Bowie, desde la mesa de mezclas
Los tres productores principales del músico británico se reúnen para hablar de tres de sus grandes discos: ‘Ziggy Stardust...’, ‘Heroes’ y ‘Let's Dance’
La primera vez que vio a Bowie pensó que era un buen chico. Con cierto talento, sí... Pero ¿una gran estrella? “¡Ni en broma! Ya ve qué ojo tengo”. Ken Scott (Londres, 1947) había trabajado en un par de singles de Space Oddity como ingeniero de sonido junto a Tony Visconti. Pero cuando Bowie le sentó a su lado para coproducir Hunky Dory, su tercer álbum, todo cambió. “Él y Angie (su novia y primera esposa) vinieron a casa y vimos el material del disco. Entonces supe que era mejor de lo que jamás imaginé”, explica el productor de grupos como Beatles, Pink Floyd o Elton John en la terraza del New Museum neoyorquino mientras espera a que aparezcan Tony Visconti y Nile Rodgers (los otros dos grandes productores de Bowie) a un encuentro organizado por Red Bull Music Academy. Cada uno diseccionará una de las obras que produjeron para el artista británico: The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, Heroes y Let’s Dance.
Scott coprodujo cuatro álbumes con Bowie. Eso le confiere cierta autoridad para opinar sobre The next day, su último disco. “Diría que no está entre los mejores. Pero es fantástico que sienta la necesidad de volver si tenía cosas que decir después de tanto. Quiso pasar tiempo con la familia. Lo necesitaba”. Ya no se ven. Pero el otro día le mandó un email para felicitarle el cumpleaños. “Quería recordarle que sigo siendo más joven”, dice con sorna. Solo tres meses.
¡Ni en broma pensé que Bowie sería una gran estrella! Ya ve que ojo tengo Ken Scott
Cuando Hunky Dory todavía no se había publicado, Bowie estaba tan contento que le pidió empezar un segundo disco: Ziggy Stardust… “Pensé que estaba loco. Pero nos lanzamos a ello y al final fue una mera continuación. Teníamos ese momentum que funcionaba, el equipo formado… fue fácil”. El álbum es hoy un hito del rock. Pero Scott, un tipo bastante tímido y encanecido, dedicado a dar charlas para superar su miedo escénico, rebaja su importancia. “Para mí Ziggy es un bonito disco del que todavía se habla. Y eso es lo extraño. Deberíamos hablar de la música de hoy, pero es tan mala que seguimos con la de hace 40 o 50. Es una pena, pero seguro que cambia pronto. Este será un punto de inflexión como el de los 60”. Un tiempo en el que cada toma era un dineral y las discográficas exigían cirujanos en la mesa de mezclas. “Coproduje cuatro álbumes con Bowie, y el 95% de las voces se grabaron en una toma. De principio a fin. Hoy hay que tocarlo todo 40 veces, tiene que estar perfecto. Eso destruye el alma de la música”.
Scott nunca ha conocido a Rodgers. A Visconti apenas le ha visto en los últimos años. Pero los tres se encuentran en la pequeña sala donde se celebran las charlas y el inédito abrazo se convierte en una de esos pequeños momentos para la historia del rock.
Visconti (Nueva York, 1944) es el alfa omega de Bowie. Su mejor socio. Ha producido 12 de sus 30 álbumes, incluyendo el primero y el último. Casi todas las veces que necesitó un cambio, ahí estuvo. Como en el refugio berlinés (1976-79), donde acudió a liberarse de su adicción a la cocaína —aunque Scott asegura que nunca le vio consumir en el estudio durante su época, Visconti dice que en Berlín salían de fiesta como si no hubiera mañana— y en el que junto a Brian Eno compuso Heroes, Low y Lodger. Todo bajo la discreción que les proporcionaba el exilio. “David pasaba muy desapercibido. Nadie le conocía. Cuando cruzábamos el muro, los guardias se partían de la risa con su foto del pasaporte y con la de Iggy”, recuerda.
David vino con una canción que se llamaba Let's Dance. Más valía que nos asegurásemos de que la gente bailase Nile Rodgers
Los álbumes se grabaron en el mítico estudio Hansa, desde el que se veía el muro de Berlín, inspiración para el single de Heroes. Un enorme lugar —concebido como estudio sinfónico— que permitió experimentar con trucos tan sencillos y efectivos como colgar los micrófonos a lo largo de la sala para que Bowie tuviera que gritar. “Verán”, dice Visconti. Y de repente de su ordenador saca la pista de voz desnuda del músico desgañitándose con Heroes. “Era perfecto para él”, recuerda, mientras muestra unas fotos del cantante con bigote y camisa a cuadros y a un joven Brian Eno sin camiseta encaramado a la mesa de mezclas. Después de esa etapa, todavía coprodujeron Scary Monsters (and Super Creeps) juntos. La relación se interrumpió en 1982.
Visconti había recibido el encargo ya de preparar Let’s dance, pero Bowie se desmarcó —cargándose la amistad durante una larga temporada— y encargó el trabajo a Rodgers (Nueva York, 1952), cerebro sonoro de Chic, la banda que había impresionado a la industria revolucionando la música disco. Por entonces, Diana Ross, pese a las reticencias iniciales de la Motown, ya había disfrutado de un lifting marca de la casa con bombazos como Upside Down. Y Bowie quería eso: hits. Acertó. “Había escrito una canción que se llamaba Let’s dance. Le dije que más valía que nos asegurásemos de que la gente querría bailar. Cuando la hizo por primera vez, no sucedía. Él había escrito una canción acerca del baile de la vida. Más intelectual. Pero yo vengo de la música de baile, y si escribes eso más vale que te haga mover”, explica Rodgers, recién recuperado de un cáncer de próstata.
El productor, que acaba de participar en Random Access Memories, el último disco de Daft Punk, recuerda las claves para trabajar un disco como aquel. “Lo principal, más allá del talento para organizar la música, es la compasión. Debe importarte la música y tu artista. Más que tú mismo. No es tu disco. Pero el artista a veces se confunde”. Para iluminarle, Bowie le mostró una fotografía de Little Richard con traje rojo, entrando en un Cadillac del mismo color y saludando con su sombrero: “Esto es el rock and roll”, dijo.
El disco se terminó en 17 días y fue un éxito tremendo. Pese a sonar a baile, conectó con las raíces negras del rythm and blues. Justo a lo que se refería Bowie con la foto de Little Richard. Para Rodgers fue la oportunidad de pasar de ser “un productor de disco” a un productor a secas. Y de eso tomaron buena nota nuevos clientes como Duran Duran, Madonna o INXS.
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