Versatilidad y poder de Vishneva
La bailarina rusa se erige con los Ballets de Montecarlo en nueva diva global Karl Lagerfeld la viste para un programa doble hecho a su medida
Con el aroma de las ocasiones únicas, los Ballets de Montecarlo se han puesto de tiros largos para celebrar (hasta el seis de enero) los 20 años de Jean-Christophe Maillot al frente del conjunto. La oferta ha alcanzado su punto culminante con el estreno del programa de creaciones ideadas para la primera bailarina rusa Diana Vishneva (San Petersburgo, 1976), nueva diva global de la danza. Toda una virtuosa, poseedora de una personalidad subyugante en escena que a la vez desprende autenticidad.
El programa presentado en Montecarlo presenta On the edge, con dos coreografías, una de Maillot titulada Switch —que abre la velada y donde se acompaña en escena de los bailarines fetiche y musas del coreógrafo francés: Bernice Coppieters y el corso Gaetan Morlotti— y la otra, como colofón más ligado a la expresión contemporánea, Woman in a room, un largo y potente solo introspectivo creado por la estadounidense Carolyn Carlson sobre música de Giovanni Sollima y René Aubry.
Switch tiene banda sonora de Danny Elfman (compositor de cabecera de Tim Burton y creador de la sintonía de Los Simpson entre otros eclécticos y exitosos trabajos sonoros) y el traje de Vishneva ha salido del lápiz y la aguja de Karl Lagerfeld. El programa, que tuvo un preestreno norteamericano el pasado 6 de noviembre en el Segerstrom Center of the Arts de Costa Mesa (California), convocó en Montecarlo a todo el poderío de la danza rusa. En los pasillos del teatro se oía hablar más en ruso que en francés. Se trata de un nuevo y masivo aterrizaje en Montecarlo, esta vez a través del mecenazgo además de a la danza misma, como sucedió en los tiempos de Diaghilev a principios del siglo XX, hasta el punto de poner entonces en el mapa mundial del ballet a este minúsculo principado.
En el programa On the edge abundan los nombres rusos, desde la maestra de baile: Anastasia Yatsenko, al mecenazgo de Roman Abramovich, Dimitri Rybolovlev y la fundación Vladimir Smirnov, todos ellos nombres de la nueva Rusia del dinero. La propia Diana Vishneva ha hecho su fundación y aparece como colaboradora del complejo proyecto producido por Serguei Danilian, lo que propone un nuevo enfoque de los proyectos globales de gran danza.
Aquí el primero que se puso serio fue Danny Elfman con una serie de temas, algunos inéditos, de gran belleza. Además, Lagerfeld estudió a fondo el físico de la diva rusa, lo modeló con un traje que intencionalmente recuerda la propia vestimenta de la Coco Chanel de los años veinte, cuando era mecenas y amiga de Diaghilev (ella pagó e hizo mucha ropa de aquellos ballets) y es que el solo de Maillot evoca la intimidad de una figurada estrella de antaño con sus fantasmas, una mezcla entre Ida Rubinstein y Anna Pavlova traída a nuestros días con la prodigiosa técnica y la soltura interpretativa de Vishneva. Es verdad que hay en el ambiente creado por Alan Lagarde algo tardoproustiano y sombrío, todo dentro de un juego elegante.
Es tan buena bailarina Diana, que borda el estilo impuesto en el segundo solo reglado por Carlson, se puede hasta decir que lo eleva y jerarquiza al tamizarlo por su sabio poso académico que nunca es un corsé sino un vehículo par lograr arte. La sala Garnier, repleta, se puso en pie al final coreando el nombre de la diosa cazadora.
Aparentemente, estos montajes podrían parecer “piezas de ocasión” o de la mera oportunidad que da el dinero. Sin embargo, como en esta fórmula figuran coreógrafos solventes y una artista de la talla de Vishneva, los resultados coreúticos resultan al fin muy cristalizados, de gran altura.
Babelia
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