El arte del retrato
El tema del filme es el poder del principio del placer como motor de vida, pero también el cuestionamiento de los roles prefijados
Treinta y seis años ha tardado Ventura Pons en retomar una especialidad para la que parece tener un talento muy bien afinado: el retrato. Algo que, en sus manos, no solo tiene que ver con la habilidad para capturar con viveza y fijar una identidad particular, sino también para sugerir, a partir de ella, el espíritu de una época. Si su ópera prima, Ocaña, retrat intermitent (1978), fue uno de los más valiosos testimonios de la Barcelona contracultural del posfranquismo, Ignasi M.utiliza las circunstancias vitales de su protagonista para plantear cuestiones —en especial, referidas a la idea de familia— que siguen siendo campo de batalla en un presente donde los juicios y las sanciones son más tácitas —pero no menos cuestionables— que esa Ley de Peligrosidad Social que seguía vigente a finales de los setenta.
IGNASI M.
Dirección: Ventura Pons.
Género: documental.
España, 2013.
Duración: 83 minutos.
Ignasi M. es Ignasi Millet, museólogo y conservador de arte acosado por los bancos tras el cierre de su empresa en el marco de la crisis. Millet es homosexual, seropositivo, padre de dos hijos —uno de ellos seducido por la religión—, hijo de un matrimonio tormentoso de artistas —su padre tuvo un reciente intento de suicido— y exmarido de una enérgica militante del vitalismo que, montada —que no postrada— en su silla de ruedas, acaba de iniciar una relación lésbica.
El gran tema de la película es, al entender de este crítico, el poder del principio del placer como motor de vida, pero también el cuestionamiento de los roles prefijados y de toda idea preconcebida a través de la lección vital que proporciona no solo Ignasi, sino esta extraña y carismática familia al completo.
Las notas promocionales de la película hablan de adversidades crueles y desgracias: también mencionan, por supuesto, la valentía, sinceridad y humor del protagonista. No obstante, sería hacer un flaco favor a las múltiples virtudes de Ignasi M. reducir su alcance al de un mero pulso entre las contrariedades y el pensamiento positivo.
Pons logra hacerse invisible frente al gran exhibicionismo de su objeto de estudio y crea la ilusión de que es Millet quien dirige su propio relato. No es así: aquí no solo hay un gran personaje, sino, también, una película muy bien contada.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.