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La luz que todos llevamos dentro

'La historia del Noctámbulo' lleva al teatro Nuevo Apolo de Madrid un espectáculo de música, teatro y circo que narra los sueños y la vida que hay en el subconsciente

Presentación del espectáculo 'La historia del Noctámbulo'.
Presentación del espectáculo 'La historia del Noctámbulo'. Bernardo Pérez

La vida de los personajes que protagonizan La historia del Noctámbulo cambia como el día y la noche. Literalmente. Bajo la luz del sol, estas criaturas parecidas a los seres humanos, ataviadas con monos de trabajo y que se mueven alrededor de artefactos y mecanismos industriales, realizan tareas alienantes, pesadas y aburridas. El ruido de un engranaje; el golpe seco de un martillo. Se animalizan con un ritmo repetitivo, y pierden la cabeza.

Pero sale la luna, llega la noche y paran los sonidos de la maquinaria. Y esta especie de obreros puede perder la cabeza en otro sentido. Ahora llega el momento de soñar y de vivir la otra vida, de buscar posibilidades, ya sea haciendo trapicheos, cazando o apareándose. La mezcla de teatro, de baile, de música y el circo crea La historia del Noctámbulo, que se estrenó ayer en el teatro Nuevo Apolo de Madrid. Basado en un cuento que habla del juego entre el consciente y el subconsciente y de los deseos que forman parte de nosotros, el espectáculo materializa por primera vez la experimentación desarrollada por Teleskopika, un espacio de investigación de la escena fundada en 2006 por la compañía bilbaína Nexoteatro, que ya cuenta con un recorrido de 12 años.

No todo es alegría o libertad en la noche, mientras un piano de cola, un chelo, la batería y una flauta travesera acompañan con su música, compuesta por la joven Alicia Sevilla, a la narrativa. Aparece una luciérnaga, con una indumentaria muy ochentera, como la que define el montaje de La historia del Noctámbulo. Ella sí tiene luz cuando hay oscuridad, pero a los demás no les gusta que ella los descubra al sacarlos de ese refugio, por lo que batalla para que alguien sea su amigo. Así, relata Ricardo Padilla, director de un espectáculo que describe como “bello y optimista”, se trata de una fábula sobre lo que supone buscar nuestro lugar en el mundo… y aparentemente no encontrarlo. Los sueños abren muchas puertas, más de las que creemos, proclama Padilla, quien promete un final con la música “como golpe emocional y optimista” y un momento muy freudiano y revelador.

Circo en 'La historia del Noctámbulo'.
Circo en 'La historia del Noctámbulo'.

Tres andamios componen un escenario en el que las estructuras tienen vida propia, giran o bailan al compás de un vals, se entrecruzan y los elementos se van transformando antes los ojos del espectador en un árbol, un vehículo de transporte o una pequeña casa. La historia del Noctámbulo se nutre de un imaginario de aire industrial. “Las compañías de Bilbao lo llevamos en la sangre”, explica Padilla. “Un pasado industrial que se ha convertido en tóxico se transforma en el proceso creativo”.

Ricardo Padilla afirma que la influencia para el espectáculo se encuentra en el constructivismo ruso por el trabajo con estructuras y con los mecanismos del cuerpo. Además, La historia del Noctámbulo reconoce la influencia del trabajo dramatúrgico de Eugenio Barba o de Ricardo Iniesta o de la compañía sevillana Atalaya. “Trabajamos con mecanismos físicos reiterativos, de cuerpo para adentro, hasta la extenuación a veces del actor”, prosigue, y agrega que una de las máximas que guían su concepto de interpretación es “la cercanía con el público, en el sentido de la coherencia”.

El proyecto de Teleskopika que se concibe como un laboratorio en el que investigar cómo evoluciona el arte de la actuación persigue la formación de actores que participen y sean activos. "Deben traer los deberes hechos y mantener una comunicación abierta", indica Padilla.

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