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Toda la música, toda una vida

Más de 40 eventos por el mundo celebran los 80 años del compositor español Antón García Abril "La música es el arte que representa el alma", sostiene

Tommaso Koch
Antón García Abril, en su casa de Madrid.
Antón García Abril, en su casa de Madrid.LUIS SEVILLANO

A todos –bueno, casi todos- les han organizado alguna vez una fiesta. Al fin y al cabo, a lo largo de una vida, lo normal es que tarde o temprano alguien se preocupe por tu cumpleaños. Menos común es que las fiestas dejen de ser la excepción, y por tus 50, 60 y 70 haya decenas de homenajes en todo el planeta. Pero común no es tampoco la carrera que ha tenido el compositor español Antón García Abril. Y este año que ha alcanzado los 80 las celebraciones se han incluso multiplicado: hay más de 40 eventos y tributos previstos de España a Estados Unidos, de Italia a Portugal. “Me llena de emoción”, asegura el músico, por teléfono, desde su casa en el madrileño barrio de Las Rozas.

“He dedicado toda mi vida y todo mi tiempo a la música”, cuenta García Abril (Teruel, 1933). Y lo testimonia un CV que da fe de una obra vastísima y de una trayectoria decenal como compositor, profesor universitario y de Conservatorio, exponente de la generación del 50, miembro de la Real Academia de Bellas Artes, creador de bandas sonoras y temas para películas y series, estudioso de la melodía, artista multipremiado, además de autor del himno oficial de Aragón. Por todo ello se le podrá preguntar en un chat que el músico mantendrá con los lectores de EL PAÍS el lunes 3 de junio a las 13.00.

Más lo que queda, ya que García Abril continúa entregando horas y esfuerzo a su gran pasión: “La música me ha dado la alegría de una profesión que me ha llamado diariamente a que siga trabajando en ella”. De ahí que, en los días de inspiración, se pase delante del piano lo que el sol en el cielo: del alba al atardecer.

Hay veces, sin embargo, que su musa pasa de madrugar. Y él se dedica a leer, a la espera de que vuelva. Porque, lo tiene claro, sin inspiración no hay creación que aguante. “La técnica sin ideas artísticas no vale para nada, y viceversa. Si uno viera el papel del himno a la alegría de la novena sinfonía de Beethoven no podría decir que sea una gran idea. Pero cuando él le atribuye una técnica poderosa, la convierte en genial”, sostiene García Abril.

Con técnica y ocurrencias cargadas en los hombros, el veterano compositor camina desde hace años por el sendero de toda la vida. “He mantenido una línea estética y ética en la que no me he movido de los grandes postulados que debe tener la música como elemento de comunicación entre seres humanos: no prescindir jamás de melodía, armonía y ritmo musical. Son valores que considero eternos”, defiende García Abril. Y el verbo no es casual: por estas convicciones, y por su apuesta por el clasicismo frente a la experimentación el autor ha recibido las que califica como “críticas violentas”.

“No es verdad que le he dado la espalda a la vanguardia. La he vivido con pasión y me atrae, siempre que no esté en contra de los valores estéticos. También hay obras de vanguardia casi miserables”, agrega el compositor. Sea como fuere, más que la modernidad o la época en la que un músico haya nacido, para García Abril cuenta cómo ha venido al mundo: “Por supuesto que hay que tener un don innato. He tenido alumnos que entendían muy bien la forma, pero solo el que tiene intuiciones hace sinfonías emocionantes”.

Y de eso, en el fondo, se trata. “La música es el arte que representa el alma. Y la emoción es la huella que me gustaría dejar”, explica García Abril. Además, también le pide a su carrera una última satisfacción: “Me gustaría componer la obra que nunca he hecho”. Entre tantas fiestas, sería un gran regalo.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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