Cuando el dibujo puede más
La artista madrileña Carmen Bueno ha decidido dar el salto y apostar todo su talento en los dibujos que realiza
Cuando la ilustradora Carmen Bueno quiere retratar la angustia dibuja un Amphiprion ocellaris, comúnmente llamado pez payaso, ahogándose en una pila donde se lavan los platos, junto al desagüe al lado de un charco de agua. Esta imagen es un reflejo de los sentimientos de la creadora. “Dibujaba, y sigo haciéndolo, mucho a modo de diario, cosas que me han pasado o que me han marcado, como estar en un hospital, o a modo de desahogo”, asegura esta madrileña de 30 años que se considera un híbrido entre arquitecta y dibujante. Es una de las seleccionadas a la serie Se busca talento que todos los días de verano publica EL PAÍS. “Me inscribí porque me lo recomendó un amigo. Luego me olvidé, la verdad es que ha sido una sorpresa”.
Bueno pinta desde siempre, o eso es lo que dice a todo el mundo, porque no recuerda la edad con la que cogió por primera vez un lápiz, aunque lleva dedicada, de forma profesional, a la ilustración desde hace solo un año. “Antes era más una terapia, una vía de escape. Ahora es un trabajo”. Esta diferencia para ella es fundamental. “Al profesionalizar tu hobby puedes perder esa parte íntima que te hace disfrutar mientras trabajas, y eso se nota en los dibujos. Aunque no es mi caso”, relata la artista.
La arquitectura es otra de sus grandes pasiones, concretamente la restauración de viejas construcciones. “En este momento estoy ayudando en la rehabilitación de un antiguo puente en Bustarviejo, una pequeña localidad situada en la sierra norte de Madrid”. En ocasiones ha podido compaginar sus habilidades pictóricas con su pasión arquitectónica. “Hay veces que me han llamado para ilustrar edificaciones tal y como eran en el pasado”.
La artista asegura que ha aprendido a dibujar de forma completamente autodidacta. “Creo que uno no se forma en el dibujo, solo se entrena y con el tiempo puedes llegar a hacerlo bastante bien”. Su madre es abogada y su padre historiador y agricultor, no tiene en la familia ningún miembro que le haya servido de fuente de inspiración, todo lo que sabe lo aprendió ella misma. La mayoría de sus amigos son arquitectos, lo que le resultó un bache cuando comenzó a profesionalizarse como ilustradora. “No conocía a nadie que se dedicase a esto y me diese referencias”. Aunque no fue un problema, ya que sus inquietudes la llevaron a descubrir sus propios referentes: Javier Zabala, Isidro Ferrer o las acuarelas de Patricia Metola. “Los conocí muy tarde, así que puedo decir que ya tenía una forma de dibujar cuando entraron en mi vida”, asegura la artista.
Creo que uno no se forma en el dibujo, solo se entrena y con el tiempo puedes llegar a hacerlo bastante bien
Para Bueno, haber dado el salto a la profesionalización no es más que un camino para ganarse la vida. “Intento hacer lo que me gusta. Ahora mismo la profesión está muy dura como arquitecta o como ilustradora. Si quieres dedicarte a esto tienes que ser autónoma y pagar una cuota mensual con un dinero que no tienes”. Aunque, como la mayoría de los jóvenes que buscan trabajo, presiente su futuro negro en este momento sobrevive con pequeñas colaboraciones y la ilusión de materializar algún que otro proyecto.
La artista está preparando un álbum ilustrado, para adultos, con la escritora Belén Carmona. “Busqué contactos a través de Internet. Twitter es una herramienta imprescindible para intercambiar conocimientos con otros artistas”, asegura. “A Carmona la conocí porque le envié un correo electrónico, a ella le gustó mi trabajo y a mí el suyo, espero que este proyecto salga adelante”. Para Bueno, el dibujo es una expresión de sí misma. “Me metí en esto porque tenía que hacerlo. Le dedicaba demasiado tiempo como para no hacerlo”.
Babelia
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