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Del mito a la realidad

El hallazgo de Liangzhu puede corroborar las nuevas teorías sobre la escritura china Pudo haber un largo proceso de integración de miles de caracteres independientes

Las marcas de un trozo de hacha de piedra desvelan una posible escritura primitiva.
Las marcas de un trozo de hacha de piedra desvelan una posible escritura primitiva. AP

Acostumbrados a explicar los mayores enigmas con un cuento chino, hace ya muchos siglos que los habitantes del Imperio del Centro atribuyeron el origen de su escritura a una especie de gigante cabezudo con cuatro ojos que irradiaban un brillo misterioso. El personaje, que recibió el nombre de Cang Jie, vivió durante la dinastía Xia, cuya existencia también es objeto de discusión entre los historiadores y a la que se atribuye haber reinado entre los siglos XXII al XVIII antes de Cristo.

La leyenda narra que Cang Jie se inspiró en imágenes del cielo y de la tierra para dar forma a los caracteres. De la bóveda de las estrellas, surgieron las curvas; de los ríos, los valles y las montañas, las líneas. Los diseños más complicados los halló en los caparazones de las tortugas, que luego sirvieron de soporte a la escritura, y en los plumajes y huellas de las aves en la arena.

Más allá del mito, el hallazgo de Liangzhu, en la provincia de Zhejiang (de la que procede prácticamente el 90% de los chinos que residen en España), puede corroborar las nuevas teorías de que la escritura china tiene su origen en un largo proceso de integración de miles de caracteres independientes de las distintas cuencas de civilización que surgieron en torno a los ríos Amarillo y Largo (Yangzé). Zhejiang se encuentra al sur del delta del río Largo, que los últimos estudios se inclinan por dar una mayor antigüedad a la cultura desarrollada en su cuenca.

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