Rigola, al servicio del verbo de Bolaño
El director estrena 'El policía de las ratas', uno de los últimos cuentos del autor chileno
Roberto Bolaño se inspiró en Josefina la Cantora o el pueblo de los ratones de Kafka cuando escribió El policía de las ratas, un relato breve que aparece publicado en la recopilación El gaucho insufrible. De hecho su protagonista, Pepe El Tira, es una rata sobrina de Josefina, de ahí su nombre y su naturaleza artística que la hace distinta a las demás. Y es que los roedores no entienden de arte. Viven en colectividad y solo necesitan “trabajo diario, la ocupación constante de cada uno de sus miembros en un fin que escapa a los afanes individuales”. A veces, sin embargo, nace una rata artista y cuando eso ocurre sus congéneres no se burlan de ella, más bien la compadecen porque saben que su vida está “abocada a la soledad”. Pepe El Tira es policía porque es un oficio solitario que le permite recorrer las alcantarillas y los conductos subterráneos “como un habitante de la luna”. En uno de esos recorridos descubre un cadáver que no parece ser víctima de un depredador. Y decide investigar el caso.
De trama detectivesca y trasfondo existencial, esta es una fábula narrada en primera persona que reivindica la diferencia, el derecho a desmarcarse de la colectividad en el terreno artístico. El director catalán Àlex Rigola se ha servido de ella para sumarse a la denuncia y lo ha hecho poniéndose a su servicio con un montaje tremendamente austero que otorga toda la importancia a las palabras del autor chileno. Estrenado el pasado mes de agosto en la Bienal de Venecia, cuya sección de teatro dirige desde 2011, el montaje recala desde hoy y hasta el 24 de noviembre en el Teatre Lliure de Barcelona y pasará fugazmente por el Festival Temporada Alta de Girona el 29 de noviembre antes de seguir su gira por España y hacer temporada en La Abadía de Madrid del 29 de enero al 23 de febrero.
Esta segunda incursión de Rigola en el universo literario de Bolaño, seis años después del monumental y fabuloso montaje del novelón 2666, de más de mil páginas, se adapta a las dimensiones del relato y, formalmente hablando, viene a ser la otra cara de la misma moneda, siempre cercana a la realidad y al abismo. De las cinco horas de 2666 pasamos con El policía a una, si llega; de los cinco contextos escenográficos, al suelo blanco sobre el que Rigola escribe su dramaturgia; de la docena de intérpretes a solo dos. La voz narradora queda desdoblada y repartida entre Joan Carreras, que se queda con la acción de Pepe El Tira, y Andreu Benito, que se encarga de describirnos el desarrollo de la investigación y de asumir el resto de los personajes. Ninguno de los dos se mueve más de lo necesario. La sobriedad del montaje y su aparente sencillez pueden despistar y hacer que pase por una lectura dramatizada. Algunos comentarios a la salida del Teatro alle Tese del Arsenale veneciano apuntaban en esa dirección. La labor de Rigola ha sido la de hacer que los actores nos conduzcan por los meandros y las inflexiones del texto con la modulación de sus tonos y la contención de sus intenciones, sin accesorios, con la interiorización de unas palabras que van más allá del thriller; un trabajo que requiere por parte de Carreras y Benito una gran concentración y cuyo objetivo final es que el mensaje quede bien claro: la cultura oficial se dedica al entretenimiento y huye de la excelencia porque las cifras son las de mandan; el arte por el arte, los nuevos lenguajes, la experimentación ya no tienen cabida.
Babelia
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