Un cuento moral
Aunque esté dos escalones por debajo de su obra maestra, 'Nadie sabe', el nuevo filme de Kore-eda es una obligación
Al grano, que la premisa es de puro terror: ¿qué pasaría si a unos padres con un hijo de cinco años el hospital donde nació les dijese que hubo un error y que ese crío no es el suyo sino otro? ¿Qué ocurriría si a los padres del otro bebé se les diera la misma mala nueva y se reuniese a ambas familias para intentar solucionar el conflicto? Hay cosas peores, pero ya no son de este mundo.
Hirokazu Kore-eda sigue fiel a su universo: la familia y sus recovecos más oscuros, y la cara oculta de la niñez. Siempre con trascendencia, con estilo, con delicadeza. De tal padre, tal hijo quizá esté un escalón por debajo de Kiseki (Milagro) y dos de su obra maestra, Nadie sabe, pero aun así sigue siendo una película insólita. Por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Porque te coloca en la difícil tesitura de la identificación, porque al mismo tiempo provoca dolor de estómago y alegría de vivir, porque te cuestiona como padre o madre, porque el examen de conciencia es atroz.
Los niños no son juguetes equivocados que se devuelven a la tienda o se intercambian por otro. ¿A quién se quiere, a quién se ama? ¿Al poder de la sangre o a la fuerza de la costumbre? Kore-eda desencadena un dilema moral que bien hubiese podido firmar el Kieslowski de Decálogo, centrándose en dos padres muy distintos (las respectivas madres quizá sean más parecidas entre ellas), y acudiendo a la placidez del estilo heredado del maestro Yasujiro Ozu, a la quietud de los objetos mientras la vida pasa como un terremoto.
DE TAL PADRE, TAL HIJO
Dirección: Hirokazu Kore-eda.
Intérpretes: Masaharu Fukuyama, Yoko Maki, Machiko Ono, Jun Kunimura, Lily Franky.
Género: drama. Japón, 2013.
Duración: 120 minutos.
En la película se enfrentan la sencillez y la espontaneidad contra el esquematismo y la ambición; las tripas contra el cerebro. Dos estilos de paternidad que provocan continuos replanteamientos, como en ese simbólico plano de ambos frente al río, y esa enorme roca que no deja que el agua siga su curso natural, que ejerce de obstáculo, sólo pasajero, para que luego todo vuelva a su cauce. O quizá no.
Kore-eda aborda no solo la esencia, sino también sus dificultades prácticas, desde la conciliación trabajo-familia hasta el modo de resolver los porqués de los niños. Y aunque en algún momento se abuse del estereotipo, su película es una obligación. Porque no todos son padres, pero sí que todos somos hijos.
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