadores; navegando por él es posible encontrar cientos de miles de objetos artísticos, incontables terabytes de materiales mediáticos, millares de películas, enormes cantidades de MP3, toda clase de música de vanguardia, infinitas cantidades de poesía sonora, así como innumerables conferencias, entrevistas, debates…”.

Por lo que se refiere a la voluntad de conectar con las raíces históricas de la vanguardia clásica, Goldsmith precisa: “El advenimiento de la era digital ha propiciado que muchas de las ideas de la vanguardia histórica hayan podido concretarse y hacerse realidad. Es como si todos esos nombres estuvieran esperando la llegada de la era digital, como si después de haber estado relegados durante mucho tiempo, de repente hubieran adquirido la relevancia que siempre hubieran debido tener”. Los nombres a los que se refiere Goldsmith son demasiados como para pedirle que los enumere, pero accede a mencionar los que constituyen la base central de sus ideas: “John Cage me ha ayudado a entender muchas cosas en momentos clave de mi trayectoria. La figura de Walter Benjamin no hace más que agigantarse con el paso del tiempo. En estos momentos estoy llevando a cabo una adaptación de su Proyecto de los Pasajes a nuestro tiempo, trasladando el modelo al Nueva York del siglo XX. También son importantes para mí las ideas de Sol LeWitt y Andy Warhol. En cuanto a este último, su figura es fundamental. Warhol predijo la situación que estamos viviendo hoy. El mundo es cada vez más warholiano”.

La nueva escritura consiste en no escribir, la nueva lectura, consiste en no leer. Nuestra relación con el lenguaje ha cambiado”

Kenneth Goldsmith inició su andadura en la prestigiosa Escuela de Diseño de Rhode Island, donde se formó como escultor. El encuentro con los grandes autores de la vanguardia y de manera especial con la poesía conceptual, le hizo encaminar sus pasos hacia el ámbito de la literatura, pero aunque se siente cómodo presentándose como poeta, nunca ha estado demasiado alejado del mundo del arte. En 2012, asombrados por la envergadura del trabajo que había realizado en UbuWeb, los organizadores de la Documenta de Kassel le invitaron a presentar su archivo digital como si se tratara de un producto artístico. “Nunca se me había ocurrido pensar en UbuWeb como obra de arte. Por UbuWeb siempre han mostrado mucho interés los escritores, los hackers, los músicos, los poetas, los cineastas, pero no los representantes del mundo del arte. Fue una experiencia extraña, que no tuvo consecuencias, porque lo que almacenamos no tiene valor comercial. Todo es gratis, libremente accesible e intercambiable. Responde a una concepción totalmente democrática y no comercial de la cultura, y en el mundo del arte lo que no lleva aneja la posibilidad de un beneficio económico altísimo tiene muy poco interés”.

Un año después, el mundo del arte volvía a mostrarse intrigado por el trabajo de Goldsmith, que fue nombrado Poeta Laureado del MoMA, cargo que antes no existía. “Invité a más de doscientos escritores a que leyeran delante de grandes obras pictóricas. Se trataba de descontextualizar el espacio del museo, que perdiera su halo institucional para transformarse en lugar de interrelación social. Los escritores elegían obras expuestas en la colección del MoMA. Después tenían que dar una respuesta textual, elegir un espacio y leerla”. Entre los participantes figuraron David Shields, Rick Moody, el crítico musical Alex Ross o Vito Acconci. “Leían delante de un cuadro de Pollock o Matisse, pongamos por caso, entrando en conversación con grandes artistas del pasado”.

