Javier de Cambra, crítico de jazz
Dotado de una sólida formación literaria, impregnó las páginas de la revista 'El Urogallo' de un encendido color jazzístico
Javier de Cambra, crítico de jazz de EL PAÍS en 1990, falleció el pasado jueves día 2 en Madrid a los 59 años. Sus últimos años no fueron fáciles. Despedido de Radio 3 por “poner discos raros”, según cuenta Diego A. Manrique en su cuenta de Twitter, llevaba un tiempo “a la deriva”.
Había nacido en Barcelona, el 5 de noviembre de 1954. Dotado de una sólida formación literaria, impregnó las páginas de la revista El Urogallo de un encendido color jazzístico, su otra pasión. “Javier de Cambra firmaba los apasionados escritos que me transportaban de lugar y época a las intensas vidas de músicos como Lester Young o Abdullah Ibrahim”, recuerda Alejandro Cifuentes en su sentido homenaje al crítico. “Posteriormente, descubrí los maravillosos textos de Ebbe Traberg y comprendí que Javier era, de algún modo, alumno, o por lo menos ‘de la escuela’, de la pluma del escritor de origen danés”.
A los íntimos, Javier solía hablarles de su estancia en las cáceles franquistas “por rojo” durante el servicio militar, su época de friegaplatos en Nueva York o su pasado organizando congresos literarios, en los que nunca faltaba la anécdota ilustrativa de carácter casi siempre picante. Era hombre de vivir la noche, de fobias y filias, de amigos y enemigos. Su amistad con Lou Bennett la plasmó en el número especial que dedico al organista la revista Cuadernos de Jazz. Durante un tiempo dirigió la revista Más Jazz.
El astro del latin jazz Jerry González también le debe lo suyo: la primera casa que conoció el trompetista en Madrid fue, precisamente, la de Javier de Cambra, junto al Retiro: “Javier fue uno de mis primeros amigos cuando llegué a Madrid”, ha escrito González en su muro de Facebook. “Alquilé una habitación en su apartamento por unos pocos años y durante estos años hemos tenido la oportunidad de pasar tiempo de calidad juntos y escuchando un montón de buena música. Le voy a extrañar profundamente”.
Su artículo sobre Malik Jaqub, publicado en este periódico, contribuyó a frenar la orden de expulsión que pesaba sobre el saxofonista e ilustre morador de las aceras madrileñas. Tenía pensado publicar un libro sobre Randy Weston, a quien igualmente unía una amistad. Posiblemente, fue su relación con el pianista, pionero en la fusión de jazz con ritmos africanos, lo que le condujo al territorio de las llamadas “músicas del mundo”, en el que quedó instalado en detrimento del jazz.
Su actividad profesional en los últimos años estuvo centrada en su colaboración semanal en el programa Sonideros de Radio 3 y los escritos sobre actualidad musical que venía publicando en el diario La Razón.
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