Un oscuro verano de juventud
Los desfiles masculinos para primavera-verano de 2014 evocan en París la incertidumbre de la adolescencia con colores sombríos y aires deportivos
La semana de la moda masculina de París cerró ayer el calendario internacional de presentación de las colecciones de primavera/verano 2014. La ciudad francesa tomó el pasado miércoles el relevo de Milán y las dos capitales han mostrado rutas diferentes, fieles a su carácter, para el vestir del próximo año. Si Milán logró cierto consenso comercial alrededor de lo deportivo, París se mostró más compleja y dubitativa. Lo que casi siempre resulta más interesante.
La propuesta de Lanvin, que se presentó ayer, sirve para explicar el caso. El diseñador israelí Alber Elbaz y el holandés Lucas Ossendrijver parten del tema atlético que parece difícil de esquivar esta temporada. Pero en lugar de ceñirse a esa idea, la enfrentan a su opuesta. Los pantalones de deporte con camisetas de tirantes y riñoneras —sí, riñoneras— conviven con múltiples revisiones del traje. Al final, la colección termina por ofrecer más preguntas que respuestas y abre un debate: qué es hoy lo formal y qué lo informal.
Tan poco dispuestos están Elbaz y Ossendrijver a ofrecer respuestas que, de forma un tanto esquizofrénica, despliegan múltiples versiones de cada una de las prendas. Ya no se trata solo de dudar entre el chándal y el traje. En el supuesto de que uno optara por lo segundo, aún habría mucho sobre lo que interrogarse. Los pantalones pueden ser brevísimos —realmente brevísimos— o exagerados; las chaquetas se ofrecen cortas y anchas, o largas hasta las rodillas.
Cuestionarse hasta las costuras de las prendas está en el carácter de la moda que se presenta en París. El belga Dries van Noten está preparando una exposición en el Museo de las Artes Decorativas de la ciudad, que se inaugurará el próximo febrero. En el proceso, se ha enfrentado a los fondos de la institución y ha comprobado que a lo largo de la historia el vestuario masculino no ha sido precisamente discreto. A partir de estampados florales del siglo XIX, Van Noten empezó a reflexionar sobre cómo incorporar este motivo, que asociamos con lo femenino, a ropa para hombre que no renuncie a su masculinidad. De la mano de tipos que han vestido flores con orgullo, como Jimi Hendrix o Jean Cocteau, el creador entregó el jueves una de esas colecciones que sacuden convenciones. Sus flores son réplicas de los tejidos del museo y se recortan sobre fondos oscuros, adquiriendo un estilo muy poco soleado.
Como si de un eclipse de verano se tratara, muchos apuestan por una temporada entre las sombras. El belga Kris Van Assche citaba al poeta Thomas Campion (1567-1620) en su colección para Dior, protagonizada por un turbio burdeos: “El sol debe tener una sombra”.
Aunque nadie se adentró tanto en la oscuridad como la japonesa Rei Kawakubo en Comme des Garçons. Sus muchachos de miradas ahumadas y afilados pómulos alternaban lo gótico con lo floral en una secuencia que evocaba una metamorfosis tan claustrofóbica como la de Kafka. El dramatismo de su propuesta logra que hasta los conjuntos blancos parezcan lúgubres y evoca la clase de incomodidad que se experimenta en la adolescencia.
La juventud es el gran tema que se esconde tras esa constante llamada a lo deportivo y tras la evocación de un verano oscuro. Y pocos están tan acostumbrados a lidiar con las inquietudes y dudas existenciales que ese periodo genera como Hedi Slimane, que cerró anoche la cita de París con su segunda colección masculina para Saint Laurent. El francés se apartó de la senda grunge que él impuso la temporada pasada y que ahora está en todas partes. En cambio, quiso rendir tributo a las películas de adolescentes de los años ochenta de John Hughes El club de los cinco, Dieciséis velas…). Lo hizo con colaboradores de lujo ya que sonó la música del californiano Sam Flax y el artista abstracto Matt Connors intervino la invitación. Sobre la pasarela, ajustadísimos pantalones de charol que descubren el tobillo, guiños a los años cincuenta, blusas que evocan las de Yves de Saint Laurent, chaquetas de lentejuelas, estampados hawaianos y botas afiladas. Una andrógina propuesta que emparentaba a David Bowie con Ferris Bueller, el personaje que interpretaba Matthew Broderick en Todo en un día.
La evocación mitificada de Estados Unidos es otra referencia compartida. Aparece en Saint Laurent y en Prada y, sobre todo, en Louis Vuitton. El británico Kim Jones entregó en la casa una revisión de arquetipos de la cultura estadounidense. Del hippie al boy scout pasando por el cowboy y el universitario, los tópicos de la masculinidad del país se someten a un tratamiento de lujo afrancesado. Las cazadoras vaqueras se realizan en suave ante azul y el desteñido pierde su carácter rebelde.
En un gesto muy adolescente, la estridencia de algunos de los estampados que se han visto estos cuatro días parece gritar el mensaje que portan. Ocurre en Givenchy, donde Riccardo Tisci desmonta un boom box (todo un símbolo de la música de los años ochenta) y convierte sus piezas en un motivo de ciencia ficción que da un nuevo brío a su tradicional silueta de trajes, medias y faldas.
Es el estampado el que habla aquí y también en Raf Simons. El diseñador, que compagina su propia firma masculina con la dirección creativa de mujer en Dior, vuelve a exhibir su cercanía con el arte y reproduce falsos y llamativos anuncios de corte pop. Asegura que es un estudio de la sociedad de consumo en la que la moda se ha convertido en el producto definitivo. “Es como un champú”, sentencia.
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