Viaje a la intimidad de los salones criollos
El Museo de Brooklyn organiza la primera muestra del arte que decoraba las casas de la élite colonial hispanoamericana
Más de dos siglos después de ser retratada en Puerto Rico la alicantina María de los Dolores Gutiérrez del Mazo y Pérez se convierte este otoño en destacada estrella de Brooklyn. En el cuadro de José Campeche aparece sentada frente a un escritorio tocada con peluca blanca, con un vestido de corte imperio, una fina gargantilla de diamantes con pendientes a juego, y en su mano derecha sostiene una de las obras más populares del momento La fuerza del amor conyugal o Sancha, Condesa de Castilla comedia en tres actos. Ella representa el epítome del refinamiento colonial sobre el que se detiene la exposición Behind Closed Doors: Art in the Spanish American Home1492-1898 (Tras las puertas cerradas: El arte en el hogar Hispanoamericano 1492-1898), la primera muestra dedicada al despliegue de riqueza en la esfera íntima de la élite criolla, mestiza e indígena en las colonias españolas, que el próximo 20 de septiembre se inaugura en el Museo de Brooklyn. “Nos centramos por primera vez en el coleccionismo, quién reunía estas obras de arte en sus casas y por qué”, explica el comisario Richard Aste, mientras pasea por las salas donde ultiman el montaje. “Queríamos mostrar el espectáculo puertas adentro, cómo en la intimidad de sus casas tenían que probar que tenían poder y dinero”.
Cerca de 200 obras entre las que se incluyen pintura, manuscritos, grabados, esculturas, telas y piezas de las artes decorativas recrean el escaparate doméstico que virreyes y ricos hacendados desplegaban en sus hogares. El 80% de las piezas proceden de la propia colección del museo, que en 1941 adquirió 1400 obras en ocho países de este amplio periodo (1492-1898), y a este grueso se han sumado préstamos de varias instituciones como la Hispanic Society y colecciones privadas como la de Patricia Phelps Cisneros. A través de sarapes, tapices, altares portátiles, torres de riqueza, bateas, jícaras o porcelanas chinas, en las salas del museo la querencia el lujo de la élite hispana se enfrenta a la austeridad protestante que marcaba el tono entre los colonos que se asentaban en la coste este de EE UU. Los exquisitos tapices que unos ponían en el suelo, otros colocaban sobre mesas para evitar que fueran pisados. Las joyas que profusamente adornan a Doña Mariana Belsunse y Salasar en el retrato del peruano José Joaquín Bermejo, están ausentes en el de su contemporánea Deborah Hall que realizó William Williams. “Queríamos establecer algunas comparaciones para dar una idea del novel de riqueza en Hispanomaérica en esa etapa. En EE UU había mucho menos dinero y tenían el peso del puritanismo. Además en las casas coloniales de los conquistadores y sus descendientes se produce con el paso de los años una combinación entre las tradiciones de Europa y las indígenas. Está la influencia de París, por ejemplo en el siglo XVIII, y también el legado inca en Perú, y esto resulta en formas mixtas”, apunta Aste.
Un retrato realizado por Goya de Mariano Guerrero abre la exposición junto a los 14 retratos de los reyes Incas. Quien pudiera probar un parentesco directo con esta realeza indígena podía colocar los retratos en sus casas. Estos hogares seguían un plano romano que se recrea en la exposición, cuyo diseño permite al visitante pasear por el baldaquín o salón del dosel, donde los dueños mostraban su escudo heráldico en caso de lo que lo tuvieran, los retratos de familia y su filiación con la metrópoli hispana. En el salón principal se desplegaban los objetos más lujosos y ésta estancia a veces estaba separada por un biombo, como el enconchado y ricamente decorado que se incluye en esta muestra, que daba paso a la habitación en la que las mujeres recibían a sus visitas. Reclinadas sobre cojines ofrecían chocolate o mate dependiendo de la región, en exquisitas tazas. La cama era el objeto más valioso en estas casas, un mueble que dominaba la alcoba y que normalmente era sólo empleado en los partos o defunciones.
Esta exposición coincide con la celebración del Mes Hispano y entre las actividades previstas en el museo se incluye un seminario bilingüe con expertos de Latinoamérica, así como varios conciertos. Tras su paso por Brooklyn la muestra viajará al Museo de Arte e Historia de Alburquerque el 16 de febrero, al Museo de Arte de Nueva Orleans el 20 de junio y al Museo de Arte de John y Mable Ringling en octubre.
Grandes fotografías de salones en Cuba en 1860, ocupan varias paredes de la última sala en la que se presentan las pinturas de casta y los árboles genealógicos. “El Caribe normalmente queda excluido de este tipo de exposiciones y teníamos especial interés en mostrar la riqueza que hubo también en estas casas”, señala Aste. Así una pintura del puertorriqueño Francisco Oller, formado en la escuela impresionista en París, parece de alguna manera cerrar el círculo al mostrar una de las plantaciones cuyo azúcar era refinado en Brooklyn.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.