De Ozu a Fukushima
La ganadora de la última Seminci 'Una familia de Tokio', de Yôji Yamada, actualiza para el siglo XXI uno de los grandes clásicos
¿Tiene sentido tocar un clásico? ¿De verdad una película como Cuentos de Tokio necesitaba un remake? Esas preguntas no son retóricas, sino que tienen una respuesta, y la debería dar Yôji Yamada, cineasta japonés de 82 años, que ha rodado desde su debut en 1961 más de 80 películas (tiene en posproducción la 84ª, ahí queda eso), y que ha filmado una hermosa y probablemente innecesaria revisión de Cuentos de Tokio, de Yasujirô Ozu, con la que ha ganado la Espiga de Oro de la última Seminci. Yamada accede a responder un pequeño cuestionario por email: está dirigiendo una obra de teatro en Tokio (primer impedimento) y al parecer su oído ya no es muy fino (segundo impedimento).
La primera pregunta es obvia: ¿Por qué? "Como usted sabe, Cuentos de Tokio ha sido escogida como la tercera mejor película de todos los tiempos según la última votación realizada en Sight & Sound. Y desde luego es apreciada en todo el mundo. Creo que Cuentos de Tokio todavía hoy tiene un montón de temas comunes y pensé que podría ser interesante cambiar la acción al Japón contemporáneo". Yamada ha realizado una carrera con comedias ligeras, y ese tono lo mantiene en su Una familia de Tokio que, por cierto, ha sufrido el recorte de integrantes en el clan familiar de Ozu a esta versión. "La comedia es muy importante para mí. No fue en este caso, pero siempre estaré interesado en dirigir comedia de esa que te hace reír tanto que te duela el estómago".
Yamada dijo hace poco que cuando era joven, Cuentos de Tokio le parecía pasada de moda. "Cierto. Porque cuando yo veía cine de veinteañero, era la época de la Nouvelle Vague. Se rechazaba lo viejo. La palabra antítesis era clave para mí y de ahí aquella idea de que los filmes de Ozu eran pasados de moda. He ido envejeciendo, y cuando entré en la cincuentena, su trabajo me fue calando y empecé a entender sus películas. Yo ya he sobrepasado la edad en que Ozu murió, y todavía estoy aprendiendo de su cine".
En Una familia de Tokio hay mucho del Japón actual, y se menciona la catástrofe de Fukushima, Los actores suenan absolutamente naturales, fluyen por la película como si no existiese detrás un director. "Como director del estudio Shochiku, yo aprendí las bases de la dirección del equipo de Ozu. No creamos actuaciones, sino que intentamos hacer que la mayor parte de los actores sean naturales, que no actúen. Incluso si un intérprete es joven y su actuación puede ser prematura, yo creo en sus habilidades. Ese era el estilo de dirección de Ozu".
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