_
_
_
_

Banksy dice adiós a Nueva York

Crítico, esquivo y polémico, el artista británico pone punto y final a su residencia en la ciudad

Andrea Aguilar
Grafiti de Bansky.
Grafiti de Bansky.

Con un grafiti en tres dimensiones, es decir, siete globos que deletrean su nombre y un signo de exclamación adheridos a un destartalado almacén visible desde la carretera que comunica Brooklyn y Queen, el huidizo Banksy se despidió el jueves de Nueva York. Justo cuando arranca la temporada de millonarias subastas en la ciudad, el misterioso artista británico da por terminada su insólita exposición-busca del tesoro, lo que él ha calificado en su web como “residencia”, un mes en el que prácticamente a diario ha esparcido su obra y su mensaje por las cinco pedanías de la ciudad.

El 1 de octubre arrancó con el anuncio en su web  de este proyecto que tituló “Better in than out” (mejor dentro que fuera). Pocas horas después los sabuesos del diario The Village Voice localizaron un grafiti en la calle Allen del Lower East Side que mostraba a dos niños, uno subido en encima del otro, vestidos al estilo de los chavales que repartían periódicos a principios del siglo XX, y que trataban de alcanzar el bote de spray de un cartel municipal que alertaba de que el grafiti es un delito. Un camión cuyo interior fue reconvertido en un jardín; otro que recorrió varias calles con animales de peluche como si fueran al matadero; un siniestro esqueleto conduciendo un coche de choque; una esfinge de escombro; y un puesto callejero en el que vendió su cotizada obra por apenas 20 dólares, han sido algunas de las acciones con las que Banksy ha logrado captar la atención de los habitantes de una ciudad, que se caracteriza por hacer caso omiso prácticamente de todo.

En el depauperado East New York los vecinos quisieron cobrar a los curiosos que se acercaron a este barrio para ver el grafiti del artista, en el Bronx, –cuna histórica de este estilo– el trabajo fue rápidamente apostillado por los artistas urbanos de la zona; en TriBeCa cientos de seguidores disfrutaron de la improvisada exposición que se montó bajo un puente. Y por encima de todo sobrevolaban los mensajes irónicos y provocativos del artista que tan pronto tomaba una cita prestada de la película Gladiator (“lo que hacemos en la vida reverbera en la eternidad”), como afirmaba “tengo la teoría de que puedes hacer que cualquier frase suene profunda si escribes el nombre de un filósofo muerto al final- Platón”, o bromeaba sobre su “acento” (caligrafía) en Nueva York.

Mientras se calentaba el debate sobre si las nuevas pintadas que iban surgiendo (una rata, la silueta de las Torres , un corazón con tiritas, un hombre con un ramo de claveles en la cortina metálica de un club), debían ser destruidas o conservadas, y la policía confirmaba que no había emprendido ninguna operación para capturar al artista (cuyo anonimato y clandestinidad multiplican su aura), en la tienda benéfica fundada en los ochenta para recaudar fondos para los enfermos del SIDA, Housing Works, Banksy encontró un cuadro. Lo retocó, e hizo un guiño a Hannah Arendt titulando el lienzo –al que incorporó un nazi sentado de espaldas admirando el paisaje– “La banalidad de la banalidad del mal”. Lo devolvió a Housing Works y allí lo subastaron por más de 600.000 dólares.

Más allá del juego, la cacería y el debate que entre artistas, galeristas y simples ciudadanos esta residencia ha generado, lo cierto es que Banksy ha enfatizado por encima de todo dos mensajes. Uno, es la defensa de 5pointz un espacio histórico para los artistas de grafiti de esta ciudad, que amenaza con ser destruido por intereses inmobiliarios. El otro mensaje, el artista lo quiso publicar como un editorial en The New York Times, que rechazó su feroz crítica contra el rascacielos levantado en la Zona Cero. “Los ataques del 11-S fueron un ataque contra todos nosotros y viviremos nuestra vidas siempre bajo esa sombra. Pero es también la manera que tenemos de reaccionar ante la adversidad lo que nos define. ¿Y la respuesta? ¿Ciento cuatro pisos de compromiso?”, escribe en el texto que optó por publicar en su web. Y quizá para aquellos que estén de acuerdo con él o simplemente para poner la guinda a su agitada visita, Banksy ha dejado el modelo de una camiseta con su corazón con tiritas, accesible en su web para que cada cual se haga la suya.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_