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cámara oculta
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Gallardón y el cine

A saber qué películas españolas vio el ministro en sus años mozos, se diría que se nutrió de las que se pronunciaban contra el aborto

Parece que el ministro Gallardón es aficionado al cine, al menos como actor. En la última película de José Luis Garci, Homes & Watson, Madrid Days, aparecía ataviado con una luenga barba haciendo de Isaac Albéniz, compositor del que es sobrino biznieto. A saber qué películas españolas vio el ministro en sus años mozos, se diría que se nutrió de las que se pronunciaban drásticamente contra el aborto: No matarás, Aborto criminal. El precio del aborto, El hijo es mío, Marcada por los hombres… más que de las escasas que sorteando la censura denunciaban las pésimas condiciones en que las mujeres abortaban clandestinamente en España. Eran títulos que en aquellos años setenta se sumaban a los debates ciudadanos, que en la realidad eran más intensos que en las películas; el tema del aborto era uno de los candentes. ”Yo también he abortado”, se proclamaba en declaraciones y manifestaciones, aun cuando los participantes fueran hombres.

Entre otros aspectos y temas, también este tiene su espacio en la película documental Con la pata quebrada que se presentará en el inmediato festival de Cannes. En él se recoge un fragmento de Los embarazados, de Joaquín Coll Espina, Teresa Gimpera le dice con calma a su marido, parlamentario católico que va para ministro: “Yo te aseguro que si fuerais madres, si los hijos los tuvierais vosotros, si parierais, los anticonceptivos serían a cargo de la seguridad social y el aborto estaría legalizado desde hace muchos años”. No podía imaginar Coll Espina que aquella suerte de astracanada rodada en 1982 en plena moda del “destape”, recuperaría la actualidad –desgraciadamente nunca del todo perdida–. Se trata de una farsa en la que los hombres quedan embarazados, incluso un cura de pueblo y el ya mencionado “padre de la patria”, con lo cual algunos de ellos irán a abortar en Londres, mientras que los menos pudientes se pondrán en manos de algún especialista “muy bueno porque este año sólo se le han muerto cuatro”. Y Abortar en Londres, de Gil Carretero, denunciaba ya en 1977 la penosa situación de las mujeres que debían viajar a un país extranjero para ejercer su derecho.

Aquel cine popular de entonces llegó a reflejar en ocasiones con claridad lo que al cabo de todo este tiempo aún rebrota con encono. Parece mentira.

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