Estos y otros experimentos inciden sobre una idea que Goldsmith ha expresado en numerosas ocasiones: la convicción de que el mundo del arte va muy por delante del de la literatura. “Eso ya lo señaló Brion Gysin [artista y escritor británico, afín a las ideas de William Burroughs] en 1959. El expresionismo abstracto ya había echado a andar, y el arte pop estaba a punto de despegar, pero la escritura en general, y la poesía en particular, pese a ciertos hallazgos como los de Frank O’Hara, iban muy por detrás. Mientras que en el ámbito de las artes plásticas se producían avances fascinantes, el mundo de la literatura seguía estancado. Más de medio siglo después la situación sigue igual. El mundo del arte va muy por delante del de la escritura”.

¿Qué papel desempeña en todo esto Internet?

“He ahí la gran ironía. Internet es una maquinaria gigantesca que no hace más que generar escritura. En el nivel más profundo y elemental, todo cuanto hay en Internet se reduce a un código alfanumérico que es la base material de todos los soportes que conocemos: fotos, canciones, vídeos, libros. Cuando alguien envía un archivo JPG y no se recibe bien aparece en la pantalla un código binario alfanumérico. Si se piensa bien, el motor que propulsa Internet es la literatura, lo sepamos o no. La situación que vivimos es muy parecida a cuando la fotografía usurpó la función de la pintura, de modo que para sobrevivir la pintura tuvo que adentrarse por nuevos caminos. El arte se hizo abstracto. No digo que la escritura vaya a volverse abstracta, pero sí que la literatura como medio imita lo que hacen las computadoras y eso es sumamente interesante. Se da la posibilidad de cortar, copiar y pegar imitando los movimientos del lenguaje. Nunca se ha movido el lenguaje de la manera que lo estamos moviendo hoy”.

La trayectoria de Kenneth Goldsmith es absolutamente fiel a los principios que acaba de enunciar. Los conceptos de originalidad y creatividad desaparecen por completo, borrando toda traza de expresión personal: “Jamás empleo el pronombre personal de primera persona, nunca expreso ninguna emoción subjetiva, intento ser mecánico. Me he convertido en un copista, no escribo textos originales, copio textos que ya existen”.

Goldsmith ha concretado un considerable número de proyectos consistentes en trasladar grandes masas textuales. En Soliloquio (2001) transcribió todas las palabras que había pronunciado a lo largo de una semana. Día (2003) reproduce en su totalidad la masa textual contenida en el New York Times del 1 de septiembre de 2000, anuncios incluidos. “Ahí es donde di el salto definitivo a la escritura no creativa. El resultado fue un libro de 900 páginas, y si se piensa bien, es difícil pensar en un volumen que contenga un número mayor de posibilidades. No falta nada. En Día hay pasión, amor, guerra, odio, triunfos, fracasos, asesinatos, lujuria…”. Después vino la Trilogía Americana, cuyos volúmenes, ‘El tiempo’ (2005), ‘Tráfico’ (2007) y ‘Deportes’ (2008), recogen la masa textual de algo “que se transmite de manera incesante por la radio”. En el primer caso, Goldsmith transcribió los partes meteorológicos correspondientes a un año, a razón de uno por día. ‘Tráfico’ recoge los boletines retransmitidos cada 10 minutos por una conocida emisora de radio en un periodo de 24 horas. “En ‘Deportes”, concluye, “llevé a cabo la transcripción de un partido soporífero de béisbol entre los Yankees y los Red Socks, anuncios incluidos. El resultado fueron tres libros de unas 150 páginas cada uno”.

La poesía es un espacio muerto del que hay que apoderarse, y el lugar donde hay más posibilidades es la Red”

Cuando se le pregunta por los lectores de sus libros, Goldsmith responde categóricamente: “Yo no tengo lectores. No se trata de eso. Mis libros son aburridísimos y leerlos sería una experiencia espantosa. No se trata de leer, sino de pensar en cosas acerca de las que jamás pensamos. La medida del éxito de un libro así es la cantidad de debate que genera. Y sí que se han escrito reseñas, se comentan en los blogs, y se incluyen en los programas de cursos universitarios. No nos engañemos”, puntualiza, “en eso no hay diferencia con las grandes obras de la vanguardia. ¿Quién lee los Cantos de Pound o el Ulises de Joyce? Son libros de los que todo el mundo habla, pero que prácticamente nadie lee. Cuando me di cuenta me pareció una idea genial y me apropié de ella. Y funciona perfectamente”.

