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Francia levanta el veto al acuerdo comercial con EEUU

La fórmula deja fuera el capítulo audiovisual en el comienzo de los contactos con Washington, pero deja la puerta abierta para retomarlo más adelante

Claudi Pérez

In extremis, tras más de 12 horas de negociación y con ese resabio agónico tan típico -tan tópico- de esta Europa en perpetua crisis. Los ministros de Comercio de la Unión alcanzaron en la noche del viernes en Luxemburgo el acuerdo necesario para fijar la posición europea e iniciar las negociaciones formales con Estados Unidos para el trascendental acuerdo transatlántico de comercio e inversión. Pese a su férrea defensa de la excepción cultural, Francia dio, finalmente, su brazo a torcer. Casi en solitario, París bloqueaba ese paso por sus exigencias para sacar el sector audiovisual de las negociaciones. Finalmente llegó una solución típicamente europea: todos ganan (o todos pierden). La fórmula salomónica para facilitar el acuerdo deja fuera el capítulo audiovisual en el arranque, al inicio de los contactos con Washington. Pero atención: abre la puerta para recuperarlo más tarde. Patada hacia adelante: así ha hecho Europa con sus bancos y con casi todo. Ahora también con la cultura francesa y su tradicional excepción.

Tras año y medio en una recesión que está aquí para quedarse, el acuerdo con Estados Unidos –una especie de OTAN económica y comercial— se ve como un trampolín de salida para la alicaída economía europea, necesitada de una bala de plata que cambie el panorama. El pacto con EE UU es crucial y ha sido defendido al más alto nivel, empezando por el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso. Francia llevaba meses amenazando con el veto si no lograba su objetivo de aislar todo lo relacionado con el sector audiovisual, desde Internet a la televisión y al cine. Al final, en la Europa de nuestros días, el aislamiento no permite llegar demasiado lejos: París tiene todavía la última palabra en este asunto, pero ha dado una señal clara de debilidad al respecto. Más aún con una economía metida en una crisis crónica y con un Gobierno en horas bajas.

La Comisión y la presidencia irlandesa llevaban días tratando de sortear las reservas de Francia, con un acuerdo que permitiera el arranque de las negociaciones, dejando para más adelante todo lo relativo al sector audiovisual. Esa es la fórmula elegida, con matices. "Hoy por hoy podemos decir que el sector audiovisual no está en el mandato de la negociación", confirmó el comisario europeo de Comercio, Karel De Gucht. Inmediatamente, De Gucht dejó claro que la Comisión "podrá hacer cualquier recomendación al Consejo para añadir cualquier negociación adicional”.

Palabras: no hay nada que hacer. O no demasiado. Los ministros europeos pactaron esta posición, para la que es imprescindible la unanimidad. El ministro irlandés de Empleo, Richard Bruton, aseguró que es "clara y amplia", una especie de cajón de sastre que permitirá "avances concretos" y que "deja la puerta abierta a la Comisión con puntos adicionales para el ámbito audiovisual o para pedir otros mandatos".

Francia había insistido en la importancia de excluir completamente la industria cultural de la negociación, y había rechazado propuestas intermedias para mantener las cuotas y subsidios que los países europeos conceden a su producción audiovisual. Pero al final los números, en esta Europa en la que solo valen los números, cuentan más: las ventajas económicas de un convenio comercial de estas características para los dos bloques serían enormes, según un estudio encargado por Bruselas al Centro de Investigación de Política Económica de Londres, que cifra en 119.000 millones de euros anuales los beneficios para la UE y de 95.000 millones aproximadamente para Estados Unidos.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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