William Christenberry: la belleza por el tiempo en el sur de Estados Unidos
Una retrospectiva revela la peculiar visión del fotógrafo, quien reflejó la evolución de la arquitectura vernicular y la crueldad del racismo
Comenzó en la pintura y las fotografías que tomaba con una pequeña Brownie le servían solo como referencia para sus cuadros. Pero después su universo, en el que construyó un poético, brutal y nada gótico sur de Estados Unidos, fue fotográfico. William Christenberry (Tuscaloosa, Alabama, 1936) confió en el color cuando este era considerado comercial para narrar el paso del tiempo en el paisaje de su obsesión. Casas aisladas inmortalizadas en series que se prolongan por años y décadas, cementerios, iglesias, paredes, anuncios publicitarios encanecidos por la marcha de las estaciones… Los seres humanos no aparecen, y sí la parte menos espectacular de la naturaleza, junto con la arquitectura sencilla. Una narración que se hunde en la niñez del fotógrafo, cuando visitaba el condado de Hale y decidió convertirse en su testigo para siempre. Ahora, una retrospectiva comisariada por Yolanda Romero en la Fundación Mapfre de Madrid hasta el 24 de noviembre revela la obra de un artista poco conocido en Europa y que se emparenta con otros tan reconocidos como Edward Hopper.
Una fotografía de Christenberry muestra la entrada de un local llamado The Klub en 1964. La “k” delata una realidad más oscura que una habitual clientela ante botellines de cerveza o vasos de bourbon. El artista se adentró en el bar con su cámara, para descubrir después que unos tipos lo estaban mirando con cara de pocos amigos. “En aquella época podías ser sospechoso de trabajar por los derechos civiles si llevabas matrícula de otro Estado”. Afortunadamente, la de su coche era de Tennessee, no de Washington.
Christenberry plasmó también la violencia del racismo encarnada por el Ku Klux Klan y lo hizo de una manera sistemática y original a partir de unos dibujos que realizó en 1962 para expresar su “repugnancia”. “El arte debe examinar y dar a conocer esta extraña y secreta brutalidad”, explicaba. Una parte inquietante de la muestra de la Fundación Mapfre es The Klan Room, una instalación a la que precede una serie de imágenes de encapuchados alineadas, cuyos protagonistas son muñecos confeccionados con satén y cubiertos con las características túnicas de la organización. Para este trabajo, el artista se inspiró en El nacimiento de una nación de D.W. Griffith y el Guernica de Pablo Picasso. Son más de 300 objetos entre carteles, figuras, hologramas, pequeños ataúdes de madera, una cruz de neón en este espacio que marca una pausa para reflexionar entre la paz que las imágenes de Christenberry transmiten de otra manera en el recorrido de la muestra.
“Me interesaban mucho las superficies, la textura, los colores de las construcciones, y las cubiertas: cómo se oxida y envejece la chapa ondulada”. Y son dos tipos de casas en esos espacios entre inmensos y acogedores su debilidad: las shotgun house —de madera, en la que las habitaciones no están conectadas por pasillos— y la dogtrot —con dos partes separadas por un ancho pasillo central—. Siempre se dejó llevar por las “cosas tocadas por los seres humanos”. A partir de la plasmación de uno de sus temas favoritos, la iglesia de Sprott, idea otra dimensión escultórica con sus maquetas realizadas de maderas de balsa, tilo o pino, papel o plexiglás.
Christenberry también ha dejado su especial visión sobre la cultura de masas, con su interés en retratar carteles publicitarios que iban ganando, pensaba, al perder el color por la luz del sol. Y no solo de refrescos o gasolina. Se refleja el sur religioso en otros anuncios que no tienen que ver con las burbujas que proclaman “Jesucristo salva”, "¿Crees en Jesucristo? ¡Yo sí!”. El artista tras el objetivo creía sobre todo en el sur y luchó contra los estereotipos que apuntaban a la falta de inteligencia o educación de sus gentes, que le indignaban. “Hay grandes artistas del sur, sobre todo escritores y músicos. El jazz y el blues vienen del sur”, proclamaba.
Más de 300 fotografías realizadas entre 1961 y 2007, 10 esculturas, una colección de objetos y anuncios publicitarios resumen la obra de un fotógrafo que trabajó movido por la convicción de que algo más parecido a la verdad se perfila con el paso del tiempo.
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