¿Qué significa, en un contexto así, declararse poeta? ¿Qué clase de poeta es Kenneth Goldsmith? “Soy un poeta contemporáneo. La poesía hoy adopta formas que antes era imposible sospechar que pudieran llegar a existir. Hay poetas que inoculan palabras en las estructuras del ADN; poetas que hacen películas que funcionan como poemas; poetas que transcriben documentos legales. La poesía es un espacio muerto del que hay que apoderarse, y el lugar donde hay más posibilidades es la Red. En realidad, siendo rigurosos, la misión del poeta hoy es no escribir poesía”.

La última afirmación nos sitúa de lleno en la idea de que la escritura no debe ser creativa. “La nueva escritura consiste en no escribir y la nueva lectura consiste en no leer. Aunque no hay que tomarlo literalmente, esencialmente ahí se encierra una gran verdad. Nuestra relación con el lenguaje ha cambiado y, como consecuencia de ello, ha cambiado nuestra relación con la lectura y la escritura. Con el bombardeo de información a que estamos sometidos, nadie es capaz de mantener la atención fija durante mucho tiempo. El déficit de atención es una nueva forma de vanguardia. En un contexto de hiperabundancia textual, carece por completo de sentido infligir nuevos textos al mundo. Lo que considerábamos que era nuestra propia producción es algo tan minúsculo e irrelevante en el océano de la textualidad digital que ¿qué nos podemos proponer? ¿Añadir una gotita más a ese océano o intentar sacar cubos gigantescos llenos de un material tan rico como el agua y verterlos en otro tipo de contenedores? En mi opinión esa es la tarea a la que se enfrentan los jóvenes escritores”.

Goldsmith expone muchas de estas ideas en la recopilación de ensayos Escritura no creativa. Uno de ellos lleva por título La venganza del texto. ¿A qué se refiere exactamente Goldsmith? “Todos estábamos convencidos de que el mundo iba a convertirse en el imperio de lo visual, un lugar lleno de imágenes. Pensábamos que estaríamos rodeados de ellas. Es lo que profetizó McLuhan, pero si miramos a nuestro alrededor lo único que vemos es gente que no para de escribir, leer y textear, vivimos inmersos en el lenguaje de un modo que jamás nadie se había atrevido a soñar”. En otro de los ensayos, La condición material del lenguaje, Goldsmith examina lo que sucede hoy en el universo textual: “Antes el lenguaje escrito estaba atrapado en la página impresa y no se podía hacer nada con él, pero con el lenguaje digital podemos hacer lo que nos dé la gana. Lo podemos recortar, arrojarlo al mundo como spam,enviarlo por correo electrónico. Se puede intercalar una canción en un texto, manipularlo con Photoshop, imprimirlo en una camiseta. Antes no teníamos ninguna de estas posibilidades. Las palabras se han convertido hoy en un material plástico. La poesía concreta, de la que todo el mundo se había olvidado, vuelve a cobrar importancia, y lo mismo ocurre con el movimiento situacionista”.

Otro de los ensayos somete a examen la idea de la apropiación de textos ajenos. “El collage y el pastiche siempre habían existido en literatura. Se podía coger una frase o un verso y componer otra cosa, pero ahora con un par de golpes de teclado se puede copiar no ya un libro entero, sino las obras completas de Shakespeare, que de repente se convierten en propiedad tuya”.

 

Inquieto.Kenneth Goldsmith. Prólogo de Esteban Pujals. Epílogo de Marjorie Perloff. Traducción de Carlos Bueno Vera. La Uña Rota. Segovia, 2014. 160 páginas. 12 euros.

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