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OBITUARIO

Bernadette Lafont, actriz, inspiración de la ‘nouvelle vague’

Cineastas como Truffaut o Chabrol explotaron su especial sensualidad y frescura

Bernadette Lafont, actriz francesa, en los sesenta.
Bernadette Lafont, actriz francesa, en los sesenta. CLAUDE SCHWARTZ (CORBIS)

Alternaba sin complejos entre películas de autor y el cine más popular, pero Bernadette Lafont quedará en la historia del celuloide como una de las grandes musas, junto a Jean Seberg y Anna Karina, de la nouvelle vague. Amante y asidua también del teatro, con más de 120 películas a sus espaldas y otro centenar de telefilmes, autodidacta y trabajadora incansable, rodó prácticamente hasta el final. Murió el pasado jueves en el hospital universitario de Nîmes, ciudad del sur de Francia en la que nació hace 74 años.

Lafont “tenía chispa, era divertida, con una pizca de insolencia pero nunca vulgar, llena de espontaneidad, encanto y una belleza que mantuvo hasta el final de su vida”, escribió la mítica Brigitte Bardot en una carta pública en la que se despedía de la actriz. “Les daba a sus personajes algo de fantasía, de audacia y de humanidad”, indicó por su parte el presidente francés, François Hollande.

La morena sensual, con voz cálida, insolente y llena de frescura, nació el 26 de octubre de 1938 en Nîmes, en el seno de una familia protestante, hija de un farmacéutico y de una madre ama de casa. Destinada en un principio al baile clásico, conoció todavía adolescente al actor y futuro cineasta Gérard Blain. Se casó con él con apenas 18 años y gracias a él conoce a los jóvenes cineastas de la nouvelle vague.

Su belleza particular, en ruptura con los cánones de la época, y el erotismo que desprendía, inspiraron a los cineastas a punto de revolucionar el cine francés de la época. François Truffaut le dio su primer papel en 1957 en su cortometraje Les mistrons, que abre con el mítico travelling de la jovencita actriz montando en bicicleta descalza. Sigue El bello Sergio (1958), de Claude Chabrol, con quien repite enseguida con Les bonnes femmes (1960) y Les godulereaux (1961).

A esas cintas siguió un periodo flojo, con películas de menos calidad, en la que su vida privada da también un vuelco radical. La joven se separa rápidamente de Blain, aunque mantiene con él la amistad, y se casa con solo 20 años con el escultor y luego también cineasta húngaro Diourka Medvecsky. Con él tuvo tres hijos en tres años. Entre ellos su hija Pauline, también actriz, cuya trágica muerte en accidente en 1988, con 25 años, Lafont supera a fuerza de volcarse en el trabajo.

A finales de los sesenta vuelve al cine, donde su carrera conoce un nuevo impulso y alcanza de nuevo la cumbre con La novia del pirata, en 1969, de Nelly Kaplan, una de sus películas fetiche. En 1972 rueda Una chica tan decente como yo, de Truffaut. En paralelo, no duda en ponerse en manos de jóvenes directores, como Moshé Mizrahi, con quien rueda Les Stances à Sophie (1971), pero sobre todo Jean Eustache, con la Maman et la Putain (1973), para muchos su película cumbre. Destaca también en su enorme filmografía L’effrontée (1985), de Claude Miller.

Muy centrada en el teatro durante la segunda mitad de su vida, también rodó para el cine casi hasta el final. Su última película, estrenada este año, Paulette, de Jérôme Enrico, en la que interpreta a una jubilada que empieza a vender marihuana para llegar a fin de mes, fue un gran éxito. En 2003 obtuvo un César de honor por toda su carrera y en 2009 recibió la Legión de Honor. Al año siguiente, fue condecorada con la medalla de la Orden del Mérito y la Orden de las Artes y las Letras.

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