Irreverencia ‘joyceana’
Los autores de la Orden de Finnegans publican su segunda obra: ‘Lo desorden’ La infancia es el tema de sus relatos
Intelectuales, traviesos, elocuentes y sobre todo frikis de la literatura. Cada 16 de junio un grupo de ocho novelistas autodenominados la Orden del Finnegans se congregan en la ciudad de Dublín para celebrar una peculiar conmemoración de James Joyce (1882-1941), uno de los autores más influyentes de la literatura universal. El grupo, integrado por los consagrados José Antonio Garriga vela (1954), Marcos Giralt Torrente (1968), Eduardo Lago (1954), Emiliano Monge (1978), Malcom Otero Barral (1973), Antonio Soler (1956), Jordi Soler (1963) y Enrique Vila-Matas (1948), acaba de publicar su última obra conjunta, Lo desorden (Alfaguara), compuesta por ocho relatos enmarcados en la infancia y definitorios de un estilo metaliterario e irreverente.
Un año no pude asistir a la reunión. Me dijeron que sería expulsado y me pareció magnífico. Todos estos señores son unos energúmenos y yo los expulso a todos ellos” Enrique Vila-Matas
Los autores, que el editor Malcom Otero Barral define como un grupo de “niños traviesos, bien peinaditos pero con un tirachinas en el bolsillo trasero del pantalón”, publicaron su primera obra conjunta en 2010 con el título de La orden de Finnegans. En ella narraban el ambiente de sus reuniones anuales en la capital irlandesa donde conmemoran el Bloomsday, un homenaje a Leopold Bloom, personaje principal de la novela Ulises de James Joyce. “¡Gracias, qué grandes estamos esta mañana!”, gritan al unísono los ocho novelistas repitiendo la última frase del sexto capítulo de la obra del irlandés.
La sociedad debe su nombre a un pub de Dalkey, localidad cercana a Dublín donde los escritores llevaron a cabo el acto fundacional. “Eso da una idea bastante certera de la naturaleza tan festiva como libresca del grupo: celebrar la obra del autor de Finnegans Wake no tiene por qué ser incompatible con celebrar también la calidad de la Guinness”, comenta Ignacio Martínez Pisón. En el año 2006 Eduardo Lago y Otero Barral, fanáticos joyceanos declarados, comenzaron a reunirse anualmente en la ciudad irlandesa y planearon crear una sociedad literaria. La Orden quedó oficialmente fundada en el año 2008.
En su nuevo libro proponen ocho viajes a la infancia que finalmente obedecen al libre albedrío de cada autor. Unos, como Jordi Soler, Malcom Otero Barral y Antonio Soler optan por sumergirse en los lugares más íntimos de su memoria. Otros, como Enrique Vila-Matas, rechazan de plano la idea y ridiculizan a quienes tratan de conmover con sus traumas infantiles: “¡Desprecio tanto a los buceadores de las primeras heridas que les causara la vida, a todos esos escritores que encuentran una mina de oro en los episodios tremebundos, generalmente necios, de su niñez (...) ¿Cómo pueden llegar a ser tan mamones?”.
La charla que protagonizaron en la Feria del Libro de Madrid fue fiel al espíritu gamberro y desordenado que desprende la obra. Los autores declararon su impostura literaria, se metieron puyas, arremetieron unos contra otros y describieron las constantes órdenes de expulsión a que se ven sometidos provocando las risas constantes del público. “Un año no pude asistir a la reunión. Me dijeron que sería expulsado y me pareció magnífico. Todos estos señores son unos energúmenos y yo los expulso a todos ellos”, relató un sarcástico Vila-Matas. “Enrique es un traidor”, acusó Malcom Otero Barral, “fue él quien nos propuso escribir sobre nuestra infancia, pero luego en su texto pasa de todo y encima dice que es un tema propio de escritores débiles que solo escriben gilipolleces”. “Recuerdo la primera vez que viajé con ellos a Dublín” relató el mexicano Emiliano Monge, “fue un viaje espantoso en un hotel vomitivo. Solo espero que me expulsen pronto de esta locura”.
En el primer capítulo de la obra, Orden de expulsión, Martínez Pisón define, nuevamente en todo de guasa, las rigurosas condiciones que debe reunir un escritor para pertenecer al selecto grupo de Finnegans: “Los miembros de la Orden deben profesar una absoluta devoción por el Ulises de Joyce, asistir al Bloomsday cada año y defender la vía Finnegans de la literatura, esto es, la vía de la dificultad (donde se pueden encuadrar autores como Gaddis, Pynchon, Foster Wallace, etcétera…). Los motivos de expulsión de la Orden son numerosos, a veces caprichosos, siempre incontestables y fulminantes”.
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