_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Palanganas

Tiene que ser bastante desolador para muchos jueces españoles ver caer sus esfuerzos contra natura en prescripciones, amnistías y archivos

David Trueba

La sentencia de la Operación Malaya condena a un quinto del castigo solicitado a los imputados. Es una reducción considerable de las penas por el saqueo probado del dinero público en Marbella. En las consideraciones sobre el juicio ha habido dos ausencias. La primera es la de Jesús Gil, cuya desaparición física liberó al tribunal de unas cotas de esperpento notable. Verdadero muñidor político, contó, casi siempre, con el respaldo social mayoritario. Nunca será suficiente el agradecimiento al juez instructor, Miguel Ángel Torres, que fue capaz, cuando un rosario de jueces anteriores optaron por el traslado, la pereza o la invisibilidad, de encarar el asunto con persistencia y soportar el acoso, las insidias y las descalificaciones. Tiene que ser bastante desolador para muchos jueces españoles ver caer sus esfuerzos contra natura en prescripciones, amnistías y archivos.

Ha coincidido esta sentencia en el tiempo con la apertura del juicio a Carlos Fabra, en Castellón. Aquí también los jueces de instrucción han sido pasto de las llamas, los traslados, las novatadas y ese curioso entendimiento de la justicia que tienen los grandes partidos cuando campan a sus anchas en alguna región. El juez que logró llevar adelante la instrucción, Jacobo Pin, pidió amparo ante las presiones directas de superiores y gobernantes. Pero una sociedad permisiva con la corrupción como la nuestra no prestó demasiada atención a esta llamada de auxilio. El proceso ha pegado ya en su inicio un viraje que anuncia que habrá curvas. Si llegamos a puerto con un quinto de la condena será otro amargo triunfo en una nación que necesita regenerarse y airearse por completo, pero tan solo llega a levantar una esquinita del felpudo.

Hacia la impunidad absoluta apunta el informe de Hacienda sobre las donaciones no declaradas al PP durante los años Bárcenas. Otra vez la pólvora de la justicia mojada a manguerazos. Si el dinero ilegal se considera desgravable, hemos de sumar a la prescripción y la amnistía un nuevo amiguito del alma: la contabilidad creativa recaudatoria. Sin ser capaces de confirmar que lo que llamamos donaciones eran comisiones a cambio de contratas, la enorme bolsa de corrupción que ha hundido España va a obtener una respuesta judicial tan contundente como desaguar las cataratas del Niágara con palanganas.

 

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_