Trazos de talento en las paredes

En Ikea se puede encontrar de todo. Camas, armarios, toallas, cojines, velas, cubiertos. Y mucho más. De hecho, entre infinidades de pasillos y nombres impronunciables, uno hasta puede hallar a su progenitor, desaparecido desde hace semanas. O eso, al menos, descubre el protagonista de las viñetas de Pasaje para Malta. La historieta del dibujante Carlos de Diego se asoma tanto por el libro Panorama. La novela gráfica española hoy (Astiberri), que reúne a 30 de los principales autores de cómic españoles, como por la muestra homónima, que a partir del 4 de octubre expone en la Fnac de L’Illa, en Barcelona, las obras de 13 de ellos.

De Paco Roca a David Rubín, y del lápiz a la acuarela, la exposición intenta trazar un retrato completo del cómic español contemporáneo. Aunque otra cosa es que lo consiga. “Si vas a ver la muestra y te pregunto: ‘¿Te ha quedado claro el panorama de la novela gráfica?’, la respuesta es un no. Y es un éxito. Afortunadamente hay tanta variedad que el cómic en España es muy poco abarcable”, asegura Ana Bolivar, coordinadora de exposiciones Fnac España.

Aun así, Bolivar sí encuentra un hilo conductor que recorre las paredes de la muestra, de viñeta en viñeta: “Es una exposición dirigida a un público adulto. Lo que distingue a todos estos dibujantes es la intención del autor, la idea de ir más allá de la narración de los hechos”. Lo que, por otro lado, demuestra el talento que puebla ahora mismo el mundo de la novela gráfica en español, junto con superhéroes, aliens, crisis económica, asesinatos y todo tipo de sinópsis.

De hecho, Paco Alcázar, que en Panorama expone su historieta Equipaje, cree que tras el “esplendor” de los ochenta, y el “desierto” de los noventa, la esperanza ha vuelto a habitar el planeta de los tebeos. “Al hacerse más popular ha atraído la atención de un público lector pero también autor, es decir, gente que se iba a dedicar a otra cosa y decidió intentarlo con los cómics”, aclara el dibujante gaditano. “Están los mejores jóvenes desde los setenta”, añade.

Precisamente en esa época él nacía. Y, poco después, se enganchaba a las historietas del Hombre enmascarado que su padre llevaba a casa y al Daredevil de Frank Miller. “Yo quiero hacer esto”, recuerda que pensó Alcázar. Y cumplió. Empezó con los fanzines en los noventa, acabó dibujando en El Víbora, Rolling Stone, El País Semanal y Recto, y con su serie Silvio José, el buen parásito, publicada en El jueves, hasta se ganó su hueco de fama. Todo ello desde el humor negro que caracteriza sus tebeos y con el que relata su proceso de creación: “Me considero un sufridor. Lo paso muy mal, me agobia muchísimo dibujar, aunque la parte de escribir es la más complicada. Admiro mucho a quién lo consigue con facilidad”.

Menos le cuesta su otra faceta creativa y profesional: desde hace años Alcázar es parte del grupo musical Humbert Humbert. Allí, cuenta, no sufre. Aunque la que no sonríe en ningún caso es su cartera: “Me he especializado en sectores donde se pierde dinero. Si vives de esto crees que es un accidente temporal y que la realidad irá a verte y pedirte que devuelvas la suerte”. Podría ser un buen guion para un cómic. Lleno, claro está, de humor negro.