_
_
_
_
la cara 'b' del mundo

Una música en vías de extinción

La supervivencia del zar, un género arcaico, depende de un pequeño grupo de artistas Los islamistas conservadores lo rechazan por el papel de la mujer

La cantante egipcia de música Zar Um Saleh, durante una actuación en la sala Makan de El Cairo.
La cantante egipcia de música Zar Um Saleh, durante una actuación en la sala Makan de El Cairo.Ricard González

A unos 150 metros del Parlamento, y rodeada de muros de hormigón y patrullas policiales, se encuentra la pequeña sala de conciertos Makan, una auténtica joya del panorama cultural cairota. Cerrado temporalmente a causa del toque de queda, el local desempeña una labor fundamental. Además de ofrecer música en directo, se encarga de filmar y almacenar en un archivo todas las expresiones musicales de Egipto venidas a menos o en peligro de extinción, como la música zar, practicada hoy en día por apenas una veintena de artistas.

“Es una música muy antigua, que hunde sus raíces en el periodo preislámico, y que se tocaba en todo el cuerno de África. Con la modernidad, su marginación avanzó deprisa, sobre todo en Egipto”, apunta Ahmed Megrabi, el fundador de Makan, un profesor universitario de Traducción e Interpretación que abandonó su cátedra para dedicarse a difundir los ritmos tradicionales del país.

La música zar está vinculada a un ritual de las religiones animistas de la zona que busca la armonía entre el cuerpo y los espíritus, así como entre los miembros de la comunidad. Por su dimensión social, en la práctica solían participar todos, pero eran las mujeres quienes adoptaban un papel central. Son las que cantan y bailan, e incluso tocan los instrumentos, una tarea en la que pueden participar los hombres. Las letras de las canciones son normalmente compuestas por mujeres, con un punto de vista claramente femenino.

El toque de queda ha forzado el cierre temporal de la sala de conciertos

 El hecho de que la música zar empodere de tal forma a la mujer, y le permita incluso expresarse a través del baile en público, es una de las razones por las que los movimientos islamistas conservadores detestan este género. La otra es que su filosofía animista está considerada por algunos una práctica de brujería. Por esta razón, aunque no ha estado formalmente prohibida, las artistas han recibido presiones sociales para que abandonen su práctica, sobre todo en los ámbitos rurales, donde el islamismo es más fuerte.

“Aprendí esta música de niña, a través de mi madre, una inmigrante de Sudán. Siempre se ha transmitido así, de una generación a otra”, explica Um Saleh, el alma carismática del grupo Mazaher, que toca una vez a la semana en Makan. “A partir de los 11 años acompañaba a mi madre en las actuaciones y, desde entonces, a esto me dedico”, cuenta esta mujer de sonrisa afable, que lamenta que sus hijas no se hayan interesado en su música. “Para aprenderla, hay que sentirla en el corazón. Si no, es imposible”.

 Entre los instrumentos musicales propios de la zar figuran los tambores, la flauta, la gaza(una especie de platillos) y un tipo de arpa originario de la época faraónica. En Egipto, las canciones son en árabe, si bien incluyen numerosos vocablos de otras lenguas habladas en tiempos inmemoriales y, a veces, ni tan siquiera las artistas conocen su significado exacto. Su permanencia en las melodías se explica por la transmisión oral. Su tema principal es el amor —a la familia, a la comunidad o a Dios—, más que el amor romántico habitual de la música egipcia contemporánea.

El centro de El Cairo.
El centro de El Cairo.Daniel Mayer

“El Ministerio de Cultura no tiene ningún interés por preservar y fomentar las expresiones artísticas tradicionales de Egipto. Solo le interesa la cultura más comercial”, se queja Megrabi. Por esto y por el fuerte impulso entre la juventud de imitar las tendencias que llegan de Occidente, la música tradicional del país se está muriendo. Además, los medios de comunicación tampoco están interesados en difundir la rica herencia musical del país, y apuestan por jóvenes que se limitan a copiar los ritmos occidentales. Tan solo algunos símbolos de la música egipcia, como Um Kalthum, escapan a este olvido.

Para evitar la desaparición de la música zar y otras también en peligro, Makan ha creado tres escuelas, y realiza cursos para los jóvenes interesados en los viejos ritmos e instrumentos. “Nuestro objetivo no es solo que esta música sobreviva. No concebimos la cultura como inmutable, sino que queremos que pueda mezclarse con otros ritmos y dar lugar a nuevos estilos. Para eso no podemos perder nuestras raíces, y limitarnos a copiar lo que viene de fuera”, afirma el fundador de la sala.

Originalmente el objetivo era una catarsis colectiva
explica Um Saleh

De momento, en su haber ya tiene un éxito: llenar cada noche Makan, y no solo con extranjeros, sino con público local de todas las edades. Y cada noche, vibran con Um Saleh y su grupo. “¡Vosotros sois Egipto!”, grita una joven, cuya voz sobresale entre un coro de alaridos y aplausos, en uno de los últimos conciertos antes de la imposición del toque de queda. Las dimensiones de la sala y su cálida iluminación crean un clima de intimidad entre los músicos y el público. Varios asistentes se acercan a los artistas para felicitarlos e intercambiar opiniones sobre la velada. A la salida, algunos compran el cedé del grupo por unas 50 libras (unos 6 euros), contribuyendo así al sostenimiento de la fundación vinculada al local, que no recibe ningún subsidio.

“Originalmente, el objetivo de la música zar era una especie de catarsis colectiva, que ahuyentara los conflictos y uniera a la comunidad. Viendo la reacción de la gente aquí, parece que su efecto sigue vigente”, comenta Um Saleh, sentada frente a la puerta de Makan, luciendo el elegante vestido negro con bordados dorados de su actuación. Polarizado y martirizado por el último estallido de violencia, Egipto necesita más que nunca el poder catártico y curativo de la música zar.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_