La crisis del Bolshói se agrava con la dimisión de su director musical
La situación del teatro toca fondo con nuevas denuncias y un acuerdo sindical para frenar las protestas de la plantilla
El director de orquesta principal del Teatro Bolshói de Moscú, Vasili Serafimovich Sinayski (Abez, República de Komi, 1947), presentó hoy su dimisión irrevocable en lo que se considera el último capítulo de las trágicas pugnas internas que asolan al teatro más importante de Rusia. La noticia ha sido anunciada por Vladimir Urin, director administrativo de la institución recientemente nombrado en sustitución del todopoderoso Iksanov. Un despacho de la Agencia EFE en Moscú señala que la salida del prestigioso maestro Sinayski se añade a la escabrosa serie de conflictos que han sacudido a la plantilla de la legendaria institución en los últimos años.
Vasili Sinayski reemplazó en agosto de 2010 al compositor y director Leonid Dessiatnikov, que apenas había durado un año en el puesto más codiciado de la música rusa.
“Sinayski pidió la dimisión. Tras hablar con él tomé la decisión de aceptar su petición. A partir del 3 de diciembre ya no trabaja en el Bolshói", dijo escuetamente Urin en declaraciones a medios locales, sin especificar los motivos de la decisión del maestro de la batuta, uno de los nuevos nombres consagrados de la música rusa. El lamento de Urin se extendió al señalar que era una pena que Sinayski tomara la decisión de abandonar el teatro en medio de la temporada, y a solamente “dos semanas antes del estreno de la ópera 'Don Carlo' de Giuseppe Verdi, donde la dirección orquestal debía ser suya”. Nunca antes había pasado algo así en el terreno orquestal en ningún gran teatro ruso, un quebranto de la disciplina que afecta a todo el entramado operístico.
El anuncio de la dimisión del que también es director invitado de la orquesta filarmónica de la BBC coincidió hoy con la noticia de que se va a negociar un convenio colectivo que buscará poner fin a los incesantes conflictos y escándalos que últimamente ha vivido el mítico teatro ruso, lo que constituye otro excepcional anuncio en la realidad laboral de los artistas rusos, acostumbrados a los sindicatos verticales heredados de la antigua Unión Soviética. Sobre este nuevo programa de reforma, Urin precisó: “Se trata de un gran trabajo que busca resolver temas de debate y requiere un compromiso de las partes”, quien además ya ha establecido la fecha del próximo 19 de diciembre para formar un grupo de trabajo que debe presentar el borrador del acuerdo entre artistas, técnicos y administrativos en el plazo de un mes.
En paralelo varios medios rusos y occidentales han recogido la denuncia y protesta de la bailarina estadounidense Joy Annabelle Womack, que fue contratada por el teatro Bolshói hace poco más de un año y que acusó a mediados de noviembre a su administración de extorsión. La bailarina denunció además incumplimiento de su contrato por parte del Bolshói, que le habría quitado un 30% de sus honorarios en concepto de impuestos sin asignarle el número fiscal, tal y como señala la legislación laboral rusa. La bailarina argumentó que le pidieron grandes sumas de dinero para incluirla en algunos elencos; finalmente Womack se ha marchado al menos prominente Ballet del Kremlin.
El pasado 19 de noviembre The Moscow Times se hizo eco de la denuncia de otra joven bailarina norteamericana de raza negra, Precious Adams, de 18 años y estudiante de la Escuela Coreográfica de Moscú, afiliada al Bolshói, al verse rechazada por un instructor del teatro que realizaba una selección de alumnas que iban a participar en los actos por el 240º aniversario de la institución en el gran escenario del Bolshói. Adams es de Detroit y lleva dos años perfeccionándose en Moscú donde paga una matrícula anual cercana a los 22.000 dólares [680.000 rublos]. El maestro le dijo: “¿Qué haces tú aquí?” y le pidió secamente que abandonara la audición. La escuela negó discriminación pero Adams no bailó. Ella es la segunda afroamericana que estudia en la escuela del Bolshói. El primero fue Gabe Stone Shayer, que se graduó en 2012 y ahora forma parte del American Ballet Thatre de Nueva York.
Por fin el pasado viernes 29 de noviembre terminó también en Moscú el juicio contra Pavel Dmitrichenko, el bailarín del Bolshói acusado de instigar y organizar el ataque con ácido al director del ballet moscovita con una solicitud de condena por parte de la fiscalía de nueve años. El ataque casi deja ciego a Serguei Filin, que se mantiene en su puesto a la vez que con cuidados clínicos para recuperar parcialmente su visión. Según los cronistas del juicio, Dmitrichenko, antiguo primer bailarín del Bolshoi, no ha mostrado ninguna emoción mientras escuchaba la recomendación de la Fiscalía en el final de un juicio que ha durado un mes. Se espera que el juez emita su veredicto mañana martes 3.
La fiscal también ha solicitado una condena de diez años de prisión para Yuri Zarutski, acusado de tirar ácido a la cara del director artístico de la institución y seis años de cárcel para Andrei Lipatov, acusado de conducir el coche utilizado para huir del lugar de la fechoría. “El móvil de Dmitrichenko fue un conflicto que mantenía con Filin”, ha indicado la fiscal Yulia Shumovskaya ante el tribunal de Moscú, asegurando que el motivo principal era el malestar del bailarín por no obtener buenos papeles.
Por su parte, la abogada de Filin, Natalia Zhivotkova, ha afirmado que “todos los acusados son culpables” y que desde su punto de vista “no merecen clemencia”, volviendo al relato de cómo el director artístico, de 43 años, fue abandonado agonizando en la nieve a las puertas de su apartamento hasta que consiguió pedir ayuda, tras ser asaltado por un hombre enmascarado. Dmitrichenko ha reiterado en su declaración final que lo que quería es que Filin recibiese una paliza, por lo que ha reconocido que dio el visto bueno a Zarutsky para que le golpease, pero no para que le tirase ácido en la cara. “Siento mucho todo esto”, ha afirmado el bailarín, de 29 años. “Toda la situación se dio porque soy un bocazas”, ha afirmado, aunque no se ha considerado culpable y ha responsabilizado del ataque a Zarutski, que en su testimonio ha afirmado que tirar ácido a Filin fue su idea y que no la consultó con Dmitrichenko.
“Mis padres me criaron de forma adecuada y nunca en mi vida he querido hacer a nadie el tipo de daño que he hecho a Serguei”, ha asegurado Dmitrichenko, que continuó excusándose: “No soy una persona vengativa, somos artistas, somos gente emocional. Las emociones forman parte de nuestra profesión”.
Desde su fundación en 1776 el Teatro Bolshói de Moscú nunca se había visto inmerso en una crisis tan larga y con tantos frentes abiertos a la vez. La dimisión de Vasili Sinayski amplía las goteras al campo musical. Del gran ballet sobre Balzac que estaba componiendo su predecesor, Leonid Dessiatnikov, nadie ha vuelto a saber nada.
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